A las 11:24 horas del sábado 7 de noviembre de 2020, el conductor Juan Carlos López de la cadena de noticias CNN, detuvo su entrevista en torno a la lentitud del avance del conteo de los votos en los diferentes estados norteamericanos inmersos en ese proceso, para anunciar que, de acuerdo a la tendencia en Pennsylvania, la proyección de los resultados daban como ganador al candidato demócrata Joe Biden, otorgándole los 20 votos del colegio electoral y rebasar la mágica cifra de los 270 votos electorales de los 538 que tiene Estados Unidos para definir quién habría de ocupar la silla presidencial en la Casa Blanca a partir del 20 de enero del 2021.
El aún presidente Donald Trump, confiado, temprano había salido de la Casa Blanca para jugar golf, pasatiempo y negocio central del magnate. En algún “green” le llegó la información del triunfo de su oponente y ahí, en ese momento, acabó el juego. Pero la noticia trascendió enseguida las fronteras de la Unión Americana y casi, en el mismo momento, el mundo sabía del resultado. Era claro que, a partir de enero del siguiente año, las cosas van a ser diferentes, muy diferentes.
A partir de ese momento, las 11:24 horas del sábado pasado, y una vez concluidos 4 días que detuvieron la respiración de muchos, empezaron a llegar las felicitaciones y parabienes de los líderes y gobernantes del mundo para el candidato triunfador. El primer ministro de Canadá, fue el primero en llamar al demócrata Biden, y tras él, presidentes, primeros ministros, jefes de gobierno del mundo entero, en un acto de cortesía diplomática, felicitaron al pueblo estadounidense por su copiosa participación en el ejercicio electoral de su país, así como al próximo presidente de esa poderosa nación.
El pueblo norteamericano, que suponemos, también es un pueblo sabio y bueno, eligió con alrededor de 75 millones de sufragios, a quién habrá de gobernarlos, al menos, hasta el 2024. El sistema electoral norteamericano, no tiene una instancia nacional para conducir la elección de su presidente, el federalismo estadounidense, efectivo, permite a cada Estado de la Unión, organizar y desarrollar sus procesos electorales, conforme a sus propias reglas y leyes. No hay una elección presidencial, la hay en por lo menos 50 estados y un distrito federal, luego, se deben considerar 51 elecciones independientes y autónomas, cada una de ellas con derecho a postular a un determinado número de electores al Colegio. Es un sistema complejo, pero es su sistema, y les ha funcionado así a lo largo de su historia y tiene a ese país en el lugar que hoy ocupa en el mundo.
La noticia tomó al presidente López Obrador en una gira de trabajo por Nayarit, suponemos que previamente organizada, ya que, en el sureste del país, los efectos destructores del huracán Eta, ya habían causado estragos en Chiapas y Tabasco, poniendo a la población de la región en un estado de indefensión y vulnerabilidad sumamente grave. Agua, electricidad, vivienda, comunicaciones, abasto de alimentos y medicamentos, todo está comprometido, desde el primer impacto del meteoro a la fecha. El presidente debió interrumpir su gira por Sinaloa, para trasladarse muy a pesar de su estilo, en un avión militar a Villahermosa, para atender la situación. En pleno vuelo, recibió la noticia de la derrota de “su amigo” Trump en las elecciones, y el inminente arribo a la Casa Blanca de Joe Biden. Sólo hasta las 18 horas del propio sábado 7 de noviembre, el presidente López hizo una declaración en referencia a las elecciones en el país vecino. “Vamos a esperar a que se terminen de resolver todos los asuntos legales (de la elección), no queremos ser imprudentes, no queremos actuar a la ligera…” Agregó, muy a su estilo, que “no se subirá a la ‘cargada’”, más adelante recordó que, en la elección del 2006 padeció de las “cargadas” cuando “nos robaron la presidencia”. ¿Qué mensaje quiso compartir el presidente López con esta declaración? ¿La pensó o sólo se le escapó? Sabemos bien que en política no hay espacios vacíos y nada es casualidad; ¡ah! y también hay consecuencias.
En principio que el mensaje ha sido recibido en el equipo del demócrata, los representantes por ese partido, Joaquín Castro, y Jesús “Chuy” García, enviaron sus comentarios vía Twitter al respecto. Castro señaló, “…negativa del presidente López Obrador es un fracaso diplomático” de la 4T, mientras que García advirtió lacónico en su mensaje al presidente de México, “Los votantes estadounidenses han hablado y Joe Biden es nuestro presidente electo. Ganó justa y honestamente. No deje que se le vaya el tren.”
En seguida, con el arribo del nuevo gobierno, es inminente un ajuste serio en la agenda de las relaciones económicas internacionales entre ambos países. La agenda del demócrata en materia de energía y asuntos laborales, es significativamente diferente a la del republicano saliente, y que se ajustaba “como anillo al dedo” de la 4T. Trump apoyaba el uso de energías basadas en la inversión en el desarrollo y explotación de combustibles fósiles, visión que compartía a pie juntillas el presidente López, de ahí su valor para impulsar la refinería de Dos Bocas, o el aumento en la explotación de las minas carboníferas para surtir de combustible a la CFE, ya no digamos el apoyo extraordinario para resucitar a Pemex. En asuntos laborales, a los demócratas ya les anda por hacer efectivos los ajustes laborales relativos al T-MEC, sobre todo en la jornada laboral de 16 USD x hora en el sector automotriz, y otros pendientes que les urge revisar (o sancionar).
Joe Biden trae el proyecto de recuperar el Acuerdo de París y todo lo relativo al cambio climático, y por supuesto impulsar el uso de energías limpias (¿Pemex?) Seguro la secretaria Rocío Nahle, estará inquieta. En fin, el triunfo del presidente demócrata norteamericano, implicará una obligada transformación de la 4T en el corto plazo. El vecino pronto se hará notar en el ánimo del presidente López.
Mario.bravo58@hotmail.com