La Cuarta Transformación es un campo de rábanos, rojos por fuera y blancos por dentro, sin otra ideología que la codicia y el deseo de venganza, mientras el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador es erradicar la corrupción, la izquierda exquisita (así traducen el radical chic empleado por Tom Wolfe en Radical Chic & Mau-Mauing the Flak Catchers) vive desde sus cargos una realidad distinta a la del discurso presidencial.
No voy a hacer referencia a los casos de corrupción evidente de miembros del gabinete o el propio hermano del presidente, sino al comportamiento de quienes todos los días ocultan su codicia con el manto protector del lopezobradorismo, el caso más reciente el de Rosario Piedra Ibarra, la presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), a quien por un descuido, por su indolencia, evidenciaron como alguien que tiene los mismos gustos que los adversarios conservadores de la Cuarta Transformación.
La historia de la llegada de Rosario Piedra a la CNDH es suficientemente sucia y pública como para repetirla, esa militante de Morena no debería estar al frente de esa institución, pero el presidente así lo quiso y el que paga, manda. La recomendación presidencial debería ser honrada, pero Rosario Piedra considera que defender los derechos humanos no es suficiente, así que se dedica a la alabanza de las acciones del gobierno que la impuso ahí, sólo a eso.
El desempeño de la funcionaria impuesta ha sido cuestionado en más de una ocasión, al grado que la semana pasada, Marcela Alemán, madre de una niña agredida sexualmente en 2017 en San Luis Potosí, se amarró a una silla para exigir atención por parte de la Comisión, la sede de la CNDH fue tomada por familiares de víctimas que se unieron a la protesta, el viernes un grupo feminista hicieron suyas las demandas de esas mujeres y ocuparon las instalaciones.
El sábado, las feministas y las madres de víctimas exhibieron los lujos de los que se rodea Rosario Piedra Ibarra, tras un recorrido por las instalaciones, localizaron la cocina y el comedor que atiende a la titular de la CNDH, en los refrigeradores se encontraron al menos 20 kilos de carne de res, entre arrachera congelada, chambarete, filetes y cortes finos, así como pechugas de pollo, botes de helado y, en general, una despensa variada y bien surtida.
Una de las manifestantes dijo a las cámaras de televisión: “es una vergüenza entrar a la comisión y encontrar sus lujos, cuando a nosotras nos dan 300 pesos cada que se acuerdan para ayuda de pasajes, dónde está la austeridad de este gobierno, con lo que cuesta su carne come mi hija un mes, cuántas familias de víctimas podríamos comer con todo esto (…) Rosario Piedra no nos da la cara, queremos que venga y atienda su dependencia, y no solo su cocina, se dan la buena vida mientras nosotros luchamos cada día porque nos reciban y nos den respuesta”.
El reclamo es absolutamente válido, ¿dónde está la austeridad?, ¿dónde la vocación de servicio?, los cortes gourmet ponen en evidencia que los funcionarios a los que la Cuarta Transformación sacó del anonimato, llegan a un cargo con la misma ambición de los adversarios conservadores, que no son distintos a los de administraciones anteriores, pero, sobre todo, muestran lo solo que está el presidente.
Coda. Tom Wolfe, novelista y padre del “Nuevo Periodismo” publicó en 1989 en la revista Harper’s un manifiesto literario titulado “Cazando a la Bestia de un Mil Millón de Pies” y señalaba que en ese momento débil, pálido y desgastado de la historia de la literatura norteamericana, lo que se necesitaba era un batallón de Zolas, que contaran lo que estaba sucediendo, que reclamaran la realidad como propiedad literaria, que los escritores se arrojaran a (d)escribir ese país salvaje, barroco y desopilante. Los excesos depredadores de los funcionarios morenitas deben ser exhibidos y sancionados.
@aldan