Sergio Reyes Ruiz
Vocal de Ecología y Medio Ambiente de la Academia Nacional Mexicana de Bioética Capítulo Aguascalientes
Como fenómeno de la globalidad, no sólo por su extensión sino por la interacción humana para su generación y abordaje, el Cambio Climático resulta un tema que presenta conceptos básicos para su consecuente análisis bioético. Las distintas crisis que ha detonado la pandemia del Covid 19 hacen más urgente que nunca la incorporación de la Bioética frente a la Emergencia Climática en ciernes.
El Cambio Climático es un fenómeno complejo: multifactorial en sus orígenes, imbricado en su desarrollo y múltiple en sus efectos, la gran mayoría de ellos nocivos para la vida en el planeta y la supervivencia humana. Dicha complejidad convoca a un abordaje necesariamente interdisciplinario, ya que una sola disciplina o rama del conocimiento humano carece del enfoque y las herramientas metodológicas y tecnológicas para abordarlo. Adicionalmente, presenta altos grados de incertidumbre, no sólo por las campañas negacionistas y conspiranoicas usualmente financiadas por la industria de los combustibles fósiles y sus poderosos equipos de cabildeo político, sino porque la complejidad señalada obliga a la Ciencia a admitir no tener datos, modelos o herramientas suficientes para predecir ciertos escenarios; lo anterior deriva en la emergencia de problemáticas focalizadas no previstas con grandes afectaciones para los ecosistemas y para las comunidades humanas, como por ejemplo la concentración atípica del sargazo en el Caribe mexicano. Complejidad, interdisciplinariedad e incertidumbre, como se verá más adelante, son conceptos con los que la Bioética está familiarizada, tanto en el análisis y debate teóricos como en la praxis.
Los impactos del Cambio Climático, ya en los entornos naturales como en los humanos, precisan además la consideración de otros cuatro conceptos para el análisis bioético. El primero es la resiliencia, entendida como la capacidad para recibir estímulos, insumos o intervenciones adversas y perturbadoras sin que eso afecte significativamente la funcionalidad y estructura que permita regresar al estadio inicial. Asociado a este concepto está el de vulnerabilidad, que es la susceptibilidad, por motivos históricos, culturales, ambientales, sociales o económicos, de no poder afrontar los efectos adversos del Cambio Climático, o de hacerlo a costa de grandes sacrificios que, frecuentemente, generan nuevas situaciones problemáticas. El análisis bioético debe considerar que diferentes ecosistemas y comunidades humanas presentan distintos grados de resiliencia y vulnerabilidad. Ante los efectos negativos del Cambio Climático, las sociedades humanas pueden elegir dos caminos teóricos, aunque en la realidad por lo general se presenta una mezcla de estrategias: mitigación y adaptación. La mitigación consiste en implementar mecanismos para reducir las causas y, por tanto, los efectos del calentamiento global; generalmente implica mayores costos y resultados a largo plazo. Por otro lado, la adaptación consiste en implementar mecanismos para reducir la vulnerabilidad de los ecosistemas y poblaciones más expuestos a las consecuencias negativas inmediatas del Cambio Climático; por lo general, es menos costosa que la mitigación, pero los resultados sólo son de corto plazo. Especialistas y equipos bioéticos, principalmente cuando participan en políticas públicas y cuando son fuentes de referencia para las y los tomadores de decisiones, deben tomar en cuenta el contexto socioambiental y buscar un balance adecuado entre mitigación y adaptación, en beneficio de ecosistemas y sociedades por sobre los intereses políticos, electorales o meramente económicos.
Han sido ya varias las voces que han notado las similitudes entre los dilemas médicos, a los que la Bioética está acostumbrada, y los climáticos, que precisamente requieren de las herramientas, aprendizajes y experiencias de la Bioética. Daniel Callahan expuso que “tanto la mitigación del calentamiento global como las mejoras en la salud comparten algunos problemas y dilemas éticos similares”, por lo que es natural que haya llamados como los de Mildred Solomon, que urge: “Los bioeticistas deben salir de su cueva para involucrar a los científicos del medio y a ecologistas para que puedan abordar las importantes cuestiones morales planteadas por el cambio climático”. En esta línea, se recuerda que la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos, en su Artículo 17, habla sobre “Protección del medio ambiente, la biosfera y la biodiversidad”, indicando que se “habrán de tener debidamente en cuenta la interconexión entre los seres humanos y las demás formas de vida” así como la consideración del “papel de los seres humanos en la protección del medio ambiente, la biosfera y la biodiversidad”. A la luz de lo anterior hay conclusiones, como la de Michael Cook, que afirman que “con el cambio climático, a menudo descrito como el mayor desafío moral de nuestro tiempo, es inevitable que la bioética se involucre”.
En la mesa de las cumbres y conferencias de las partes se pueden identificar dilemas en torno al cambio climático en los que la Bioética puede y debe aportar. ¿Qué valores deben imperar en la construcción de políticas públicas ambientales: antropocentristas fuertes, antropocentristas débiles, sensocéntricos, biocéntricos o ecocéntricos? ¿Cómo equilibrar la mitigación con la adaptación a los efectos del Cambio Climático? (Decidir qué sacrificar ahora o qué sacrificar después). ¿Cómo balancear la inversión entre los cambios socioculturales y las soluciones tecnológicas? ¿Qué análisis debemos hacer sobre las escalas de prioridades que actualmente tenemos (y que nos han llevado a esta crisis climática)? ¿Deben los países (o regiones) que más han contribuido históricamente al Cambio Climático aportar más para su abordaje? ¿Deben aportar más los países (o regiones) que están más desarrollados? ¿Deben aportar más los países (o regiones) que actualmente emiten más contaminantes?
La Bioética, con base en el diálogo, el debate y la praxis, ha desarrollado en el entorno médico, por décadas, un corpus de conocimientos y un catálogo de herramientas que despiertan expectativas en su participación en los dilemas climáticos. Se espera su incidencia, desde luego, en casos o condiciones específicas en la intersección del cuidado de la salud con el Cambio Climático, como la fiebre del valle o la propagación del dengue, el chikungunya, y el zika, pero también la aplicación y transferencia de su experiencia y habilidades hacia el abordaje de dilemas con altos niveles de complejidad e incertidumbre, a través del trabajo interdisciplinario. Se aquilatará su perspectiva para debatir críticamente sobre los valores, objetivos y metas del desarrollo sostenible. Adicionalmente, se espera que la Bioética ofrezca una crítica reflexiva de algunos de los remedios más optimistas y tecno-optimistas. De igual manera, los aprendizajes de la Bioética para incorporar la dimensión espiritual, incluso religiosa, al abordaje sociocultural de los debates serán fundamentales para los dilemas climáticos.
La Bioética, hoy más que nunca, debe recordar el amplio significado de su prefijo. Sin su participación, no habrá más Bios en el planeta. Es tiempo de actuar, ya. De manera bioética.