1266 muertos (al 29 de noviembre), y contando… Más de 1,000 muertos después del primer confinamiento, no sólo no mejora la situación, sino que claramente empeora; se deteriora. Lo que se suponía que superaríamos en 3 o 4 meses, lleva ya 8, y no hay en el horizonte ninguna expectativa de que esto se logre, salvo la probabilidad, esta sí científica y no esotérica, de que finalmente podamos acceder a la vacuna en contra del Covid-19.
Comenzamos con los contagiados y el encierro, luego vino el primer muerto, después el segundo, hasta que llegamos a los cuatro o cinco diarios, pero luego la pandemia se disparó de tal forma que ya andamos en 13, 15 diarios, hasta que llegó el nuevo confinamiento, después de la ejemplar Ruta del Vino, el Maratón y otros despropósitos…
Una frase que se le atribuye al temible y sanguinario dictador soviético José Stalin, por aquello del “crea fama y échate a dormir”, es aquella que dice: “un muerto es una tragedia; un millón, una estadística”. Es una frase sabia para nuestra circunstancia; ideal, porque entonces pareciera que el recuento cotidiano de los difuntos y los graves y los no tan graves, los intubados y los asistidos en su respiración con ventiladores y los contagiados, no hiciera sino alimentar nuestras estadísticas, desde luego, pero también nuestro hastío e indiferencia; este hartazgo infinito que nos provoca la pandemia y las decisiones equívocas; encontradas, abrir, cerrar, abrir, cerrar; las prohibiciones que son más bien sugerencia, y que en muchas personas se manifiesta en un bajar la guardia, dejar de cuidarse, o acaso nunca haberlo hecho. ¿Qué importa? Ya lo cantó san José Alfredo Jiménez: “¡No vale nada la vida; la vida no vale nada!”… Total, ¿qué más da, 15 muertos por día? ¡Que siga la fiesta! ¿Y si me toca a mí?, pues ya estaba de Dios, y a otra cosa. Después de todo ya sabemos que el gato tiene cuatro pies, ¿qué necesidad de buscarle tres?
No somos la ciudad de la gente buena, como se nos quiere hacer creer, sino la ciudad de la gente necia y testaruda; ignorante, y ahora muchos pagan las consecuencias.
En noches de confinamiento hay zonas de la ciudad que parecen una enorme casa de muñecas, una gran maqueta con todos los enseres urbanos, realizados con asombroso detalle, tal y como se observa en esta imagen. Ahí está todo, las calles, los vehículos, los edificios, el alumbrado público, el templo, el museo, las copias de los Reyes Aztecas de Contreras. Pero falta lo principal, la gente, las personas haciendo su vida normal o anormal; su vida plena o carente de sentido; como sea, gente que mirar y saber que es alguien como nosotros, alguien con quien sentirnos completos, tan solo para colmar este instinto gregario que habita en nosotros. Gente cuerda o loca, joven o vieja; como sea… La gente, nosotros, y no esta soledad selvática.
1,157 muertos… Más los que se acumulen en las próximas semanas, con confinamiento o sin él. ¿Por qué; hasta cuándo? Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com.
Carlos Reyes Sahagún
Cronista del municipio de Aguascalientes