La vulgarización de las cosas/ Alegorías Cotidianas  - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Veíamos la película Esto no es Berlín y de inmediato pensé que no tenía un buen tratamiento de guion literario. La película se desarrolla en el año de 1986, el arte es increíble, los vestuarios, autos, decoración, maquillaje nos transporta a la época, sin embargo, el lenguaje no. Es un largometraje situado en los 80 pero con un lenguaje del 2018 o 19, tiempo en el que se grabó la película no en el que transcurre la historia. 

Comenzamos a buscar información sobre la concepción del proyecto, como fue el proceso creativo, la escritura del guion y nos dimos cuenta que la manera en cómo se habla actualmente influencio accidentalmente el proyecto ¿por qué? es muy simple, estamos tan habituados a escuchar esta manera de comunicarnos que no recordamos cómo era antes. 

Tal vez usted no lo recuerde, pero en los 80 no éramos tan mal hablados, no mames (aderezado con vocablos similares o solo), repetir buey cada 2 segundos o incluir más de una “grosería” en una frase no era típico de esos años. No diremos que siempre se ha hablado correctamente, pero en aquel tiempo era menos recurrente el encontrar gente “mal hablada”.

Los últimos años, quizá la última década, nuestro modus vivendum ha sufrido una drástica vulgarización que va desde el lenguaje, manera de vestir, actuar y relacionarse. 

En algunos momentos parecería que existe una competencia por ser “el más vulgar del barrio” (sin importar clase social, por cierto) así que escuchamos conversaciones cargadas de groserías y con poco vocabulario correcto.

Si contamos el número de buey (aunque muchos pronuncian guey) que una persona puede pronunciar en un minuto podemos llegar hasta 28 ocasiones, al menos ese número obtuve la última vez que osé contar las repeticiones en una conversación con una joven.

La vulgarización ocasiona una carencia de sentido, pues se pierde el mensaje ante la intención de sonar muy vanguardista y pronunciar un gran número de palabras inapropiadas a la circunstancia.

Esta vulgarización nos ha hecho también más igualados y perdemos un poco de cortesía, cada vez se habla más de “tú” y eso da pie a que se hable más con groserías, aunque eso también depende de que la persona pueda ubicarse en el sitio y momento en el que se encuentra, debo reconocer que algunos les cuesta mucho trabajo definir dónde es apropiado hablar bien o soezmente.

No es que el hablar de “tú” sea inapropiado sino el exceso de confianza. Puede respetarse la autoridad si se habla de “tú” o de “usted”, pero si no se es consciente de los roles entonces el exceso de confianza se vuelve un problema, pues no únicamente pierdo la cortesía, sino que me convierto en un sujeto falto de ética.


La vulgarización de las cosas tiene que ver, absolutamente, con la pérdida de la estética, aunque es rarísimo decir eso en una época donde hay tanto impulso al arte, sin embargo, como sociedad perdemos la diplomacia, la cortesía y eso nos vuelve vulgares. 

Cuando no hay estética en el trato perdemos nuestro distintivo personal, nos volvemos más que comunes. En ocasiones seguir las “modas” nos hace perder personalidad.

La carencia de la estética está muy relacionada con la ética, dejamos de valorar el trabajo de los demás, ya no damos las gracias, queremos todos gratis, criticamos ¡todo! y no proponemos nada.

Creemos que las personas nos tienen que aceptar “así como somos” cuando hemos perdido la belleza de agradecer, pagar lo justo, reconocer que los demás hacen bien las cosas y que no todo es malo.

Perdemos la estética y nos vulgarizamos, nuestro trato no es cortés o ético, pero exigimos que los otros nos traten como si fuéramos unos verdaderos embajadores de la belleza social.

La vulgarización de las cosas es algo que se contagia y no vemos cómo parar, la pandemia nos sensibilizó un rato, pero ahora que ya estamos acostumbrados a vivir con ella (como si no existiera, por cierto), entonces volvimos a nuestros mismos hábitos donde ya no se pregunta cómo estás, y se pasa de largo por la puerta, el mensaje o correo electrónico.

Pensamos que somos duros, directos, pero en realidad nuestro comportamiento solo se ha hecho vulgar, con español decadente y una actitud poco cortés pues, aunque no lo parezca existe una diferencia entre ser directo y ser cortés.

Para recobrar la estética y contrarrestar el efecto vulgar necesitamos arreglar las cosas dentro para cambiar por fuera, pues la relación que tengo con los otros es la que tengo conmigo mismo y, observamos que desde hace mucho tiempo hay mucha frustración, intolerancia y falta de seguridad en uno mismo gracias a nuestro estilo de vida.

Es importante evolucionar, pero es urgente no deshumanizarnos en el camino y no perder nuestra belleza, sin personajes creados para ser aceptados, sin buscar sobresalir por ser el que habla peor, el que es más grosero, aceptándonos tal como somos y buscando el equilibrio entre lo que deseo ser y lo que tengo ahora.

La vulgarización del entorno es una elección y debemos reconocer que es difícil el no caer y no ceder.

Laus Deo

 

@paulanajber

 


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