Se pararon de pestañas, por decirlo de alguna manera, los productores de comida chatarra y deliciosa cuando se le ocurrió, después de ser aprobado por el Congreso de Oaxaca, el prohibir la venta de refresco y comida chatarra a menores, así como en el ámbito nacional, el etiquetado de advertencia sobre los contenidos no saludables de los productos procesados que consumimos.
Según el estudio de Obesidad en México del Gobierno Federal, en 2016 el 72.5% de la población adulta en México presentó obesidad, un porcentaje realmente alarmante, visible e ignorado por quien lo sufre.
Quizá la obesidad no se hereda, sino los hábitos alimenticios y esto conlleva al gran número de personas en el país quienes en menor o mayor proporción sufren de sobrepeso.
Pero además de los hábitos alimenticios, también el ritmo de vida acelerado y lento al mismo tiempo nos ha hecho tener menor actividad física (peor en estos últimos meses), por lo que la dieta y la falta de ejercitación nos lleva a tener esos números no tan honrosos.
Pero no siempre fue así, solo las últimas décadas quizá, nuestros abuelos y tatarabuelos tenían una alimentación diferente, más natural y su vida tenía un ritmo que los tenía activos además que, sin las comodidades del transporte público y los vehículos particulares se caminaba mucho, mucho más.
Los hábitos alimenticios son un gran factor, sin embargo, los alimentos ya no son tan naturales como antes y eso también influye en el peso, mire usted, las vacas son inyectadas con hormonas constantemente para que produzcan leche indefinidamente, esas hormonas llegan al cuerpo del consumidor final y producen un desajuste hormonal y, por ende, en las personas que son susceptibles, comienzan las enfermedades que van desde deficiencia de alguna sustancia en el cuerpo, obesidad, cáncer y diferentes tipos de tumores. Lo mismo sucede con cada alimento que está modificado sea fruta, verdura o algún tipo de carne.
Volvamos a los hábitos, desde hace un tiempo he observado que los bebés pasaron de pedir biberón (bibi) a coca. Sus primeras palabras son coca, más y pan.
Los padres modernos inventaron las “dietas” para los niños donde, se hacen platillos especiales para ellos, ricos en comida procesada y poco saludable para que coman, lo que ocasiona que cuando tienen edad para hacer mayores berrinches ya no comen nada más que hamburguesas, pizza, hot-dog y la teoría de “mejor no batallar” hace que los padres bajen la guardia para finalmente ceder ante caprichos. Eso produce que se arraigue el hábito de no comer verduras o platillos saludables.
Aunque la obesidad no es el único trastorno alimenticio al que se enfrenta en familia, en ocasiones los padres al ver su obra y sus hijos tener sobrepeso los llevan de un extremo al otro, donde comen poco para ahora mantenerlos “delgados” haciendo sufrir su cuerpo un desajuste, pero sobre todo, culpa a la hora de alimentarse por lo que la bulimia y anorexia tienden a presentarse sin que en ocasiones les interese a los padres tratarlas y hasta reconocerlas.
Se pretende entonces que al prohibir los alimentos chatarra a los niños estos dejen de consumirlos, pero si los padres son adictos a éstos los pequeños difícilmente se enseñarán a evitarlos o consumirlos en menor cantidad. La cuestión actitudinal es importante, muchos padres no tienen la fuerza de voluntad de cambiar un hábito o estimular la alimentación saludable por lo que es más sencillo comer exactamente igual.
Quizá también tendríamos que definir ¿qué es lo saludable? Pues muchas personas piensan que no tomar refresco es saludable así que lo sustituyen por otras bebidas edulcoradas, procesadas que quizá no contienen gas pero si los mismos azúcares por lo que, el problema continúa siendo el mismo.
Se piensa que el etiquetado de advertencia funcionará para combatir a la obesidad, pero si pensamos en el caso de los cigarrillos, no conozco a algún fumador que haya dejado su hábito nocivo por el simple hecho de ver una etiqueta sobre el daño pulmonar al consumir el producto.
Las etiquetas en los productos advirtiendo las grasas saturadas, el sodio, etc, es una simple recomendación, la no venta de comida chatarra en Oaxaca a menores es algo más parecido a un experimento social del cual veremos si tendrá un resultado positivo o no en unos meses, pero recordemos que hace un tiempo prohibieron la venta de comida chatarra en las escuelas de educación básica y de todas formas era vendida, uno podía visitar la cooperativa y observarlo, no era que alguien nos contara, podíamos ser testigo de ello.
Agreguemos, mientras no sepamos realmente los severos daños del exceso de sodio o de las grasas saturadas poco efecto tendrán las etiquetas de advertencia. Podríamos argumentar que, si antes no se leían los ingredientes en un tiempo esas señales de “alerta” pasarán inadvertidas.
Recordemos que ni experimentando en carne propia algunas personas mejoran su alimentación y continúan con sus mismos hábitos alimenticios y por tanto, peso y enfermedades.
Somos seres de hábitos, aunque en ocasiones no lo parezca, así que comer saludablemente para evitar la obesidad, bajar de peso o sentirse mejor es una decisión personal, se necesita mucha fuerza de voluntad para comenzar y continuar día, día, con un estilo de vida saludable.
Ahora que los productos que consumimos han sido etiquetados con advertencias sobre su composición, podremos hacer un estudio mercadológico para ver, en realidad, que tanto lee la gente las etiquetas o envolturas de los productos.
¿Será que ponemos atención a eso?
Laus Deo
@paulanajber