APRO/Raúl Ochoa
Tiempos mejores fue más que una simple casualidad en el gusto de los 22 jugadores argentinos, campeones de la Copa del Mundo de México 86.
La popular canción, interpretada por Yuri, fue lo primero que escucharon los festivos seleccionados de la albiceleste, capitaneados por Diego Armando Maradona, apenas abordaron el transporte oficial tras vencer 3-1 a Corea del Sur en el Estadio Olímpico Universitario. Era el primero de siete juegos del combinado argentino en el torneo que afianzó a su capitán como uno de los mejores futbolistas de la historia.
Tan proclives a perseguir la buena suerte a como dé lugar, los jugadores y cuerpo técnico de la albiceleste realizaron todo el trayecto del estadio a las instalaciones del Club América acompañados con las melodías de la cantante jarocha. A ratos ponían ‘Yo te pido amor’, luego ‘Yo te amo’ y después ‘Maldita Primavera’… Así se la pasaron con el casete a todo volumen hasta que llegaron a su destino. Era el playlist de los campeones.
“Por orden de Maradona sólo escuchábamos a Yuri durante el traslado en el camión, desde que salíamos de la concentración y hasta el estadio. Yuri era nuestra cábala”. Así narra uno de los imborrables momentos el exportero americanista Héctor Miguel Zelada, amigo, compañero y confidente de Diego Armando Maradona, capitán de la selección que a la postre levantó la Copa del Mundo el 29 de junio de ese año.
Zelada se convirtió en punto de referencia del cuerpo técnico y de sus compañeros, ya fuera porque el representativo de su país eligió como sede oficial la casa club del América, donde el guardameta entregó sus mejores años de futbolista entre 1979 y 1987, o en función de guía, como en el caso de Maradona. “¿A dónde nos vas a llevar ahora, Zelada?”, solía preguntarle Diego en los ratos de esparcimiento.
Las canciones de Yuri como cábala se hicieron costumbre cada vez que los seleccionados argentinos se tomaban un rato de distracción, cuando se trasladaban a la Plaza Perisur, al restaurante Mi Viejo, en la colonia Polanco, o durante los paseos permitidos por el entrenador Carlos Salvador Bilardo.
“Teníamos nuestras costumbres. Siempre, una vez por semana, cenábamos en Mi Viejo, que era del gordo (Eduardo) Cremasco, un excompañero de Bilardo en la época de Estudiantes. También, por ejemplo, el día anterior de cada partido había una salida obligatoria a un shopping llamado Sanborns o algo así. Lo habíamos hecho antes del primer partido, contra Corea, y no lo podíamos cortar…”, describe el capitán de Argentina en el libro de su autoría: Yo soy el Diego.
“Cuando por fin nos instalamos en la concentración del América, en el Distrito Federal, me di cuenta, así como un flash, que todo lo que pensaba no era un sueño nada más. Íbamos a ser campeones del mundo”, agrega Maradona en el referido libro.
Fue aquí, en México 86, donde Diego Armando Maradona, de paso exitoso por Boca Juniors, Barcelona y Nápoles –con el que ganó una Copa de la UEFA y los dos Scudettos que ostenta el club–, materializó la mejor actuación individual en la historia de los mundiales.
Como una vida de película, en suelo azteca fue también donde marcó los goles que lo inmortalizaron: la controvertida acción que dio origen a la llamada “Mano de Dios” y la mejor anotación –“una obra de arte”, según la califica su compañero de selección Jorge Valdano– frente a Inglaterra en los cuartos de final (2-1), victoria que permitió a los argentinos recuperar parte de la moral de su país, golpeada debido a las víctimas en la guerra de las Malvinas.
“Soy un tipo normal que, por hacerle un golazo a los ingleses, que nos mataban a los pibes en Malvinas, hoy todo el mundo me reconoce porque el abuelo se lo contó al hijo y el padre se lo contó al hijo. Por eso soy un conocido, pero soy un tipo totalmente normal”, contó Diego a TyC Sports en su oportunidad.
En México 86 surgió la leyenda de Diego Armando Maradona; en ese torneo fue capaz de darles a los argentinos la alegría más grande, representada en la armonía de la estética de su juego y la efectividad de su zurda privilegiada.
Maradona, dice Héctor Miguel, llegó a México con la firme determinación de ser el mejor jugador del mundo y de ser campeón del mundo. Maradona llegó física, mental y futbolísticamente hablando en las mejores condiciones.
“Él sabía que tenía que ser su Mundial porque venía de no haber tenido una buena participación en España 82. Toda esa mentalidad que él traía nos las contagió a todos. Fue nuestro director de orquesta con unos buenos músicos. Estos buenos músicos le teníamos respeto, admiración y la obligación de no fallarle, no sólo al técnico, sino a él, porque Diego Armando sabía que tenía que salir campeón”, dice.
Para llegar a eso, explica, “tienes que reunir todo: futbol y disciplina. Él ponía el ejemplo, en todo caso… Así compartimos dos meses. La selección argentina fue la primera en llegar a México, justamente en las instalaciones del Club América, y fuimos los últimos en irnos”.
“Diego me dio todo”
En plena guerra de las Malvinas Argentina llegó al Mundial de España 82 como la gran favorita, después del título obtenido en casa, en 1978. Acudieron a la cita la mayoría de los campeones mundiales –Ubaldo Fillol, Daniel Passarella, Osvaldo Ardiles, Américo Gallego, Mario Kempes, José Valencia y Luis Galván–, dirigida por César Luis Menotti, el entrenador que levantó la copa en 1978.
Además, se había agregado a Diego Armando Maradona. Pero la albiceleste fue eliminada en la segunda fase por Italia –a la postre campeón– y Brasil. Todavía Maradona disputó una parte del mundial de Estados Unidos en 1994, del que se marchó envuelto en el escándalo tras dar positivo a un control antidopaje que le costó un castigo de 15 meses, el segundo en su vida.
Tras clasificarse con apuros a la Copa del Mundo de México 86, en la última jornada de las eliminatorias sudamericanas, y cuestionada por el bajo rendimiento mostrado en el proceso de preparación, Argentina levantó su segundo título de la historia de la mano del Diez.
Primero, superó la fase de grupos con victoria sobre Corea del Sur (3-1), empate con Italia (1-1) en el Estadio Cuauhtémoc de Puebla y triunfo ante Bulgaria (2-0) en el Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria. En octavos de final eliminó a Uruguay (1-0) en el Cuauhtémoc, y en cuartos de final se impuso a Inglaterra en el Azteca, donde también superó a Bélgica (2-0) en semifinales.
En la final Argentina derrotó 3-2 a Alemania. José Luis Brown y Jorge Valdano adelantaron a la albiceleste, pero los alemanes igualaron por cuenta de Karl-Heinz Rummenigge y Rudi Völler, este último a los 80’. Tres minutos después hubo una genialidad de Maradona, quien asistió entre defensores a Jorge Burruchaga, para el gol que significó el título.
Campeón en el Mundial Sub-20 en 1979, Diego Armando, en su mejor expresión futbolística, coronó la obra en México 86 como goleador del equipo, con cinco anotaciones, y el botín del mejor jugador del Mundial.
“¿Qué hizo distinto a Diego Armando Maradona?, su personalidad, su carácter distinto, su momento y el convencimiento de ser el mejor. Eso nos los transmitió a nosotros con sus actuaciones”, considera Héctor Miguel Zelada, entonces portero suplente de Argentina.
“Él me dio la oportunidad… él me dio una Copa del Mundo, él me dio todo lo que los futbolistas anhelamos. Como en toda profesión, los jugadores nos trazamos metas: quería ser futbolista profesional y jugar en el mejor equipo. Fui campeón con América, seleccionado argentino y campeón del mundo. Y él me dio la Copa del Mundo.
“Siempre lo he dicho, lo sostengo y lo mantengo: para mí, Diego Armando Maradona es simplemente el mejor del mundo. No lo digo por ser argentino y compañero. Con todo respeto para Pelé, Messi y Beckenbauer, Maradona es el rey, aunque ese mote lo tenga Pelé.”