Cuando llegó la época del “amor y paz” al mundo, en México se desarrollaba La onda, un subgénero que marcaba tendencia tanto en literatura como en la música y todos los ámbitos sociales.
La literatura de la onda es la rebelión gradual contra las “buenas maneras” en una realidad donde todos eran elegantes, súper educados, pero con una marcada segregación de clases sociales.
Los protagonistas de la onda se muestran desprovistos de la “bondad” aparente que da la imagen prolija de la clase alta y convidan al lector a ser cómplices de los excesos y sus derivados mientras la modernidad genera rupturas ideológicas que comienzan a transformar el modus vivendum.
Se cree que la onda es el movimiento que ideológicamente propició la literatura del 68.
Sin la onda, los hippies no hubieran tenido impacto en México. La esencia de los hippies era la libertad de expresión, el sexo y la negación del capitalismo, pero en nuestro país era diferente, los hijos de la clase trabajadora comenzaban a ir a la universidad y eso ocasionó una mezcla de clases sociales donde la clase baja, la media, los indígenas y alta comenzaban a tener un primer contacto entre sí dando pie a una nueva estratificación social donde por momentos todos eran iguales.
Cuando comenzaron a adentrarse los hippies en México se tropicalizaron y se convirtieron en jipitecas, palabra que hace alude a los hippies y los aztecas.
Los hippies vestían con pantalones de mezclilla o piel, acampanados y con blusas blancas o con motivos hindúes amplios, las chicas portaban, además de los atuendos ya mencionados, vestidos holgados, largos o muy cortos además de tener como accesorios plumas y flores en el cabello.
Los cabellos largos y sin peinar también eran parte del look hippie además de los símbolos de amor y paz en atuendos, accesorios, vehículos y paredes.
Cuando el hipismo se tropicalizó en México, los estampados hindúes fueron sustituidos por los motivos de nuestras culturas étnicas desde huipiles, rebozos, sapingones, gabanes lo mismo que los aretes, brazaletes y collares realizados por las culturas mexicanas.
La fusión entonces se convirtió en los jipitecas e impactó profundamente a los jóvenes de finales de los 60’s y parte de los 70’s.
En bandas como los Yaqui podemos ver la trasformación, al principio comenzaron a tocar rock ataviados en trajes, pero cuando fueron seducidos por el rock psicodélico se convirtieron en jipitecas, podíamos ver a su cantante en pantalones acampanados de gamuza o mezclilla, con un chaleco de piel con tiras, sus botas norteñas (no olvidemos que Benny Ibarra Garza es tamaulipeco).
Recuerdo una conversación con Benny Ibarra Garza, donde nos contó cómo la jipitequés se fue apoderando de ellos, comenzó con el cabello largo y poco a poco comenzaron a cambiar los trajes por pantalones acampanados, chalecos de piel, camisas de manta hasta llegar a los estampados que hacían juego con su rock psicodélico. Salían al escenario con jorongos y motivos norteños, aunque desde un principio fue el cabello largo y el alto volumen de sus tocadas lo que los caracterizó; en las portadas de sus discos podemos ver cómo fue cambiando su apariencia hasta llegar a lo que podemos observar en la portada de su disco Ayer y hoy.
Muchos años después vemos fotografías llenas de recuerdos jipitecos de la familia, donde influenciados por la moda vestían un look completamente auténtico lleno del sabor de la cultura mexicana de hoy y de siempre. Inclusive no falta el tío que tenga por ahí una o dos prendas que portaba cuando era joven, aunque tenemos que reconocer que un jipiteca nunca deja de ser jipiteca y siempre se deja ver con un digno atuendo alusivo.
Lo que tenemos que evaluar es si la jipitequés pasa a los posmodernos hípsters, es decir, si dicho movimiento de supuesto hippies fresas en México encuentran esa tropicalización que los diferencia de los otros no sólo por portar diseños de nuestra etnia sino por también por la ideología donde todos somos iguales y al igual, que los jipitecas auténticos en su época de esplendor, también buscan resaltar las maravillas de nuestras culturas indígenas.
Creo que siempre ha vivido una pequeña jipiteca en mi, pero no encontró su verdadera esencia mexicana hasta ahora, que pasó ya el impacto de la figura de Frida y podemos reconocer que el estilo jipiteca va más allá de parecer una muñeca mazahua, sino también en impulsar las etnias por su belleza y riqueza cultural.
Si vemos las fotos del concierto de rock de Avándaro reconocemos que no es una figura hippie la que observamos, sino el auténtico movimiento jipiteca que fusionó una ideología de libertad con las prendas de nuestras etnias dando como resultado una vestimenta que marcó una época y que a la fecha nuestros padres mantienen vigente y heredamos como parte de una tradición familiar.
Ahora tengo por bien entendido que no hay más que un estilo de amor y paz como figura estética en México y es la jipiteca de la que, gracias a su origen estridente derivado de la literatura de la onda y del rock, me siento muy orgullosa.
Es importante conservar las tradiciones así que no dejemos que las nuevas tendencias nos hagan olvidar que antes hubo un origen y este estuvo cargado de un sentido social así que conservemos el jipitequismo que bien vale la pena y si anda muy setentero de una vez escuche la canción de los Yaqui “Enrique VIII” disfrútela y verá que, además de bailar, le darán ganas de recorrer la historia de los jipitecas otra vez.
Laus Deo
@paulanajber