Como sabes, hace unos días murió una cantante vernácula, Flor Silvestre, la verdad, te soy honesto, no conozco una sola canción de ella, así que si tú me pidieras que te dieran el nombre de una de las canciones que ella cantaba, la verdad me quedaría sin saber qué responder, o sea, con cara de ¿What?
En medio de una conversación acerca del tema, alguien me dijo que yo era una persona muy cuadrada, me imagino que por no saber quién es Flor Silvestre, y que si mi malinchismo y no sé, algunas otras cosas, en fin. Efectivamente no sé quién es Flor Silvestre ni sé qué canciones cantaba y si eso me hace ser cuadrado, entonces sí soy cuadrado, nada me quita aceptarlo, pero a pesar de esto, yo me asumo como un apasionado y convencido del incalculable valor de la cultura mexicana, lo que sucede es que yo no soy un conocedor de lo que consumen la mayorías y para mí la cultura mexicana tiene otros rasgos y otras formas de manifestarse y no sólo en la voz de una cantante a la que no le resto ningún mérito, vamos, ni siquiera tengo los argumentos para emitir un comentario crítico a favor o en contra de ella, simplemente no la conozco y ya. ¿Esto me hace culpable? Seguramente para la opinión de muchos sí.
Aprovecho esta situación de la muerte de la mencionada cantante para echar un vistazo a la cultura mexicana en algunas de sus muy variadas e inagotables presentaciones, porque la cultura mexicana es tan diversa como lo supone su extensión territorial, es difícil, si no es que imposible, poder señalar con precisión alguna expresión como única y auténticamente mexicana, son varios los rasgos dependiendo de la región del país.
En el caso concreto de la música, esta es muy generosa desde los diferentes ángulos de la identidad nacional. La música mexicana de concierto encuentra en las inagotables fuentes del folclore un mundo de posibilidades. Justamente el nacionalismo en la música es eso, el unir en una misma expresión el lenguaje folclórico con la música de concierto, desde este punto de vista podemos apreciar la música de Silvestre Revueltas, Carlos Chávez, Hernández Moncada, José Pablo Moncayo, Blas Galindo, por supuesto, Manuel M. Ponce, llamado con toda justicia y merecimiento como el príncipe del nacionalismo musical mexicano. Si analizamos el trabajo de cada uno de estos compositores encontraremos evidentes y muy significativas diferencias en sus respectivos discursos musicales, no obstante, no podemos negar que en cada uno de ellos hay una fuerte dosis de esa deliciosa mexicanidad de la que debemos sentirnos profundamente orgullosos, es un punto de convergencia, de equilibrio casi perfecto entre folclor y música culta, académica, de concierto o como se le quiera llamar.
Todo esto sin mencionar toda la inagotable producción musical que se ha hecho recientemente, digamos en los últimos 20 o 30 años, músicos como Samuel Zyman, Eduardo Angulo, Eugenio Toussaint, Héctor Infanzón, Alex Mercado, Mario Lavista, Armando Luna, Federico Ibarra y la lista continúa, no necesariamente de perfil nacionalista, pero sí con el orgullo de ser música hecha en México por Mexicanos, no hay duda de que México ha marcado la pauta en términos del trabajo creativo en lo que a la música de concierto se refiere en nuestro continente, lo digo sin ánimos de demerita el trabajo creativo de algún otro país de América. Por supuesto, en Estados Unidos encontramos compositores como Aaron Copland, George Gershwin, Charles Ives, más recientemente Philip Glass, en fin, el tema es interesante para otro Banquete.
Digamos que lo que escribo y tú generosamente estás ahora leyendo, es ejercer mi derecho de réplica, no creo que por no conocer a Flor Silvestre, o por no poder decir el nombre de una de sus canciones, mucho menos alguno de sus discos, no por esa razón voy a ser cuadrado en mis gustos o en mi manera de apreciar el arte, sobre todo en lo que a términos de música mexicana se refiere.
Esto también es México, la música de Ponce, Revueltas, Galindo, Moncayo, Chávez y todos aquellos iconos de la música de concierto mexicana, también son México y dignamente representan los diferentes rostros de la cultura musical de nuestro país. Ahora bien, mi pregunta es, ¿cuántas de esas personas que aprecian en todo su valor, –por supuesto que lo tiene, no lo voy a negar–, la música vernácula de esta tierra tienen conocimiento de toda esa música igualmente mexicana que ha sido creada por los músicos con formación académica? La respuesta, mi amigo, está soplando en el viento, parafraseando a Dylan.
¿Soy cuadrado? Tal vez, o seguramente lo soy, pero a pesar de esa opinión mi compromiso de difundir a través de los medios de comunicación la otra música, esa que no tiene los reflectores ni la misma atención mediática, pero dueña de un valor y una riqueza incuestionable, sigue vigente, compromiso renovado y fortalecido. La otra música, la popular, –no hablo de la populachera, esa no merece ni la menor atención– tiene muchas más oportunidades de difusión, así que yo permanezco fiel a mis valores y convicciones, aunque además de cuadrado pueda parecer ingenuo o que lucho por una utopía, no importa, finalmente esa es mi razón de ser en los medios de comunicación y tengo el firme propósito de morir en el intento.
Así que con toda la convicción del mundo seguiré buscándole la cuadratura al círculo a pesar de no poder identificar una sola canción cantada por Flor Silvestre.