Tratar de ser optimista en estos tiempos es una tarea por demás urgente y complicada. Las circunstancias que determinan nuestra realidad inmediata, son, en prácticamente todos los sentidos, difíciles, así sea que hablemos de economía, de salud, de seguridad, de educación, de política. Todo parece ajustarse a un escenario oscuro e incierto, y la perspectiva no abona a la construcción de la esperanza en el corto tiempo.
En materia económica, el subsecretario Gabriel Yorio, de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, en el marco del Foro de Mercado de Capitales e Inversión recientemente celebrado, confirma la caída del PIB en un rango de entre 7 y 9 por ciento para este 2020, lo que obliga a abrir un período de recuperación de nuestra economía de entre 2 y 3 años para regresar al tamaño que tenía en el 2019. Ciertamente, acepta que para el 2021, es muy factible un crecimiento de hasta un 4% respecto al presente año, lo que al gobierno le resultará complicado recuperar el nivel de recaudación y de gasto en el corto plazo, paradoja que determinará su conducta de mantener finanzas públicas sanas y no contraer el gasto público. (Zenyazen Flores y Clara Zepeda en El Financiero, 23/10/2020)
Las posibilidades de transitar hacia el 2021 con alguna perspectiva de certidumbre en materia económica, sin embargo, está determinado por la evolución y manejo de la pandemia del coronavirus, y sus efectos sobre la reapertura. Adicionalmente, y de acuerdo a los compromisos políticos del Ejecutivo federal, contratar deuda, está lejos de constituir una opción. Las opciones se reducen y complican.
Desde la óptica externa, Alejandro Warner, del FMI, ratifica que, aunque la reactivación del sector manufacturero de la economía estadounidense ha favorecido indirectamente a México, sobre todo en el sector automotriz y por el crecimiento de las remesas, sigue siendo un año incierto para el país, y la opción, desde la visión del Fondo, es considerar la discusión y aprobación de una reforma fiscal.
Es innegable que el tema del manejo de la pandemia por parte de la Secretaría de Salud del Gobierno Federal es un asunto por demás criticado y señalado por diversos actores nacionales. Lo que también es cierto es que, hacia la noche del 24 de octubre, en el país teníamos 886,800 casos confirmados y 88,743 decesos reconocidos por las propias autoridades sanitarias. Existen al menos 19 estados de la República en color naranja, entre ellos Aguascalientes, donde el Gobierno del Estado hace un verdadero esfuerzo por mantener ese estatus epidemiológico, para no recaer en un nuevo confinamiento, como ha sucedido ya a Chihuahua. A nivel local, entre el viernes 23 y el sábado 24, Aguascalientes reportó 12 decesos, y 10,015 casos confirmados, y la situación está complicándose lejos de entrar en un esquema de control. Esto obedece a una débil estrategia de contención y coordinación a nivel nacional por parte de los responsables sanitarios de México. Sin embargo, también es cierto que la población, ha ido relajando su comportamiento y atención a las indicaciones sanitarias. Hay un desprecio al uso del cubrebocas, un olvido al lavado continuo de manos, ya no hablemos de la conservación de la sana distancia. Todos estos actos de rebeldía social e irresponsabilidad, sin duda traerán aparejada una factura dolorosa, si no es que hasta mortal.
La seguridad pública está prácticamente en las mismas circunstancias de riesgo para la convivencia social. La anunciada renuncia del titular de la Secretaría de Seguridad Pública Ciudadana, Alfonso Durazo, para contender como candidato a la gubernatura de Sonora, realmente no ha hecho mella en el ánimo del sector, ya que, en realidad el aún secretario Durazo, no gravitaba en el gobierno de la seguridad pública nacional, esa tarea ha correspondido, por indicaciones del presidente López, a las fuerzas armadas, Ejército, Marina y la “civil” Guardia Nacional. Aunque los actos de violencia no disminuyen ni dan respiro a la población en prácticamente todo el territorio nacional. Ante el juego (manoseo) de las cifras estadísticamente por el Gobierno Federal, Forbes, proyecta que, para este año, los homicidios dolosos alcancen la cifra de 40,863 asesinatos. Ni el confinamiento derivado de la pandemia ni las estrategias institucionales han inhibido el actuar de los grupos criminales y sus mortales tareas asociadas a sus actividades.
Por otra parte, el regreso a clases de los niños y jóvenes, sobre todo en educación básica, va dando tumbos, tan es así, que el gobierno ha guardado un prudente silencio respecto a su evolución y desempeño. La Secretaría de Educación Pública, lo ha intentado, es verdad, guardar y proteger a los niños y jóvenes en edad escolar, desde preescolar hasta educación media superior, pero no tuvo ni tiempo, ni talento, ni recursos para estar a la altura de la “nueva normalidad”. Las autoridades educativas federales y estatales, andan muy activas haciendo como que hacen, el magisterio no está debidamente preparado ni capacitado para las nuevas modalidades, los estudiantes no tienen las herramientas, ni las indicaciones necesarias para atender las formas de la educación a distancia, los padres de familia ven con desánimo el pobre desempeño de sus hijos ante la escuela virtual. Ni los procesos, ni el rendimiento, ni el aprendizaje están dando resultados. Es parte del costo de la pandemia, es cierto, pero será difícil compensar y recuperar el tiempo perdido.
En materia política, es triste observar el comportamiento del gobierno y su partido. En ese afán de hacerse de los recursos necesarios para su operación y cumplimiento de sus proyectos, no han escatimado esfuerzo alguno para identificar aquellas fuentes de financiamiento, que no implique crear nuevos impuestos, reducir el gasto público, o recurrir al endeudamiento. El pasado martes 20, en una atropellada sesión del Senado de la República, Morena, apresuró la votación que desaparecía 109 fideicomisos, señalados como fuentes de corrupción, anulando la posibilidad de desarrollo y trabajo en educación, ciencia, deportes, atención de víctimas del delito, salud, medio ambiente.
En fin, la luz al final del túnel, se alejó años quizá.