El dolor es una experiencia individual, un malestar físico o mental al que difícilmente se le puede caracterizar de una manera unívoca, si bien se le puede clasificar cada dolor es distinto, cada quien sabe lo que carga, aquello que lo provoca, podemos intentar interpretar ese dolor, imaginar cómo lo vive el otro, jamás asumirlo como propio.
El dolor arrincona, aísla, la compasión, escribió Susan Sontag, es una emoción inestable, necesita traducirse en acciones o se marchita, quizá por eso la resignación con que las víctimas de una pérdida aceptan la oferta de acompañarlas en su dolor, no hay mucho más que hacer.
Ante el dolor de las víctimas no se puede forzar a que correspondan de inmediato al reconocimiento de la búsqueda de empatía, el dolor las encapsula, se ensimisman.
De nuevo Susan Sontag: “Durante mucho tiempo algunas personas creyeron que si el horror podía hacerse lo bastante vívido, la mayoría de la gente entendería que la guerra es una atrocidad, una insensatez”, lo que aplica para la violencia de género, es un horror similar al de las guerras, también suma muertas, desapariciones y víctimas. En México esta situación de violencia no cesa, al grado que la visibilización no basta como una forma de erradicar el problema; ciegos, incapaces de comprender el alcance de nuestras acciones, ante la justa indignación de las mujeres, solemos cuestionar sus formas de expresar su ira.
Cuestionar las formas de sus manifestaciones es realizar una nueva agresión, insistir en que acepten nuestro acompañamiento, también. Con motivo del Día de Acción Global por un Aborto Legal y Seguro, en diferentes ciudades del país las mujeres salieron a manifestarse; de nueva cuenta se cometieron los errores de siempre: estigmatizar y cuestionar las formas antes que comprender el motivo de la manifestación.
En los medios y a través de redes abundaron los señalamientos acerca de la violencia de la protesta, las acciones vandálicas, destacar aquello que disminuye el motivo de la manifestación y lo transforma en una imagen iracunda o en un resultado maniqueo: “saldo de la protesta, civiles y policías lesionados”.
Aunado a lo anterior, el estigma, desvincular la demanda de que se cumplan un derecho de las mujeres y convertirlo en otra cosa: “marcha proaborto”, la protesta de miles de mujeres que salieron a la calle, millones en todo el mundo, se reduce a un absurdo porque así conviene a los grupos conservadores para infundir el miedo, para caricaturizar una exigencia y acusarlas de estar realizando “apología del delito”, inventar que hay un grupo interesado en que se continúen practicando abortos caseros o clandestinos.
En Aguascalientes la marcha fue separatista y tuvo que enfrentar la ignorancia de hombres y mujeres por igual, unas que ofuscadas clamaban que no hablaran en su nombre porque no son asesinas de niños, otros que aprovecharon la ocasión para exhibir lo limitado de su razonamiento ante problemáticas sociales complejas y la simpleza con que se rinden a teorías de la conspiración. A esta cita de incomprensión no faltaron quienes, necesitados de reflectores, demandaron atención quejándose de que se les impedía mostrar su solidaridad, los eternos aliados que no tienen inconveniente en gritar consignas escandalosas por que creen que la alabanza hipócrita los exime de sus responsabilidades.
No es difícil identificar a quien se encuentra en dolor, no debería ser tan difícil ejercer una empatía responsable con las víctimas, una que pueda permanecer a la espera, una que llegado el momento propicie el diálogo e instantáneamente nos lleve a reaccionar realizando lo que nos corresponde, en el sitio adecuado, otra vez Susan Sontag: “Nada hay de malo en apartarse y reflexionar. Nadie puede pensar y golpear a alguien al mismo tiempo”.
Coda. El final de “Los poseídos entre las lilas” de Alejandra Pizarnik:
“Las palabras hubieran podido salvarme, pero estoy demasiado viviente. No, no quiero cantar mi muerte. Mi muerte… el lobo gris… la matadora que viene de la lejanía… ¿No hay un alma viva en esta ciudad? Porque ustedes están muertos. ¿Y qué espera puede convertirse en esperanza si están todos muertos? ¿Y cuándo vendrá lo que esperamos? ¿Cuándo dejaremos de huir? ¿Cuándo ocurrirá todo esto? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Cuánto? ¿Por qué? ¿Para quién?”.
@aldán