El presidente Porfirio Díaz fue un ferviente admirador de la guerra de independencia. Muchos de sus grandes proyectos los inauguró en un día 15 de septiembre y le puso el nombre de Miguel Hidalgo a poblaciones, avenidas, hospitales y muchas otras instituciones. La columna de la independencia nació precisamente el 15 de septiembre de 1910 para conmemorar el primer centenario de la gesta insurgente. La fecha del 21 de ese mismo mes no podría pasar desapercibida porque se celebra la consumación de la independencia. La ceremonia más importante de ese día fue el inicio de funciones de la Universidad Nacional de México. La que había nacido originalmente como Real y Pontificia Universidad de México en 1553 había sufrido una gran cantidad de cambios y nombres e incluso había sido clausurada por varios gobernantes, cada uno de ellos de acuerdo a su ideología. El diputado por Campeche y Secretario de Instrucción Pública Justo Sierra Méndez, notable escritor, historiador y filósofo era muy respetado por el presidente Díaz, de manera que atendió muy complacido la petición que le hizo el intelectual, pidiéndole que reuniera en una sola institución las diversas escuelas para la formación de profesionales que estaban distribuidas por toda la ciudad y funcionaban cada quien con sus propios reglamentos. La idea de Sierra resultó muy bien recibida por el gremio académico del país. El mismo Justo Sierra se encargó con ayuda de varios maestros de elaborar el reglamento, la carta constitutiva y los estatutos. De común acuerdo con la intelectualidad de la época se designó al abogado Joaquín Eguía, un distinguido juarista que había dirigido el prestigiado Colegio de San Ildefonso, puesto que dejó en protesta por la llegada del emperador Maximiliano. Además el abogado Eguía había sido maestro de Sierra y juntos habían elaborado el Código Civil de la ciudad de México. La Universidad Nacional nació por lo tanto en la mente y determinación de reconocidos intelectuales y docentes de su época. Justo Sierra habría de ser nombrado posteriormente como “Maestro de América”. La recién nacida Universidad Nacional no tuvo un despegue afortunado, ya que dos meses después comenzaría la Revolución que entorpeció el desempeño de alumnos y profesores. A la salida del presidente Díaz, el nuevo mandatario Francisco I, Madero reconoció la labor de Sierra y lo nombró embajador en España, donde murió dos años después. Un descendiente suyo, el ingeniero Javier Barros Sierra, habría de ser un notable protagonista de la huelga estudiantil de la UNAM en 1968. Las grandes instituciones fueron formadas por grandes hombres.