La educación en México navega sin un rumbo claro en estos días.
Por un lado, la presencia del nuevo coronavirus orilló a suspender las clases presenciales y a transitar de manera intempestiva a un modelo de aprendizaje en casa, en el cual los padres de familia cuyos hijos cursan niveles básicos (preescolar, primaria y secundaria) se volvieron en los principales tutores de sus hijos a través del internet y el uso de plataformas como Whatsapp y Zoom.
Por otro lado, la politización de la educación con la llegada del gobierno de la 4T ha colocado a los alumnos en el último eslabón de la cadena. No hay parámetros claros ni estrategias que fomenten la educación de calidad. Tampoco una política robusta que integre al profesorado y que se distinga de lo hecho en el pasado. En las manos de los maestros ha recaído la responsabilidad de adaptarse a esta realidad y mantener el interés de sus alumnos. La 4T piensa que la televisión es la respuesta.
En el caso de la educación a distancia, derivada de la crisis sanitaria, el principal reto parece ser el acceso a un smarthphone y a una red de internet. De acuerdo con el Inegi, la penetración de internet (entiéndase cobertura y acceso) en México es de aproximadamente 65.8%, algo así como 74 millones de mexicanos.
Si bien el dato pareciera alentador, pues estamos hablando de poco más de la mitad de la población, la penetración de internet es 0.8% inferior al promedio que hay en América Latina y el Caribe. Es decir que países como Bolivia y República Dominicana cuentan con mejor cobertura que nuestro país. Chiapas, el Estado de México, Guanajuato, Jalisco, Oaxaca y Veracruz son las entidades con el mayor número de municipios sin acceso a internet.
A este primer escenario hay que añadir el papel de los padres y de los profesores. Ambos enfrentando los retos que implica el proceso educativo a distancia, preparando sus clases del día a día y además con la enorme responsabilidad de mantener cautivos a sus alumnos (en el caso de la educación media y superior). La pandemia de Covid19 se convirtió, sin que nadie lo esperara, en una barrera de ese proceso de aprendizaje.
Pero a todo ello hay que añadir, las improvisaciones, prejuicios y prebendas del actual gobierno federal. De manera reciente, el presidente López Obrador anunció que su gobierno pagará 450 millones de pesos a las principales cadenas de televisión del país (Televisa, TV Azteca, Multimedios e Imagen Televisión) por la transmisión de contenido educativo que, prevén, llegue a 30 millones de estudiantes de educación básica.
La medida pareciera acertada ante las condiciones que impone la pandemia. La televisión es una extraordinaria herramienta educativa, siempre y cuando esté acompañada de una serie de elementos como la retroalimentación con los maestros, el seguimiento estricto de un plan de estudios y en estos tiempos, por supuesto, el acceso a internet.
Sin embargo, tanto la SEP como distintos organismos internacionales anticipan altas cifras de deserción escolar. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estima que hasta 1.4 millones de estudiantes no regresarán a clases en el ciclo escolar 2020-2021. ¿Por qué?, por las barreras de desigualdad que existen. Y México, hay que decirlo, es un país con profundas desigualdades sociales. En los estratos más bajos, únicamente el 19% tiene acceso a una computadora.
El gobierno, pues, no tiene clara una ruta para la implementación de un modelo de esta naturaleza, pues nada garantiza que los alumnos preferirán ver contenidos educativos sobre el amplio abanico de entrenamiento que ofrece la televisión abierta.
Si vamos un paso hacia atrás encontraremos que la 4T ya navegaba por un rumbo incierto. La contrarreforma educativa, que López Obrador prometió en campaña a los principales sindicatos educativos del país, se consolidó en su primer año de gobierno. El resultado: ahí está la CNTE, en plena pandemia, con un campamento en la plancha del Zócalo intentando, como siempre, chantajear al gobierno. Se piden más prestaciones, más prebendas, más plazas y complacencias; pero de la educación de calidad nadie habla.
De los contenidos con los que esta administración intenta moldear una percepción negativa (más no crítica) sobre el neoliberalismo, el TLCAN y todo aquello que huela a sexenios anteriores, hablaremos en otra ocasión, porque por lo pronto los caracteres de este espacio se han terminado.