Siempre que hablamos de historia tenemos la idea clara de acontecimientos del pasado que tienen algún significado en el presente pero no necesariamente es así. La noche del pasado miércoles hicimos historia, sí, en efecto, quienes tuvimos la oportunidad de asistir al concierto que ofreció la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes en la explanada del Teatro Aguascalientes fuimos testigos y fuimos parte de la primera ocasión que la OSA ofrece un concierto con la plantilla completa y con público presente, cierto, una cantidad reducida y controlada, pero finalmente ya con un concierto presencial lo que por supuesto celebramos.
Estoy seguro que los detractores, sobre todo esos que descalifican como de oficio, y más tratándose de cuestiones culturales, porque lo hay, estarán rasgándose las vestiduras ante el hecho real de que nuestra máxima entidad musical ha ofrecido una serie de conciertos llamados Lunadas de la Sinfónica, pero no hay nada de qué lamentarse y mucho menos de qué preocuparse, las medidas de sanidad recomendadas por nuestras autoridades de salud fueron seguidas al pie de la letra y con total puntualidad sin permitir la menor concesión, desde el acceso a los jardines del Teatro Aguascalientes en donde personal calificado tomaban la temperatura a todos lo que íbamos ingresando al concierto, ofrecían gel desinfectante y varios trabajadores del Instituto Cultural de Aguascalientes conducían a los asistentes a su lugares asignados, en los jardines del Teatro había círculos perfectamente delimitados en donde podían acomodarse cuatro personas guardando la sana distancia y con la correspondiente distancia entre cada uno de los círculos. La salida también consideró las mismas medidas de sanidad por lo que los que asistimos a esta primera lunada del miércoles 14 de octubre estuvimos tranquilos y sin el menor temor a un contagio.
Por su parte la orquesta fue acomodada en la amplitud de la explanada del inmueble lo que, por supuesto, permitió la sana distancia entre los casi 80 integrantes de la Sinfónica. Finalmente, una de las mejores cosas que le ha sucedido a Aguascalientes, nuestra Orquesta Sinfónica ha regresado a los conciertos presenciales, y es que la vida continúa y no hay ni habrá pandemia que pueda detener el desarrollo cultural, al contrario, lo ha fortalecido y entiendo que para muchos queda perfectamente claro que el arte es fundamental en nuestra vida y es uno de los factores que nos dignifican como seres humanos, así que sin la menor duda, y considerando todas las precauciones necesarias, pero la vida debe continuar, y con la vida el arte, esa es nuestra razón de ser.
Esta serie de conciertos que el Instituto Cultural de Aguascalientes los ha presentado como Las lunadas de la Sinfónica es la ocasión perfecta para presentar oficialmente al maestro Lanfranco Marcelletti como nuevo director titular de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes. Como sabemos ya había estado trabajando en su papel de director titular en los conciertos que la OSA ofreció a puerta cerrada y sólo para Canal 26 y las plataformas digitales del ICA desde la nueva Sala de Conciertos, pero esta es la primera ocasión que lo hace públicamente.
El programa elegido por el maestro Marcelletti estuvo integrado por algunas de las más significativas canciones del escenario popular mexicano, o digámoslo con precisión, del punto de convergencia entre la cultura musical popular y la música de concierto mexicana, eso tan cercano al nacionalismo, y cierto es que nuestro país tiene, creo yo, la escuela nacionalista musical más sólida del continente americano. Deberíamos de pensar sobre esto y hacer un estudio más a fondo sobre este tema sin dejar de considerar la riqueza musical de Cuba, Brasil o los países andinos, mi teoría de que el nacionalismo musical mexicano es el más abundante tiene que ver con la cantidad de compositores de concierto que han dado un exquisito tratamiento orquestal y académico al inagotable repertorio de la música popular mexicana.
El recorrido musical que propuso el maestro Marcelletti abarca muchos de los aspectos de la tradición musical mexicana, es decir, esa música que verdaderamente nos dignifica como mexicanos y rescata y exalta nuestra verdadera esencia e identidad, sin descartar, por supuesto los grandes emblemas de este tipo de repertorios, el Danzón No.2 de Arturo Márquez y el Huapango de José Pablo Moncayo con los que el maestro Marcelletti cerró el concierto, sin duda, dos de las obras que mejor representan ese punto de convergencia entre la música popular mexicana y el discurso de la gran música de concierto, sin dejar de considerar como sólidas columnas de nuestro nacionalismo la obra de Manuel María Ponce y la de Silvestre Revueltas, para quien esto escribe, el mejor compositor mexicano. Para terminar este delicioso recital, el maestro interpretó como encore la Pelea de Gallos del chileno Juan S. Garrido.
Por cierto, es importante mencionar que los arreglos hechos para llevar a la orquesta este repertorio permite el lucimiento del primer violín en varias ocasiones, asunto que resolvió puntualmente el concertino de la OSA, el maestro Román Pavón.
Si algún punto habría que objetar es el sonido, hubo algunos problemas, no sólo con el micrófono con el que el director se dirigía al público presente, que era, tengo entendido, de 240 personas, también el trabajo de sonorización de la orquesta dificultó un poco el total disfrute de la música, algunos instrumentos se escuchaban mucho más que otros.
Al terminar esta deliciosa audición, el maestro Marcelletti hizo referencia a la posibilidad de que la Sinfónica abra ya sus puertas a conciertos de temporada, por supuesto, considerando todos los protocolos de sanidad y claro, con una asistencia reducida y controlada, y en espera de la autorización de nuestras autoridades de salud.