Cada semana que pasa nos acerca más y más al 2021. Los mexicanos (no todos, pero sí una marcada mayoría) indolentes e insolentes como muchas veces actuamos ante las circunstancias que nos propone la realidad, parecería que nos mostramos hartos de las adversidades que nos propone el día a día. Las restricciones derivadas de la pandemia que nos ha arrinconado durante los últimos ocho meses y medio, nos han llenado, como decimos coloquialmente, “el buche de piedritas”. La sana distancia, la convivencia personal y hasta familiar que ha debido dejar fuera el contacto, tan estimado entre nosotros, del abrazo, del beso, del saludo de mano; el abandono de las escuelas y las fiestas, las celebraciones y festejos, tan nuestros; el cubrebocas como parte necesaria e indispensable de nuestro ajuar diario, que nos limita al esconder el gesto dejándole todo el trabajo a los ojos, a las manos. Hay cansancio.
Y sí, este hartazgo y nuestro carácter y temperamento, amén de la ausencia de una estrategia clara de nuestras autoridades sanitarias y políticas, nos han ido haciendo relajar nuestras precauciones y actitudes ante la pandemia. Los mercados y tianguis están llenos de adultos y niños: “hay que comer ¿no?”, argumentamos. En los parques urbanos, los niños corretean y conviven en libertad y sin cuidados mínimos. El encierro ha sido largo. Las calles están otra vez llenas de transeúntes y vehículos, muchos sin cubrebocas. “No pasa nada”, dicen.
La noche del sábado 14 de noviembre, el director de Promoción de la Salud, Ricardo Cortés Alcalá, refirió que México ha sobrepasado el millón de casos oficialmente confirmados, para ser exactos 1 millón 3,253 de contagios desde que empezó la pandemia, y la alarmante cifra de 98,259 decesos por este mismo mal, cerca de cien mil. Sólo en Aguascalientes, se sumaron 21 decesos, alcanzando 1,341 víctimas del virus. Ciertamente hay una responsabilidad de parte de las autoridades para contener y atender la emergencia sanitaria, pero socialmente, también es posible observar una clara irresponsabilidad de cada uno de nosotros para combatir los efectos mortales de la pandemia. Cuántos desbocados por la publicidad al Buen Fin, en centros y zonas comerciales. Habrá consecuencias hacia finales de mes.
Por si la pandemia por sí misma no bastara para engordar nuestras preocupaciones, la madre naturaleza, aporta lo propio y en el sureste del país, ha vertido y desfogado millones de metros cúbicos de agua, ha inundado o anegado sin distingo ciudades, poblados y caseríos en Chiapas y Tabasco, y dejado al arbitrio de las circunstancias a miles de familias humildes casi todas, sin posibilidades y recursos para afrontar las inclemencias del clima. Sólo para animar a la población de las zonas afectadas, Blanca Jiménez, directora general de la Comisión Nacional del Agua, pidió a los tabasqueños “adaptarse a las inundaciones, porque aquí les tocó vivir.” (Reporte Índigo, 14 de noviembre 2020) Así la sensibilidad de las autoridades responsables ante la tragedia: primero los pobres.
Así, más de trescientas mil personas viven día tras día una realidad que los acosa, y que deben afrontar solos, las autoridades han sido rebasadas, no hay forma de responder, van al día. Despensas insuficientes para alimentar a la gente, no hay caminos transitables y seguros, las enfermedades gastrointestinales y las condiciones generales sanitarias están colapsadas. La tragedia pues, va y se acrecienta.
Por su parte, los gobiernos viven su propia realidad, y están enfrascados en una serie de asuntos que, en su estima, son de la mayor relevancia, incluso, frente a la tragedia que viven miles de mexicanos. El presidente López, a pesar de su demagógico discurso, está enfrascado en su pleito con una gran parte de mexicanos que lo cuestionan y señalan constantemente. Pero, sobre todo, ha centrado su pelea en el presupuesto del 2021. Independientemente de los cuestionamientos que le han allegado, por una parte, los 10 gobernadores de la Alianza Federalista, los diputados afines al proyecto de la 4T, aprobaron el presupuesto tras un desgastante trámite legislativo y las consabidas mañanitas al presidente; un dictamen que, afecta directamente a todos los estados y municipios del país, con reducciones significativas que redundarán en menor inversión en educación, salud, infraestructura, seguridad en cada entidad o localidad. El centralismo del Gobierno Federal se ha impuesto a rajatabla.
Para opacar la trascendencia de la discusión, el Gobierno Federal, a través de su brazo “jurídico” de la Fiscalía General de la República, apuntó su discurso propagandístico de la “lucha contra la corrupción”, contra funcionarios de primerísimo nivel de la administración pasada, alcanzando tonos como el de “traición a la patria”, contra el expresidente Enrique Peña Nieto y el exsecretario de Hacienda y Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, desviando la atención de los temas que en sentido estricto afectan y dañan más a los mexicanos, no así al ego del presidente López.
En los dos años del gobierno de la 4T, por la fallida gestión del hoy aspirante a la candidatura del gobierno de Sonora, tenemos 67,133 muertes violentas en el país, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema de Seguridad Pública federal; y, si agregamos los 98,259 decesos derivados de la pandemia, este gobierno tiene en su haber 165,392 muertes de mexicanos, y que, muy probablemente, se podrían haber evitado en un importante porcentaje, sí las autoridades hubieran actuado con responsabilidad y a tiempo.
Así, la pandemia, Tabasco y Chiapas, la inseguridad pública, han sido ocultados tras la brumosa posibilidad de un crimen a la patria, la patria del López, para seguir el desmantelamiento de las instituciones y herramientas para el desarrollo general del país. Insaciable, presupuestalmente, la 4T nos enfila a un 2021 incierto y riesgoso, bajo un esquema aislacionista de un populismo que cada vez se ve más solo en el ámbito mundial. No perdamos de vista el gran proceso electoral del siguiente año, entonces podremos realmente medir de qué está hecha la Cuarta Transformación, las oposiciones y la ciudadanía mexicanas.
Y no, no van primero los pobres.