El electo presidente de los Estados Unidos Joe Biden tiene una gran habilidad para manejar el principal instrumento de los políticos, el discurso. Es hábil, inteligente y su sagacidad política lo ha convertido en senador en varias ocasiones. Además ha sido vicepresidente y en dos ocasiones ha renunciado a ser candidato a la presidencia porque su perspicacia le permitió darse cuenta de que no era el mejor momento. ¿Qué importancia tiene el discurso? Es de enorme valor. Barack Obama fue un habilísimo orador, desde cuando era estudiante de leyes tenía el don de la palabra, pero además se preparó para ser mejor. Estudiaba el idioma, la vocalización y el lenguaje corporal. Su esposa Michelle también escribía y hacía discursos desde la universidad, sólo que tenía un defecto, era muy agresiva. Hacía comentarios racistas hacia los blancos, porque estaba resentida, ya que ella había sido muy atacada por ser negra. Además hacía bromas y comentarios sarcásticos ofensivos. Durante seis meses estuvo sin participar en actos públicos porque estuvo recibiendo un curso intensivo de dicción. Y cambió definitivamente su manera de hablar. Ahora el presidente Joe Biden ha ganado el puesto político más importante de su país gracias a su experiencia, su trayectoria y a su excelente capacidad oratoria. Estudia con mucho cuidado la audiencia a quien se va a dirigir, elige los conceptos y las palabras. Sabe dar la entonación correcta a los vocablos y acompañarlos con los gestos correspondientes. Incluso cuando se permite hacer bromas, estas suelen ser graciosas, oportunas pero no insultantes. Por si fuera poco logró desde la adolescencia vencer un obstáculo, la tartamudez. En su infancia sufrió acoso escolar por ser tartamudo, al grado de que le apodaban “Bye, Bye, Biden”. Se ejercitó frente al espejo y tomó clases con un terapista de lenguaje. Gracias a su habilidad legislativa y a su eficiente manera de hablar logró acuerdos y leyes de gran trascendencia en combate al narcotráfico, al crimen organizado y al terrorismo. Es un firme opositor a las guerras intervencionistas en un país que se define a sí mismo como guerrero y el gran entrometido internacional. Venció a Trump, un inexplicable presidente, que hacía gala de su grosería y su vocabulario pedestre, incomprensible en un empresario exitoso y menos en un funcionario de alto nivel. Entre muchos defectos que tuvo, Mr. Donald perdió también por su pésima oratoria. Las televisoras estadounidenses dieron una cátedra de veracidad cuando cortaron su discurso en el cual acusaba fraude. Esto es algo que no hemos visto y seguramente no veremos en nuestra nación. Que los candidatos a puestos públicos hablen bien. La característica de nuestras campañas políticas es que los aspirantes elaboren sus discursos con el lenguaje más vulgar e incorrecto, pretendiendo que parezca habla popular. Desde luego que hablar con mentiras, acusaciones falsas e insultos, jamás ha llevado a una estación de radio o de televisión a interrumpir al orador, por mentiroso. Los gobernantes, ya no candidatos, una vez instalados en el puesto hablan incesantemente, a diario y de todos los temas, evidenciando su falta de información, su pobreza analítica y por supuesto una muy limitada capacidad para el discurso. Nuestros políticos hablan muy mal. Yo recuerdo dos gobernadores que fueron extraordinarios oradores el lic. Otto Granados Roldán político de oficio y el Sr. Felipe González González empresario. A nivel nacional, estatal y municipal seguimos careciendo de funcionarios que gocen el acertado uso de la palabra.