Para Yessi, en su cumpleaños
Este texto fue publicado hace más de un año, pero nuevamente se los presento en este inicio de ciclo escolar de pandemia digital. En la actualidad, varias personas siguen creyendo que pierden el tiempo en el estudio o acudiendo a las aulas; pero hoy, en cambio, extrañan estar en la escuela o universidad.
A veces, las y los estudiantes acuden a los textos, a las clases, y perciben que lo expuesto en ocasiones no tiene relación con la realidad. Y esto es porque no se explica cuál es el motivo de la contradicción entre lo enseñado y lo practicado; no se denuncian las diferencias teóricas y operativas, ni se explica por qué se dan esas prácticas y cuál es su sustento. En síntesis, si bien no todas las cátedras son así, muchas se limitan a aceptar un objeto de estudio sin cuestionarlo o exponer nuevas formas, modos o caminos para entenderlo.
A veces no se explica que el poder del saber conocer, saber hacer y saber ser, puede emplearse tanto para la dominación del ser humano, como para su liberación. Tampoco se explica que la norma debe existir para servir a las personas, y no reducirlas a simples objetos de regulación. Mucho menos se adentra en el estudio de la historia, para mostrar la forma en que se han ido concretizando los procesos de control social que por un lado incluyen, y por otro excluyen, a los derechos del ser humano, y cómo han influido a la época actual, para entender, no sólo el cómo se aplica la norma, sino por qué se aplica así, cuál es su contenido o motivos, y si hay una mejor forma de aplicarla o regular una situación social.
Por eso se cree que la teoría y la práctica son cuestiones distintas; porque algunos estudios y enseñanzas no aterrizan la dogmática a la realidad; porque otros sólo se basan en lo real y no dan importancia a lo teórico; y porque sólo pocos tratan de explicar la base teórica de la práctica, su relación objetiva, el por qué se actúa de una manera y no de otra; y otros pocos invitan a las y los estudiantes, a desarrollar un sentido crítico, en beneficio del ser humano.
En pocas ocasiones se incentiva a las y los alumnos a analizar las estructuras políticas y sociales que rodean su vida; lo cual sirve para mantener al ciudadano en un modelo de civilización dogmático, que puede llegar a permitir el funcionamiento de sistemas que no velan por los derechos de todos. Pero en la actualidad tenemos la ventaja de tomar una postura de activos constructores de soluciones a los problemas sociales, y dejar de ser meros receptores de información. Podemos ser formadores que motiven la indagación y desarrollo crítico mental para realizar actividades que eliminen un estancamiento en el desarrollo de nuestra comunidad.
Podemos orientar a la apertura de los ojos frente a una realidad tal cual es, y no como nos han hecho creer o creemos que es. Podemos ser docentes que validen la opresión del sistema o, por el contrario, ser aquellos que evidencien que la teoría y la práctica no están distanciadas, que la práctica sin teoría es mera rutina o falacia, y que la teoría es inadecuada si no ayuda a aplicarse en la práctica. En síntesis, podemos ser docentes o estudiantes que propongan cambios reales y eficaces para el respeto de los derechos del ser humano.
Si uno mismo rechaza la dinámica que lo hace acrítico, y nos convertimos en auténticos intelectuales que estemos en contra de las injusticias sociales, trabajaremos en forma conjunta para construir un mundo menos discriminatorio y deshumanizado; romperemos así los paradigmas y lograremos que el ciclo siga en avance.
La mejor forma de aprender es enseñando: buscar lo que ha de enseñarse y enseñando lo encontrado; el docente muestra la puerta, y la o el estudiante deciden si la cruza. El docente es estudiante, la estudiante es docente, pues la vida es una constante exposición de experiencia y conocimientos que se aprenden y se enseñan, que se viven y comparten, un ciclo interminable donde el final es el comienzo.
La curiosidad, el cuestionar, el dudar y el saber escuchar a la intuición, es lo que ayuda a aprender; a superar los miedos que surgen por lo desconocido; lo que no conozco se vuelve conocido, lo entiendo, lo comprendo, y lo transmito. Todas y todos somos estudiantes y docentes a la vez; todas y todos buscamos el por qué y lo compartimos; todas y todos tratamos de proyectarnos en luz. Estudiantes y docentes ejercitan la inteligencia para dudar de todo; razonan para comprender el todo, y escuchan su intuición para entender y formar parte del todo; luego continúan dudando para nuevamente conocer.
Esas son características de maestras, maestros, alumnas y alumnos críticos: ser un poco utópico, ya que las utopías ayudan a caminar; las utopías sirven para escribir, o enseñan a aprender; entregan las alas rotas para aprender a volar, y los ojos secos para enseñar a observar, a cambio de que se enseñe que sabe compartir.
En esta era pandémica digital, sigamos aprendiendo a transformar la realidad en beneficio de todas y todos.