Hace algunas semanas deambulaba por las calles de la capital de una de las entidades federativas más pequeñas de la República; debo aclarar que estaba sobre mi patas de hule, no vaya a usted a creer que andaba a patín y sin cubrebocas, no de ocio, no de paseo, más bien en la búsqueda de la despensa para resurtir la alacena; durante el trayecto pensé haber tenido una regresión en el tiempo, todo se veía como hace un año, personas caminando sin protección alguna contra el ya conocido virus que nos tiene en jaque, niños corriendo en las aceras con singular alegría mostrando al aire sus dientes blancos, sus mamás dos metros atrás en el chal, ellas mostrando sus labiales de colores encendidos; los negocios repletos de personas hombro a hombro como si quisieran ocupar el espacio del otro, una estampa sin duda emotiva, colorida y para estos tiempos antihigiénica. El sol a plomo, las calles rebosantes de vida gracias a las personas que decidieron por fin dejar sus miedos y retar cara a cara al Covid como si este se hubiera ido o estuviera dominado por la ciencia. Ya en la tienda de autoservicio el acceso era más relajado, sí, con la revisión de la temperatura, la embadurnada de pegajoso gel y el trapazo al carrito, pero sin restricción para el ingreso por número de integrantes de familia; de un tiempo para acá mi mujer y yo ya no teníamos que fingir ser desconocidos para entrar al supermercado, los papás podían entrar a la tienda con todo e hijos de diferentes edades, seguramente ha vivido o vivió la experiencia adentro del establecimiento, una vida normal, con cubrebocas pero algunos no instalados correctamente, la nariz de fuera para poder percibir los olores del departamento de fruta y verdura, de carnes, el área de pescados y mariscos, qué me dice de perfumería, es importante percibir el aroma del desodorante o de la crema que va a adquirir. Una normalidad determinada por nosotros mismos, el transitar en el límite de lo permitido como nos gusta a los mexicanos, para sentirnos retadores, alfa-machos, alfa-hembras y alfa-infantes, todos somos como Juárez cuando se trata de hablar del viento. Afuera de la tienda de autoservicio que frecuento está una cafetería, de esas que tienen espacio para sentarse y no solo ordenar la bebida que a muchos nos quita el sueño y altera el sistema nervioso central, también puede encontrar pizzas y platillos más elaborados; me sorprendió la normalidad de siempre, no la nueva, aquella donde las mesas cercanas unas de otras se encontraban con comensales de todas las edades, compartiendo y degustando sus alimentos al aire libre, caray, no había motivo para extrañar la realidad que supuestamente perdimos a partir de finales de marzo, no señor. Al parecer todo normal, nada que pudiera empañar esos gratos momentos de convivencia, las compras en el supermercado, las andanzas por las calles, por acá el virus no asusta, tan es así que muchos se aventuraron al disfrutar el Buen Fin como lo dictan los cánones, a gastar que esto se va a acabar, ahora o nunca, meses sin intereses, compras innecesarias, un lujito después de este “encierro” muchos creyeron que se valía, fiestas, reuniones, bodas, XV años, salones de fiesta repletos, eventos masivos, restaurantes casi a su máxima capacidad, todo normal, todo bien…
Entiendo perfectamente la postura de reactivar la economía, es más que necesario, a todos nos está afectando de una u otra manera, es un suicidio parar todo y no hacer que el dinero se mueva, eso es un hecho, pero creo que debemos implementar nuevos esquemas para poder detonar esta economía que tanto nos atañe y mantener a salvo nuestra vida. Y es aquí donde viene la disyuntiva, no nada más para las autoridades de los gobiernos locales, estatales y federales, también para la iniciativa privada y para la población en general, qué hacer con una pandemia que se ha salido de control, cómo evitar más contagios y muertes, cómo hacerle para que todos nosotros entendamos que esto no se ha terminado, que las vacunas aún están en fase de experimentación, que no podemos tomar remedios caseros para un virus tan agresivo, que no podemos ingerir dióxido de cloro nada más porque alguien dijo que era bueno para aumentar la capacidad pulmonar, hoy por hoy no existe una cura para esta enfermedad, pero sí podemos volver a hacer conciencia de la situación y cuidarnos todos; recuerda los primeros días de confinamientos y las absurdas compras de pánico de papel higiénico, bueno no quiero decir que regresemos a eso, pero sí a tomar conciencia de la situación. De reversa mami, vámonos de reversa, semáforo rojo por andar de argüenderos y fiesteros, si hace memoria seguramente conoce a alguien a quien ya se contagio y salió adelante, otros que tal vez se vieron más afectados y desafortunadamente algunos que murieron. No es un mito, el problema existe, cada vez son más las víctimas mortales de esta enfermedad y nadie hace nada…
En realidad, sí hacemos, pero no lo suficiente, de ser así no hubiéramos regresado a semáforo rojo y mire que en este caso no es culpa de las autoridades, es responsabilidad de cada uno de nosotros, ya sabe lo que debemos hacer, todos sabemos las medidas de protección que debemos tomar para no contagiarnos pero de pronto la “cotidianeidad” nos gana y perdemos la dimensión de las cosas.
Al igual que usted, yo también ya quiero salir de esta “nueva normalidad”, una persona me decía que tal vez ya nos íbamos a quedar así para siempre, bueno para muchos esa realidad no ha cambiado del todo, siguen haciendo su rutina de manera habitual y sin protección, nada más hagamos conciencia que esto existe, que nuevamente estamos en semáforo rojo y que nos lo ganamos a pulso, que debemos cambiar nuestros hábitos de seguridad e higiene para regresar a un momento donde los estudiantes puedan volver a las aulas de manera segura, que la economía se reactive al 100%, que nuestra vida social retome su cauce y que cuando caminemos por las calles podamos ver las sonrisas de todos nosotros sin ser algo osado o mal visto por el resto de los que ocultan su rostro con un cubrebocas. Cuídese, nos regresaron a semáforo rojo porque nos pasamos de listos…
@ericazocar