Leyes y embudos/ Sobre hombros de gigantes  - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Las sociedades cuentan con mecanismos de control, o procesos sociales destinados a lograr la conformidad de las personas, sometiéndolas a pautas, modelos y requerimientos del grupo, para asegurar su continuidad frente al comportamiento individual irregular. Así, las instancias de control funcionan cuando convierten al individuo en un sujeto adaptado que acepta lo que la sociedad le impone en su vida, o lo someten violentamente para lograr esa aceptación.

El discurso de la organización social es un medio de control, una expresión de ideología que se dirige a la sociedad, con la finalidad de que se den las conductas deseadas o favorables para quien lo emite, y así detente el poder; puesto que logrará el consenso mediante la expresión de información que llegará a aceptarse como válida y obligatoria para una adecuada convivencia. Entonces, el discurso puede llegar a ser una técnica para favorecer a la comunidad, o para imponer la voluntad de quien tiene el poder, e impedir que otros individuos perciban sus verdaderos intereses; y finalmente lograr mantener ese poder social.

Cada modelo de organización social produce los medios, y justificaciones, que necesita o requiere para cumplir con los fines de quienes detentan el poder. Una de esas técnicas o estrategias puede llevarse a cabo a través de la construcción de la realidad: por medio de la interacción de la comunicación y el lenguaje se construyen historias, situaciones, supuestos, etc., que buscan influir y determinar las acciones de las personas en el medio en el que se desenvuelve. La forma de entendimiento de la comunicación es lo que crea esa realidad. 

Por ello, en ocasiones, podemos hablar de que vivimos en una “sociedad Orwelliana”, ya que, para evitar que la población se de cuenta de que el poder es empleado para favorecer intereses económicos individuales, que la riqueza no es distribuida equitativamente, que no se destinan los recursos suficientes para evitar el hambre, la pobreza, la ignorancia, la falta de trabajo y de oportunidades, y fortalecer los valores y la seguridad ciudadana; se crean distracciones folclóricas o fantasiosas, historias falsas, agravando situaciones que carecen de relevancia, u ocultando información, con la finalidad de que la población se sienta tranquila y relajada, y evite observar esa realidad.

Entonces, no faltan los discursos que presumen haber realizado infinidad de modificaciones legales, para incrementar la prisión preventiva oficiosa, endurecer las penas de cárcel, incrementar las ya establecidas, y restringir al máximo los derechos de las y los “delincuentes” (pues en verdad se dirigen a todas y todos nosotros), argumentando que estas leyes lograrán reducir la delincuencia y la inseguridad de la comunidad. Escribió Neruda en su “Promulgación de la Ley del Embudo”: “…y al fin llevaron al Congreso la Ley suprema, la famosa, la respetada, la intocable Ley del Embudo. Fue aprobada…”. Lo que no se informa en estos discursos es que no tienen sustento científico, objetivo y real, de que las leyes disminuyan la inseguridad, y para ello es suficiente observar el acontecer diario.

Tampoco faltan los discursos que, en el momento en que es evidente el reclamo y rechazo social por la falta de cumplimiento de sus deberes y funciones, se presenten historias de que se han resuelto exitosamente problemas de hace tiempo, relacionados con la inseguridad, intranquilidad y falta de paz pública de una sociedad. Y pasando un breve lapso, el problema se hace evidente nuevamente. Así mismo, no faltan los discursos que en vez de reconocer los errores propios y tratar de repararlos, se trate de exhibir públicamente a personas que ellos consideran responsables de los males que aquejan a la sociedad, sin existir una declaración de su culpabilidad.

Así, se difunde ampliamente que la inseguridad y los delitos siguen incrementándose, por lo que es necesaria la inflación o incremento del sistema penal; y con ello, la realidad sigue su marcha en forma paralela, pues la “Matrix” ayuda a que la gente se sienta tranquila, relajada y alejada de lo que ocurre en verdad, para evitar reclamos y disgustos por temporadas. La cuestión es que ese discurso no es tema reciente: anteriormente los gladiadores se enfrentaban en el coliseo romano; hoy, luchan a dos de tres caídas sin límite de tiempo, cada sexenio, cada mes, cada día; y muchos prefieren seguir en brazos de Morfeo, conectada a la fantasía, que vivir la realidad y exigir, respetuosamente, lo que les es debido. 

Expreso mi repudio a los acontecimientos violentos que ocurren y que afectan a miles de víctimas y a la propia sociedad, pero también rechazo el discurso que trata de generar una sensación de seguridad, cuando lo único que se está haciendo es limitar nuestros derechos con ese pretexto, vendiendo seguridad y libertad a cambio de sometimiento y esclavitud. 

Si bien “la verdad os hará libres”, la mentira os hará creyentes y acríticos.



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