- Flavio Sosa, uno de los líderes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, la APPO, que en 2006 protagonizó una de las revueltas sociales más grandes en la historia del país, ahora quiere dirigir al partido en el poder
EMEEQUIS/Óscar Balderas
En 2006, uno de los nombres más repetidos en los medios de comunicación era el de Flavio Sosa; 14 años después busca estar, de nuevo, en el centro de la vida pública del país.
En aquel año, las televisoras que seguían el conflicto civil en Oaxaca encontraron en ese hombre a un villano perfecto: rollizo, barbado, de cabello largo y desaliñado, era uno de los líderes más enérgicos de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, la APPO, un movimiento social de la gente más pobre del estado, quienes había puesto barricadas por toda la entidad, retando a las autoridades con piedras, palos, bombas molotov y manifiestos marxistas.
Sus seguidores, en contraste, encontraron en Flavio Sosa a un líder carismático: el entonces consejero nacional del PRD era el vocero de esos desposeídos a los que los gobiernos les habían robado una vida digna y que hicieron de la resistencia civil su forma de lucha: en mayo de 2006 se habían plantado en el centro de Oaxaca para exigir mejores condiciones salariales para los maestros rurales, pero al ser desalojados con violencia por el exgobernador priísta Ulises Ruiz, se levantaron en armas para exigir la disolución del gobierno, amenazando incluso la toma de protesta de Felipe Calderón.
Aquel conflicto duró ocho meses, dejó 27 muertos y pérdidas económicas millonarias. También hizo temblar a las estructuras del poder en la capital mexicana y eso empujó a Flavio Sosa dentro de una celda en la prisión de máxima seguridad de El Altiplano, en el Estado de México, donde estuvo recluido por los delitos de sedición, robo, secuestro, lesiones y despojo agravado. Año y medio después de estar preso fue puesto en libertad, exonerado de todos los cargos, ya con la APPO agotada de luchar contra el gobierno.
Ahora, ese mismo Flavio Sosa, más moderado y de 56 años, busca evolucionar su lucha política y ha anotado su nombre en la lista de 35 aspirantes de la cual saldrá el próximo o próxima titular de la Secretaría General de Morena, un puesto clave que definirá la política de nuestro país en los años siguientes.
Contra el cambio climático y con el feminismo
“¿Qué queda de ese Flavio Sosa de 2006?”, repite el candidato morenista desde su teléfono. “Yo te diría que sigo siendo un hombre de izquierda, que creo que la lucha desde abajo es el futuro de la humanidad. Sigo creyendo que ‘por el bien de todos, primero los pobres’, pero he cambiado en cuanto a que mi objetivo no está en la lucha por el poder, sino conducir al país. El movimiento ya no está solo en la calle, ya también debe reflejarse en Palacio Nacional”.
Durante la entrevista con EMEEQUIS, Flavio Sosa apura sus respuestas. Tiene una agenda apretada que consiste en numerosos viajes en avión, clase turista, entre Oaxaca y la Ciudad de México, para afinar su estrategia para llegar al puesto número 2 en importancia en la estructura de Morena.
En esas charlas con sus seguidores, Flavio Sosa insiste tres propuestas que, confía, lo llevarán hasta el puesto soñado: primero, convertir a Morena en el referente nacional al hablar de cambio climático y las amenazas del calentamiento global, como un peligro inminente tan poderoso como una pandemia; segundo, impulsar proyectos de desarrollo en el sur del país, equilibrando la balanza con un norte industrializado que lleva la ventaja en el desarrollo humano; y, tercero, una reforma estatutaria para hacer de Morena un partido de verdadera izquierda.
“Vamos a defender las causas de la izquierda moderna: el feminismo, la protección del medio ambiente, la defensa de los pueblos originarios, de la comunidad LGBTQ. Y lo vamos a hacer politizando a cada compañero en los comités de las colonias.
“Morena se ha equivocado al defender intereses y no causas. Ahí tienes el desastre que es el gobernador de Baja California, Jaime Bonilla, tratando de ampliar su mandato y el partido no dice nada. Ahí están Lilly Téllez (quien era de Morena) y los compadres que dicen barbaridades en la Cámara de Diputados y hacen votaciones atroces. Eso lo vamos a terminar”.
Una pelea difícil
Pero su pelea será cuesta arriba: va contra una senadora con licencia, Citlalli Hernández; un politólogo con frecuentes apariciones en televisión, Antonio Attolini; una exsecretaria de Organización de Morena, Donají Alba; y más cuadros con poderosos padrinazgos.
“A mí no me gusta que se haya reunido la dirigencia nacional y que nos hayan dicho ‘Porfirio (Muñoz Ledo, aspirante a presidente nacional de Morena) y Citlalli son los buenos’. Yo tengo mucho respeto por la trayectoria de los dos, pero no acepto la línea. Con todo respeto para Alfonso Ramírez Cuéllar, para Bertha Luján, para Díaz-Polanco: yo no acepto líneas y si juegan al dedazo, yo creo que se equivocaron de partido. Por eso creo que los podemos derrotar y convencer a la militancia.
“Yo repito lo que dice el poeta: la belleza no se rinde ante el poder. Los que venimos desde abajo no nos hacemos chiquitos ante el poder, por más brillante que sea. Yo tengo ideología, tengo experiencia, tengo capacidad. Además, a la militancia de Morena lo único que le apantallan son los valores y la congruencia”, dice Flavio Sosa, quien hasta hace un año era consejero local y representante de Morena en el Instituto Nacional Electoral en Oaxaca.
Un candidato de muchos colores
Flavio Sosa es un camaleón. Acaso por esa capacidad de adaptación es que ha logrado llegar a alto niveles en la política local y nacional, algo que muy pocos oriundos del empobrecido municipio de San Bartolo Coyotepec, cerca de la capital oaxaqueña, han logrado.
En 1989 fue fundador del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en Oaxaca, donde fue presidente estatal, representante electoral y diputado federal. En 2000 renunció al sol azteca para construir su propio partido, el indigenista Partido Unidad Popular, que logró registro estatal en 2004, pero que abandonó un año más tarde por diferencias con sus compañeros.
En 2005 regresó al PRD, pero su trabajo de tiempo completo se volvió dirigir a las revueltas sociales de la APPO en 2006 hasta que fue encarcelado por el gobierno panista de Felipe Calderón.
Tras su salida de prisión, el activista hizo lo impensable: se subió al templete de un candidato panista, perredista, petista y del entonces Partido Convergencia, Gabino Cué, y apoyó su alianza de partidos para convertirse en gobernador del estado. Cuando Gabino Cué triunfó en las elecciones locales de 2010, Flavio Sosa ya llevaba colores de todos los partidos en su currículum: amarillo, verde, azul, rojo y naranja.
Cuatro años más tarde, en 2014, Flavio Sosa agregó a su paleta de colores el guinda de Morena, cuando el partido de Andrés Manuel López Obrador ganó el registro como partido político nacional y el exdirigente de la APPO encontró una nueva morada para hacer política.
El currículum por delante
“Yo aporto mucha experiencia, principalmente en movimientos sociales. Suena chocante, pero estamos en el momento en que debemos decir las cosas como son: fui dirigente estatal, secretario de organización, diputado, líder social…
“La gente me ubica por la APPO, pero yo antes hice un partido político de la nada. Lo hicimos casa por casa, municipio por municipio. Pero una cosa es hacer un partido político desde la Ciudad de México, en las oficinas con aire acondicionado, y otra cosa es hacer un partido político en Oaxaca: hay que ir con la gente, acompañarla codo a codo, a vencer cacicazgos violentos. Esa es la diferencia con otras opciones políticas”, asegura Flavio Sosa.
Su apuesta es que esa forma de ver la política le atraiga los votos de los mismos que llevaron al presidente Andrés Manuel López Obrador hasta la Presidencia de la República: él también concibe a la política como un trabajo a ras de piso, de tocar puertas, de construir un proyecto político nacional con pequeñas asambleas en la calle.
“Cuando hicimos ese partido político en Oaxaca (Partido Unidad Popular), nadie daba un peso por nosotros. El gobernador Diódoro Carrasco se carcajeaba de nosotros, decía que no le quitabamos el sueño. Pero crecimos con organización, con lucha, y casi le quitamos la gubernatura. Fue tanto su miedo que yo mismo tuve que enterrar amigos que nos mató el PRI porque amenazamos al poder. Esa es mi experiencia, ¿quién puede decir lo mismo?”.
Ahora, Flavio Sosa quiere repetir el experimento: ser el caballo negro de la competencia en Morena, rebasar por la izquierda y ganar, cuando a nadie le quitaba el sueño su candidatura.
@oscarbalmen