Es un lugar común afirmar que la teoría de la argumentación tiene una vida reciente. No fue sino hasta mediados del siglo pasado, con la aparición en 1958 de The Uses of Argument de Stephen Toulmin y el Traité de l’Argumentation de Perelman y Ölbrechts-Tyteca, que los estudios sobre las diversas prácticas argumentativas comenzaron a recibir una atención independiente.
Quizá la principal pregunta que buscan responder los teóricos de la argumentación sea de índole evaluativa: ¿qué hace que un argumento sea un buen argumento? Para ello, se han tratado de desarrollar teorías lo más completas posibles que permitan capturar la normatividad de las prácticas argumentativas. Sin embargo, el problema es añejo. Aristóteles mismo se percató que en el natural y ordinario ejercicio de dar y recibir razones se traslapan las distintas dimensiones del argumento (logos, ethos y pathos). Para ello diseñó distintas herramientas que dieran cuenta de dichas dimensiones: la lógica, la dialéctica y la retórica.
En la actualidad, el problema persiste: se trata de brindar una teoría sistemática que responda por la pregunta normativa que nos hace considerar algunos argumentos como buenos y otros como malos, pero el enfoque ha sido reductivo. Este problema fue bautizado por Johnson como “el problema de la integración”. Sin embargo, las y los teóricos de la argumentación suelen concentrarse en uno u otro de los enfoques, tratando de responder a la pregunta normativa desde uno solo, creyendo que es posible reducir la normatividad de todas las dimensiones de la argumentación a una sola.
En castellano, una de las obras fundacionales de la moderna teoría de la argumentación se le debe al filósofo uruguayo Carlos Vaz Ferreira. En su Lógica viva, publicada originalmente en 1910, buscaba desenmascarar la forma en la que las esquematizaciones y el lenguaje enfrentan muchas veces a problemas inexistentes. Bajo la influencia de John Stuart Mill y William James, Vaz Ferreira estudió los paralogismos. Su singular idea, dentro de la tradición del estudio de las falacias, se debía no sólo a su peculiar marco “psicológico”, sino a su concepción del paralogismo como un proceso o estado de confusión y una fuente de errores mentales y cognitivos antes que discursivos. Tal exposición de los paralogismos —pensó— promovería un nuevo modo de pensar, más comprensivo, fundamentado a partir de lo concreto y vivo del pensamiento por debajo de los esquemas en que es formulado.
En 1994, y bajo la influencia de Vaz Ferreira, otro filósofo uruguayo sentaba las bases de una teoría de la argumentación integradora. Bajo la denominación de “fenomenología de la experiencia argumental” o “fenomenología de la atención argumental”, Carlos Pereda buscó dar título a una serie de operaciones tanto descriptivas como evaluativas, y a una manera de situarse en los debates y ser sensible a ellos, lo que buscaba incluir actitudes tanto cognitivas como afectivas. Para Pereda, esta perspectiva mucho más rica de describir y evaluar las argumentaciones no es análoga al algoritmo y a la evaluación de una operación matemática, sino a la sensibilidad de quien aprecia los matices de una música o de un color. Esta analogía le permitió ampliar las herramientas de evaluación argumentativa: así, ya no sólo se contaría con los evaluadores “válido” e “inválido” —definidos a partir de la lógica formal—, sino con un amplio paisaje de posibilidades críticas: “un argumento, un debate pueden «revelar» u «ocultar», ser «sagaces» o «miopes», «penetrantes» o «superficiales», «justos» o «distorsionadores», «con mucho tacto» o «casi sin tacto», «abridores de caminos» u «opresivos», «sutiles con el problema que tratan» o «brutales», o «en parte, sutiles» y «en parte, brutales»”.
La teoría de la argumentación en Latinoamérica vive un claro renacimiento hoy en día. Las personas que se dedican a la comunicación, al periodismo, a la lógica, a la psicología, a la filosofía, incluso a las ciencias políticas, tienen un campo de estudio que puede permitirles analizar de manera mucho más rica e integradora una variedad de fenómenos que son de actualidad y relevancia.