- La última entrega de la poeta mexicana, Eva Castañeda, cuenta las historias de lo cotidiano. Se asume como poesía, juega con la prosa y termina definiéndose en los ojos del lector
- “Tengo esta voluntad de recontar la historia entendida como acontecimiento social, pero también como un acontecimiento individual. Lo que me pasa a mí, lo que te pasa a ti, lo que nos pasa a todos, eso es Decir otro lugar”.
En la 52 Feria del Libro Aguascalientes SPATIUM IV Eva Castañeda presentó su último trabajo literario publicado en Elefanta: Decir otro lugar. Este es un libro desobediente que recopila las experiencias personales e impersonales de una sociedad que no se nombra. A través del libro, presunto poemario que utiliza la prosa como narrativa, la autora habla de las dos caras más visibles en la cotidianidad: el amor y la política. Las historias de las calles, los momentos en los autobuses, las conversaciones que se pierden.
Dar lectura a Decir otro lugar es evocar imágenes que en otros textos la poeta y académica ya había dejado estelas de interés personal. Baste recordar el poema Teoría de lo discontinuo:
La única vez que estuve en mi peso ideal
fue cuando descubrí que tenías
un romance con la reportera.
Es que me deprimí.
En ese tiempo el silencio atravesaba la ciudad y yo
andaba por ella pensando en el amor y la política
o mejor dicho, lo político.
La diferencia de su más reciente obra radica en que, a través de lo que pudieran interpretarse como historias pequeñas, se busca crear un diálogo que imprime todo lo que pasa en un lugar que no se nombra, pero que todos conocen. La violencia, las grandes ciudades, las conversaciones sobre la pérdida y la belleza restante a partir de lo perdido son las temáticas del libro.
“Eva Castañeda (Ciudad de México, 1981) es una de las voces más sólidas de la lírica mexicana actual”, dice Carlos Azar Manzur; en entrevista para LJA.MX, la autora cuenta sobre el trabajo que tardó casi cuatro años en concretar.
Adrián Flores (AF): Decir otro lugar es un poemario que se logra a través de la prosa y que parece también usar microrrelatos para contar algo ¿cómo pensaste este libro? Y más allá de eso ¿cómo lo fuiste logrando? ¿Hubo cambios en el proceso?
Eva Castañeda (EV): Desde el principio yo tenía muy claro que lo que quería hacer era un libro, más bien, que se moviera en una frontera híbrida, y quizá dándole mayor peso a la prosa que a la poesía. Escribo ensayo y escribo poesía; han sido más de poesía y el ensayo se ha movido por un camino más académico. Sin embargo, para el caso de Decir otro lugar creo que estaba muy consciente del hecho de que quería que fuera un libro más tendiente hacia la narrativa o a la prosa.
La razón, es que lo que quería contar era estas historias, tú las has llamado ahora microrrelatos. Yo en un primer momento no me lo plantee así pero a medida que he tenido algunas entrevistas, o en otras charlas con amigos escritores, me han hecho notar que quizá está esta parte. Inclusive algunos han dicho que –las historias vertidas en el libro– son una especie de cartas, que hay una cosa ahí epistolar…
Pero, en concreto, había una intención deliberada y consciente de mi parte de escribir un libro que tendiera más hacia la prosa porque lo que yo quería contar eran historias. ¿Por qué estas pequeñas historias, o microrrelatos, como tú las llamas? Porque me parece que quizá mi pretensión era contar estas narrativas que se escriben más en lo cotidiano y que aparentemente pueden ser anodinas o intrascendentes, por cotidianas, y por eso pequeñas. En ese sentido la forma literaria responde a una ‘política literaria’ que pretende definir al libro en un poemario.
AF: Como tal no lo pensaste como un poemario y tampoco lo definirías así, ¿cierto?
EC: Es un libro que cuenta historias, híbrido. Lo que pasa que en las librerías no vas a encontrar un estante que diga Libros que cuentan historias; o es narrativa o es poesía. En este caso yo no lo pensaba como libro de poesía, incluso, hablándolo con el editor, ya cuando teníamos el libro nos preguntábamos cómo lo íbamos a presentar porque en las librerías no hay un estante para literatura híbrida.
Ahora, tampoco es que yo esté descubriendo nada nuevo, la poesía en prosa tiene cerca de dos siglos. Lo que pasa es que estoy apostándole a eso, a la poesía en prosa, pero que tiende más a la historia entendida como narrativa y que tiene que ver con la literatura contemporánea que se está escribiendo.
AF: Cuando dices Decir otro lugar ¿qué buscas? ¿cuál es ese espacio?
EC: En el libro todo el tiempo estoy hablando de un lugar. Es decir, hay una especie de señalamiento en un aquí, un allá, un ahí, aunque nunca especifico de manera concreta el nombre de ese lugar. Nunca digo México. No hablo de un país o de un territorio en concreto, estoy hablando de un lugar donde suceden cosas. Un lugar que está atravesado, quizá, por lo cotidiano, por lo anodino, por lo violento.
En ese sentido, creo que el decir, que es un verbo en infinitivo, da idea de cómo a partir de la palabra podemos de alguna manera nombrar un sitio que puede ser muchos sitios y que no es ninguno en específico. Así como deliberadamente de mi parte había una conciencia respecto a la forma que quería seguir en este libro, creo que también hubo una conciencia respecto del lugar, del sitio geográfico aparentemente intangible, pero que al mismo tiempo cualquier lector de cualquier latitud, de cualquier lugar, puede identificarse con eso que está leyendo. Es un lugar tan grande que cabe lo que sea, por eso mi necesidad de hablar de él.
AF: En el libro la violencia, la cotidianidad, la ciudad que no se nombra y hasta la historia de amor que hay, funcionan como lugares, ¿qué es lo que los une?
EC: El libro quizá admitiría dos lecturas; la primera sería una lectura política y la otra una lectura amorosa. Por un lado lo político está anunciado desde un sitio, no sabemos cuál es. Quizá los que vivimos en México podemos de alguna manera entender que está hablando de este lugar. Pero lo político sucede en todos lados.
Respecto al tema de lo amoroso, son esos espacios que incluso están hechos a partir de lugares comunes, es decir, estos sitios tan visitados de lo amoroso, del derrumbe, de la pérdida, pero que no necesariamente tiene que ser algo desastroso. En el libro se busca mirar a la pérdida también como algo bello. En la pérdida también reside algo de belleza, y la pérdida es también un lugar porque lo amoroso se resguarda en una infinidad de lugares. Ese es el hilo que une al libro: lo político y lo amoroso.
AF: Se publica en Elefanta Editorial ¿cómo recibieron tu propuesta?
EC: Lo puse un poco en un predicamento porque justamente –el editor– me cuestionó cómo podíamos ubicarlo –al texto–. El editor es Emiliano Becerril, que es además el fundador de Elefanta Editorial; el director de la colección de poesía es Carlos Azar. Cuando Carlos me invitó a participar en la editorial lo hizo a partir del hecho de que yo escribía poesía. Cuando lo entrego entonces ya es un poco el asombro de no saber en qué sitio ubicarlo, pero fue atendiendo la primera invitación que se hizo por mi carrera en la poesía, que nos quedamos con el título de poesía.
Si bien en las presentaciones que se han hecho aparece como poemario, es un monstruo medio extraño. Por ahí algunos han dicho que es un libro medio desobediente porque se mueve entre estas dos aguas -de la narrativa y de la poética-, y por eso el título me gusta.
AF: Fundamentalmente has dedicado tu tiempo a la academia ¿unes ambas, literatura y academia, en Decir otro lugar?
EC: Totalmente. Durante mucho tiempo me conflictuó el hecho de no saber bien a bien en dónde estaba; por un lado estaba haciendo una carrera académica, dando clases en la universidad, terminé un postdoctorado que claramente me sitúa ya en la academia en pleno; y por otro lado escribía.
Entonces, esta indefinición rara de moverme en dos espacios y no estar ni en uno ni en otro resultaba intrigante.
A medida que fue pasando el tiempo fui conciliando estos dos espacios que, aparentemente, durante mucho tiempo, fueron irreconciliables, no sólo para mí, sino también un poco para la crítica. Había como un pleito casado entre escritores versus académicos y que yo creo que terminé comprando. Lo asumí en términos de identidad.
Luego me di cuenta que no, que el hecho de tener una formación tan rigurosa, académicamente, me ha permitido tener una mirada muy amplia sobre el ejercicio literario. Ya no representa un problema para mí.
AF: ¿Cuánto tardó Decir otro lugar?
EC: Cerca de cuatro años. Fueron muchas lecturas, relecturas, escrituras, borradores. Desechar, pensar. Se escribió a la par de mi estancia postdoctoral sobre escritura producidas en contexto de violencia de estado, y un poco a partir de la lectura teórica de textos académicos fue que me fui cuestionando sobre qué es lo que diría yo como creadora respecto al momento que me ha tocado vivir en este país, pero también en este continente y en este siglo. De alguna manera el tema de lo histórico, lo político, lo estético, están dialogando en este libro a partir justamente de mi ser académica trascendida a la creación literaria, amorosa.
AF: Lo cotidiano, ahí siempre hay algo que contar
EC: Las historias, en este momento, se pueden contar desde otro lado. Ya sean políticas o amorosas, porque también lo cotidiano tiene una política. La decisión de salir, de no salir, de vivir aquí, de ir a otro lado, de decir lo que quieres decir es político también, pero ¿cómo nos vamos contando esa historia? Y luego ¿cómo las contamos?
Tengo esta voluntad de recontar la historia entendida como acontecimiento social, pero también como un acontecimiento individual. Lo que me pasa a mí, lo que te pasa a ti, lo que nos pasa a todos, eso es Decir otro lugar.