Everybody knows that the dice are loaded
Everybody rolls with their fingers crossed
Everybody knows the war is over
Everybody knows the good guys lost
Everybody knows the fight was fixed
The poor stay poor, the rich get rich
That’s how it goes, everybody knows…
Everybody knows – Leonard Cohen
Este pasado martes 6 de octubre se dio a conocer el corto promocional de la película Nuevo Orden, filme del mexicano Michel Franco coproducido entre México y Francia, que está por estrenarse en las salas del país el próximo 22 de octubre. Como antecedente, Michel Franco ha obtenido premios y reconocimientos en Cannes, San Sebastián, y Chicago, por Después de Lucía (2012); y, ahora con Nuevo Orden, ya ha ganado el Gran Premio del Jurado en el Festival Internacional de Cine de Venecia. Por lo pronto, parece que la película contiene una propuesta y un mensaje que ameritan ser discutidos.
De acuerdo a la sinopsis de la película, y a lo que se muestra en el corto promocional, la historia que cuenta Nuevo Orden es la de un México contemporáneo y verosímil, en medio de una revuelta popular en la que las clases históricamente vulneradas por la economía y la política se rebelan de forma violenta y generalizada contra las clases privilegiadas que se han beneficiado de la depauperización y el despojo social; esto deriva en una guerra civil ante la cual los militares toman de poder de manera totalitaria para mantener el orden público.
Una trama contada así parece ofrecer riqueza en el análisis, sin embargo, la perspectiva desde la que se aborda la historia es la siguiente. Planteamiento: se lleva a cabo una lujosa boda entre miembros de un grupo de familias blancas, adineradas, de élite, “gente bien de toda la vida, goey”, con exquisito gusto snob y harto tufo a privilegio; unos whitexican en toda forma, para entendernos. Entonces sobreviene el caos de la revuelta popular impulsada por los parias, los proles, los vulnerados de piel morena y ropa de paca, quienes invaden y arrasan con la celebración de la boda nice y toman a los fifís de rehenes.
Desarrollo: ¿Cómo es que los pobrecitos whitexican van a poder sobrevivir a la revuelta prole, en un contexto en el que el ejército (lleno de soldados morenos, feos, y carentes de modales) se ha subido al poder mediante la violencia con el fin de reinstaurar un orden que no reconoce al privilegio blanco y rico? Finalmente, un posible desenlace: ¿La proximidad de la revuelta social amenaza al sistema de clases basado en la pigmentocracia mexicana?
Estos párrafos están escritos, obviamente, con la desfachatez que implica narrar una película de la que no he visto más que los dos minutos y medio que dura su promocional, pero con la esperanza de que sirvan para ver la producción mexicana, para desmenuzarla, discutirla, y ver si como narrativa política tiene los mismos alcances que seguro posee como artificio estético.
Hablar del tema es importante, enterarnos de la verosimilitud de esta historia es capital, dado que el país se polariza con rapidez gracias al locuaz y dicharachero titular del ejecutivo; gracias a los payasos de Frena, BOA, Tumor, y demás esperpentos oportunistas; y gracias a los rebaños de masa acrítica que vitorean o a uno o a otro polo, con su chata visión en blanco y negro, incapaces de percibir la riqueza de matices en la realidad política nacional.
Esta película es, a todas luces, un discurso político que conviene analizar para ver si sustenta y aporta a la narrativa contra la desigualdad, o si de plano coloca a los whitexican como si éstos fuesen las víctimas. Alerta de spoiler, el racismo inverso no existe, y el clasismo contra los ricos no aplica. Creer que sí existen y que sí aplican, es muy de imbéciles y de personas que no han desarrollado herramientas intelectuales para entender la dominación estructural.
@_alan_santacruz
/alan.santacruz.9