<< PISOS DOBLE CARA >> ¿Alguien más ha notado la popularización de nuevos acabados como los pisos de imitación madera? Tengo que admitir que en lo personal me parecen horribles, más que exponer las cualidades orgánicas y calidez de la madera, demuestran justo la ausencia de esto. Una duela auténtica de madera es muy bonita y cómoda, en una casa ofrece la posibilidad de andar descalzos sin congelarnos lo pies. Sin embargo, en la búsqueda de lograr estas sensaciones o por lo menos transmitirlas a la vista, las imitaciones de madera han prostituido la esencia del material, especialmente al ser usado sin cuidado en situaciones verdaderamente absurdas, como recubrimiento de muros, banquetas, incluso mesas con bases de herrería. Esta es una gran contradicción, pues nunca veríamos la madera en estas aplicaciones. La alternativa es clara, un piso adecuado a su uso, presupuesto y, sobre todo honesto; el espacio es lo que es, ni más ni menos, no vale lo mismo la congruencia que un delirio ¿O acaso vale lo mismo la ciudad de París que el hotel París en Las Vegas?
<< LOS JARDINES PERDIDOS DE LUIS XIV >> Y ya que mencionamos a Francia, a veces parece que queremos traernos los paisajes de Versalles a nuestras avenidas. Es curioso como nos encontramos cipreses alineados a varias vialidades, con tal simetría y orden como si quisieran decirnos que la razón y lógica humana fuera capaces de dominar a la naturaleza. Pero ni siquiera podemos encontrar razón alguna más que delirios y aspiraciones. Razonable sería plantar árboles endémicos, mismos que en principio darían un servicio ambiental, pero también logrando un deleite a la mirada del paseante (que también gozaría de su sombra). Como cualquier organismo, cada especie vegetal ha evolucionado por millones de años para prosperar en su ecosistema, mejor respetemos eso y dejemos que informados paisajistas trabajen más allá de nuestros constructos estéticos. Los cipreses le van al mediterráneo como los mezquites y huizaches a Aguascalientes y esto no tiene nada de malo. Las palmas se encuentran en una situación similar, solo tienen otro origen.
<< HONESTIDAD BRUTAL >> Aunque defienda la honestidad de la arquitectura en el presente texto, la honestidad tampoco esta eximida de la sensibilidad. Existen arquitecturas demasiado honestas, capaces de alienar a sus habitantes. Precisamente la honestidad alcanzó preocupantes puntos en el modernismo. La doctrina arquitectónica demandaba la coherencia entre forma y función, una arquitectura que admiraba la producción industrial y que tomaba a esta como referencia. Insensibilidad que transformó los hogares en máquinas de habitar. Quizá podamos encontrar algunos paralelismos con la producción en masa de viviendas sociales en la actualidad, dejando la belleza de lado y dando una arquitectura más próxima al concepto de refugio, bien para los tiempos de las cavernas, cruel y deshumano para una sociedad contemporánea que se autodenomina democrática. Cabe decir que lo mínimo puede ser bello y significante, sin embargo, son pocos los extraordinarios arquitectos con la sensibilidad suficiente para cautivar con algunos simples trazos, por lo que tendremos que encontrar otra sensibilidad y honestidad en lo ordinario, en el hogar y calle del ciudadano común. Una arquitectura que sea capaz de generar apropiación y orgullo en sus habitantes, pero también sea fiel a sí misma, sin ser la aspiración de lo que no es ¿Será posible?
<< ARQUITECTURA HONESTA Y CONGRUENTE >> La valoración y estima que tengamos como ciudad podrán ser suficientes para nuestra congruencia y asertividad, no solo en el medio construido, también como personas. Si tenemos una arquitectura honesta, quizá también logremos ser un pueblo honesto, vale la pena intentarlo. Para esto hay que irnos conociendo, nuestros orígenes e historia, con lo “bueno” y lo “malo”, todo nos construye y es parte de nosotros, así que con sensibilidad y con mucho amor hay que irnos construyendo. Que nuestra ciudad sea un reflejo del de un profundo sosiego con nuestras identidades y realidades.
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