Ya denuncié, ¿qué sigue? Favela chic  - LJA Aguascalientes
14/11/2024

Conocí a Lisi Esnaurrizar en los foros de World TV, donde fui invitada en agosto de 2019 a participar en un debate llamado “¿El feminismo actual es feminismo radical?”, con motivo de la Marcha Feminista o Marcha Glitter, que se llevó a cabo días antes en la CDMX a raíz de la violación de una joven por cuatro policías en Azcapotzalco. Esta protesta masiva, que fue respaldada en las redes sociales con el hashtag #NoMeCuidanMeViolan, despertó una gran indignación entre los grupos conservadores, que catalogaron de vándalas a las numerosas manifestantes por haber plasmado en el Ángel de la Independencia un sinnúmero de pintas y consignas. Ante sus ojos, el ultraje de un cuerpo femenino era un suceso bastante secundario en comparación con el ultraje de un monumento histórico, según se infería de sus críticas y comentarios. Bajo el lema de “¡Ésas no son formas!”, han repudiado una y otra vez las protestas feministas, como si los buenos modales sirvieran de algo para combatir la violencia de género y su efecto más atroz: haber logrado que un amplio sector de la sociedad la acepte con una mezcla de fatalismo y resignación.

Lisi Esnaurrizar acaba de publicar Ya denuncié, ¿qué sigue?, un relato donde nos invita precisamente a cuestionar este sórdido concepto de normalidad y a emprender acciones jurídicas en contra de cualquiera que deliberada y sistemáticamente ponga en riesgo nuestra integridad física, psicológica y emocional. Con un talante realista, su narración muestra la serie de reacciones que desencadena una denuncia pública, así como la doble moral de los implicados, para demostrar que “las buenas formas”, las vías institucionales para protestar y defenderse de la violencia en nuestro país, están sumamente viciadas y deben reformularse desde una perspectiva de género, pues los funcionarios públicos se sirven de argucias legaloides para inculpar a las propias denunciantes (el fenómeno de la “revictimización”), con la finalidad de que ellas terminen por aceptar las cosas como son y desistan de sus propósitos con la reputación enlodada y llevando a cuestas un sentimiento de culpa: “La misma ‘justicia’ –se lamenta Lisi– te pone mil barreras para que te estanques y tu violentador, en cambio, pueda caminar libre mientras tú caminas con miedo”.

Sin embargo, el escrito de Lisi está lejos de ser pesimista. A través de una estructura dramática bien clara, dividida en cuatro actos, Ya denuncié, ¿qué sigue? nos cuenta paso a paso el proceso legal de Brenda, la protagonista, en contra de Eduardo, su maltratador y expareja. Al mismo tiempo, las voces narrativas exploran los pensamientos y las emociones encontradas que ella experimenta en cada vuelco de la trama. El hilo de los acontecimientos no es lineal, sino que se entretejen el presente de la denuncia y el pasado de una relación llena de atropellos, para conocer a detalle las situaciones límite que condujeron a Brenda a romper el pacto de silencio con su agresor. Estos elementos dan como resultado una plaquette muy auditiva y visual, que bien podría ser representada en un escenario, pero cuya función principal es hacer explícitos los tipos de maltrato y de manipulación a los que podemos ser sometidas y, sobre todo, animarnos a romper con los patrones arcaicos de sumisión: “Nosotras también hemos sido manufacturadas en esta sociedad que nos condena, de una forma más retorcida aun, que nos enseña a cerrar los ojos para que nos obliguemos a soportarlo todo” –nos advierte Lisi en un ejercicio de autocrítica.

En el camerino de World TV, minutos antes de que comenzara el debate “¿El feminismo actual es feminismo radical?”, conversé con ella por primera vez. Aunque probablemente Lisi estaba pasando en aquel momento por el punto más álgido de la querella judicial que narra, en voz del personaje de Brenda, su compañía me transmitió paz y seguridad. Hasta la fecha es dueña de un porte admirable. Sonríe de forma jovial y cálida, al tiempo que pronuncia palabras dulces y generosas. Irradia una luz que evidentemente su maltratador no pudo oscurecer, por más empeños que ha puesto en conseguirlo. Franz Kafka, que como escritor y abogado describió a fondo los procesos jurídicos más retorcidos, decía que en nuestras vidas hay que llegar a un punto de no retorno. En los casos de violencia de género, ese punto es la denuncia. El testimonio que acabamos de leer representa la prueba fidedigna de que tanto Lisi como todas nosotras poseemos la suficiente fuerza interior para rechazar abiertamente las dinámicas abusivas en las relaciones de pareja, por muy tétrico que luzca nuestro presente. Al igual que Brenda, Lisi sabe que si hay esperanza para ella “también la hay para todas esas mujeres que viven una realidad cruel, violenta y opresiva”. Por eso nos ha revelado a través de estas páginas su historia, para que las demás, llegado el momento, también nos armemos de valor para contar la nuestra en vida… Los invito entonces a leer esta plaquette, disponible en el portal de Amazon desde el 25 de octubre.


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