Cabe casi todo en el traje de la novela negra - LJA Aguascalientes
22/11/2024

  • Entrevista a Domingo Villar sobre El último barco
  • Lanzarse a leer una novela policíaca es como lanzarse al mar a nadar, cuando uno lo hace bien puede quedarse en la superficie, pero también puede bucear sobre otros secretos, permite varios niveles de lectura, te puedes quedar solo en el caso policial, y puedes encontrar dentro la novela más emocional

 

Mónica Andrade ha desaparecido. Es una mujer tranquila, que vive en la costa frente a la ciudad de Vigo, que varios días de la semana cruza en trasbordador el estrecho brazo de mar que la separa de la ciudad, para trabajar en el centro cultural como maestra asistente de alfarería. Nada en su vida parece ser atractivo para los delincuentes, pero Mónica es hija del Doctor Andrade, una eminencia en la cardiología, quien ha salvado la vida de muchos miembros de la élite política y económica de la ciudad, por lo que las altas esferas policiacas determinan que hay que hacer todo lo necesario para encontrarla.

El encargo recae en el Inspector Leo Caldas, un curtido policía, frío, metódico, ordenado, solitario, que empieza la búsqueda. Una búsqueda que nos llevará a desentrañar la vida de la ciudad de Vigo, una ciudad pesquera, de apariencia apacible, en la que se come de maravilla, pero que esconde en sus calles, en su industria pesquera, en su lento ritmo de vida, el misterio de unas relaciones no muy bien avenidas, que le tocará a Caldas desentrañar. El último barco es la más reciente novela del escritor gallego Domingo Villar (Vigo, 1971), quien inauguró con Ojos de agua, la exitosa serie protagonizada por el Inspector Leo Caldas. El segundo título, La playa de los ahogados, supuso la consagración en el panorama internacional del novelista español, al obtener excelentes críticas. El último barco es la tercera novela de esta saga y fue publicado por la editorial Siruela. 

El último barco es una novela en la que la investigación de la desaparición de Mónica Andrade va desentrañando poco a poco el estilo de vida de una región que parece estar muy bien atada a sus formas de vida. Pero la novela de Villar también nos da cuenta de que esa aparente tranquilidad puede ser transformada por la maldad en cualquier momento. Platicamos con el escritor sobre esta tercera entrega de la saga del inspector Leo Caldas y sobre lo que esa aparente tranquilidad esconde en el fondo:

Javier Moro Hernández (JMH): ¿Qué tan difícil es construir a un personaje como Leo Caldas?

Domingo Villar (DV): Es un trabajo de años, de ir conociéndolo poco a poco, más que construirlo, yo diría que lo que es importante es descubrirlo, porque yo no me siento tanto un creador como un observador y poco a poco voy conociéndolo de manera más intensa, de manera más próxima y además me va gustando lo que veo, porque al principio me parecía muy lacónico, muy triste, y ahora lo voy admirando cada vez más, porque veo que más que el sentido estricto de honradez lo que le mueve es la honradez que encuentra en el espejo y que lo que pretende es aminorar el dolor de gente que sufre.

JMH: Hay una herencia familiar en esa honradez, en ese ser de una pieza, me parece. También proviene de un entorno, y eso tiene que ver con el contexto en el que se desarrollan las novelas, que es Galicia. De alguna manera todo está conectado con las Rías con Vigo.

DV: Galicia es un lugar tranquilo, plácido, y de gente fundamentalmente buena, diría yo, y este libro, El último barco, se basa en la piedad, porque unos personajes se apiadan de otros y van teniendo compasión unos por otros y así se van tejiendo las relaciones entre los distintos personajes que pueblan el libro.

JMH: La búsqueda de Mónica, que es el elemento central del libro, es una búsqueda particular, pues se basa en la cotidianidad de su vida, que es una vida que pasa por el entorno. Es un proceso lento, del día a día.


DV: Muchas veces, en cualquier ámbito de la vida, por ejemplo, en la política, tenemos una idea y buscamos las premisas que refuercen esa idea que ya teníamos. A Caldas le parece algo parecido, él piensa que puede haber sucedido algo y busca las premisas que confirmen esa teoría que él tiene, pero eso puede resultar falso, en ocasiones, y entonces debe deshacer el edificio y volver a comenzar desde el principio, debe volver a colocar las piezas, y volver a intentar a entender y a buscar los porqués de la desaparición de Mónica.

JMH: Otro de los elementos que me parece muy interesante es la forma de investigar de Caldas; Siempre está dudando, siempre hay algo que lo inquieta. Aunque no lo diga.

DV: Tiene cierta luz interna que se enciende de vez en cuando, que no lo deja dormir, que lo inquieta, y necesita amainar, y necesita entenderla, por más que el “quién” a él le preocupan los “porqués”. Le preocupan las causas.

JMH: Podría preguntarte si extrañas eso en la novela negra ¿La búsqueda de las razones profundas de los personajes?

DV: No lo sé, hay novelas policíacas que también son así, porque las novelas policíacas son estantes inmensos, en donde cabe casi todo, caben filósofos, caben escritores trepidantes, escritores más intimistas, caben escritores de ciencia ficción, caben escritores que miran al pasado. Es decir, cabe casi todo en el traje de la novela negra.

JMH: En El último barco vemos una novela que se pasea por muchos estratos sociales, la novela prácticamente es una radiografía de la sociedad de Vigo, desde el padre de Mónica, los conductores de los barcos, los marineros, la misma Mónica. Es decir, hay un elemento social que aparece constantemente en tu novela.

DV: Hay una mirada a mi tierra, una mirada global que pretende peinarla, que pretende pasar por todos los estratos sociales. Es verdad que cuando se produce un crimen hay un virus que en principio atañe a la víctima y a la familia, pero luego es un virus que se expande y que acaba impregnando, de una manera u otra, a todo lo que tiene alrededor, en todas las direcciones.

JMH: Me parece muy interesante el personaje de Estévez, el policía auxiliar de Caldas, que no es gallego, entonces sufre las formas y las maneras de las personas de la zona.

DV: Para mí Estévez es un as bajo la manga, porque por un lado produce situaciones un poco pintorescas y cómicas cada vez que alguien les responde con la vaguedad típica de los gallegos, cuando él exige una respuesta más clara y más directa, pero también me permite contar como es mi tierra sin necesidad de descripciones prolijas, sin necesidad de nada más que las preguntas de Estévez al encontrarse frente a costumbres o paisajes o particularidad que no conoce, los demás personajes mientras le van explicando a él los detalles de la tierra, me permiten que yo también se los cuente al lector.

JMH: Está el asunto de la vaguedad y lo contradictorio del lenguaje gallego que a Estévez lo sacan de quicio, pero que también te hablan de una forma de entender la vida.

DV: La orografía de Galicia es sinuosa, la costa está llena de recovecos y la personalidad de la gente es antropológicamente compleja, crédulos y descreídos a un mismo tiempo, y algo difíciles de desentrañar.

JMH: Hay mucha poesía en el lenguaje de tu libro.

DV: Intento cuidar el lenguaje, pero más que poesía yo diría que hay música, intentó encontrar una sonoridad que es la que me dice que estoy escribiendo como debo.

JMH: En ese sentido quería preguntarte por las palabras y sus definiciones con las que inician cada capítulo. Por ejemplo “Cerco”, “Fuerte”, etc.

DV: Cada capítulo empieza con una palabra polisémica que tiene varios significados, pero debo decir que en primer lugar es un juego, escribir es un oficio solitario, y a veces hay que permitirse este tipo de licencias que aligeren un poco la marcha, pero por otra parte es una metáfora de una novela policial, en donde siempre hay una palabra que tiene significados distintos, significados que en ocasiones son inesperados, que es algo que sucede con las novelas policíacas, en donde a veces todo parece responder a una determinada causa y luego se resuelve el caso y la causa es completamente diferente. Por otro lado, es un homenaje al diccionario, que es la paleta de pintor con las que trabajamos los escritores, y que, en mi caso, es quien me ayuda, porque además me gusta la polisemia, los títulos de mis libros siempre son polisémicos, El último barco, por ejemplo, habla del último barco que toma Mónica Andrade antes de desaparecer pero también decisiones que distintos personajes van tomando a lo largo del libro, sin saber que serán las últimas o no.

JMH: El inicio de los capítulos con estas palabras polisémicas, me hicieron pensar en las decisiones que tiene que tomar Caldas a lo largo de la investigación, con las pocas pistas que va encontrando, con lo que van contando los diferentes testigos y personas que conocen a Mónica.

DV: Sí claro, es que hay que saber desentrañar cosas, saber desentrañar cuál de las acepciones de las palabras es la correcta para tomar la dirección adecuada. Y tiene que ver también con la fragilidad de las palabras que dicen los testigos, fragilidad que tiene que ver también con la memoria, con los recuerdos y de los momentos, porque los recuerdos se van modificando con el tiempo, y los va modificando la propia mente, los acaba distorsionando.

JMH: ¿Cómo es construir un personaje que es el protagonista de una saga, por ejemplo, en Ojos de Agua, Caldas me parecía un personaje distinto?

DV: Es ir conociéndolo poco a poco, a mí el principio me parecía un poco lacónico, en Ojos de agua tenía menos hondura y poco a poco ha ido adquiriendo densidad, y en El último barco está en el momento perturbador de todo adulto que ha llegado a cierta edad con sus padres vivos, en donde aquellos que eran un refugio comienzan a ser un motivo de preocupación y él entonces está trabajando en el caso, tratando de descubrir qué ha sucedido con Mónica Andrade y por otro lado está preocupado por su padre solo, en el campo, entre viñas, y que siempre supone para él un motivo de inquietud.

JMH: Ese creo que es un poco el centro de la novela, estos dos niveles: la búsqueda de Mónica, y, por otro lado, los asesinatos que se están sucediendo en el campo, en las rías.

DV: La novela justo habla de las relaciones entre padres e hijos, entre Mónica y su padre, que es un exitoso médico y Mónica, que se ha convertido en una maestra de alfarería, y los desencuentros que esto produce, y la relación de Caldas con su padre, y esas relaciones son las que van cimentando el libro. También está Estévez con el hijo que va a tener, por ejemplo. En general hay una amalgama de relaciones entre padres e hijos que son las que componen el firme sobre el que se sustenta todo el libro.

JMH: Podríamos decir que es una novela que busca desentrañar varios misterios.

DV: Lanzarse a leer una novela policíaca es como lanzarse al mar a nadar, cuando uno lo hace bien puede quedarse en la superficie, pero también puede bucear sobre otros secretos, permite varios niveles de lectura, te puedes quedar solo en el caso policial, y puedes encontrar dentro la novela más emocional, también la puedes encontrar.

JMH: Es una novela que se construye a través del diálogo, de las preguntas y de las respuestas, de las dudas, sobre todo.

DV: No me gusta prejuzgar a los personajes, me gusta tratarlos con espíritu democrático, ponerlos a todos en el mismo nivel, y me gustan que sean ellos mismos los que hablando y actuando permitan al lector hacerse una composición del lugar y crearse una imagen o una idea de lo que cada uno de ellos representa. Y poco a poco se les va conociendo despacio, aunque algunos de ellos se construyen mirando alrededor, otros se construyen mirando hacia dentro de uno mismo, porque ser escritor, aunque seamos contadores de historias, tiene poco que ver con tener la boca abierta, tiene mucho más que ver con tener los ojos y los oídos abiertos, y tratar de incorporar aquello que vemos y oímos a nuestros personajes, para frotarlos con toda esa experiencia por encima e intentar darles humanidad.


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