Hay lugares que parecieran formar parte de la identidad de una persona por muchas razones y la universidad Autónoma de Aguascalientes pareciera ser una de las respuestas más comunes para los -privilegiados- que pasamos por ella. Muchos la consideran una alma mater. Otros, una segunda casa, y algunos más, una de las partes (y lugares) que se vuelven más irremplazables y entrañables que tendrán en su vida. Como recién egresado, les puedo decir que tengo este sentimiento fresco y enormemente a flor de piel (más porque, en un pensamiento individualista y hasta egoísta, el COVID me robó mi último semestre). Con esto dicho, les puedo asegurar que no hay cosa que más me gustaría volver a vivir que el ir a comer con los cuates.
El simple hecho de comer es una cuestión increíblemente divisiva entre los universitarios; hay infinidad de opciones para ello dentro y fuera de la institución, pero parece que entre todos ellos hay uno que ha perdurado, generación tras generación, año tras año. El álamo, ubicado dentro de la cafetería poniente y atendido por generalmente por su dueño (un señor enorme y cara seria, pero amable al final del día), ofrece una gran variedad de platillos que son del gusto de cualquier universitario; Desde los clásicos escolares como bolillos con guisado y sincronizadas, pasando por antojitos mexicanos como enchiladas y flautas, hasta llegar a cosas más sofisticadas como banderillas y nachos. De bueno a rico todo, a decir verdad. Pero, aun con esta gran variedad de delicias, parece que hay un consentido, un hijo pródigo, una super estrella.
A primera vista podría parecer algo común y para nada especial. Un pequeño bowl lleno de totopos de tortilla de maíz, cubiertos con una capa de frijoles y queso que, si el cliente así lo desea, se le puede agregar en la cima un guisado a elegir. Si bien esta descripción pudiera parecer apetitosa no es para nada algo extraordinario, ¿verdad? Pues déjenme decirles que la primera vez que probé los “panchos” quedé atónito. No podría creer que semejante ambrosía se preparara en una cocina escolar. Podría sonar exagerado, pero no es por nada que tantas generaciones de universitarios los recuerdan y hablan de ellos con cariño. Su sabor es muy bueno, provee una experiencia culinaria fuera de lo común y, por si fuera poco, es muy llenador y tiene un precio bastante accesible para el bolsillo del apropiadamente llamado estudihambre.
Más allá de esto, el servicio es por lo general rápido y amable, los cuales son cualidades en peligro de extinción en más de una parte de la institución. Además del ya mencionado posible dueño del establecimiento, las señoras que ahí laboran son muy agradables y te atienden siempre con una sonrisa y un saludo amable. Así hasta dan más ganas de consumir sus productos y gastar el dinero en cualquier lugar, ¿no? Además, cuentan con un servicio de “renta” del plato donde das 5 pesos extra al momento de pagar y estos se te reintegran cuando regresas el traste. Parece poca cosa, pero cuando te cobran 2 o 3 pesos en otros lugares por un plato que no usarás más de 15 minutos a lo mucho, la diferencia termina siendo notable.
Sí, soy de esas personas que añoran su vida universitaria con intensidad e ignorando lo pesado que es ser estudiante (tareas, transporte, vida social, estrés por todos lados, etc, etc) pero es innegable que los ratos que uno pasa conviviendo con las personas que se tienen alrededor, acompañado por un delicioso platillo es de los que más se suelen recordar con cariño en cualquier etapa de la vida. No queda más que preguntarse cuántas anécdotas se han vivido frente al local acompañados por alguna de sus delicias y cuántas más habrán de crearse, porque al parecer “el álamo” resistió el golpe proporcionado por la pandemia y abrirá sus puertas de nueva cuenta cuando así sea posible.
3 platillos que debes probar si llegas a comer en “el álamo”
- Los panchos.
Mencionados y descritos anteriormente, los panchos son, sin duda, la joya de la corona en la cocina de la reconocida cafetería. Un platillo económico y de gran sabor, con muchas opciones para acompañar: desde chicharrón rojo y verde hasta chilorio (mi favorito) y carne al pastor. Todo es hecho al instante y eso, en mi opinión, le da un valor aún más especial en un mundo lleno de comida en tupper.
- Rollitos de carne
Otro de los platillos consentidos por los clientes de “el álamo”. Acompañado por una guarnición (papás a la francesa, arroz o ensalada), Consiste en una especie de burrito relleno de carne, pasado por aceite y dividido en pequeños bocados. Su precio (si no mal recuerdo) era un poco más elevado, pero son una gran opción para el estudiante hambriento.
- Hamburguesa clásica
A pesar de ser un alimento básico en prácticamente cualquier cafetería, las hamburguesas que aquí se sirven cuentan con un sabor especial. No sé si sea la calidad de los ingredientes o el sazón de la cocina, pero cuentan con un toque que no se encuentra en ningún otro establecimiento de la institución. Además, se cuenta con la opción de convertirla en un paquete que incluya refresco y papás a un precio aceptable.
- Mención honorifica: la barra de condimentos
No puedo en buena conciencia terminar este escrito sin mencionar la barra de condimentos que (sin una verdadera obligación) ofrecen en “el álamo”. Está cuenta con las tradicionales salsa verde y roja, un buen guacamole, un delicioso chimichurri y la indispensable cátsup, los cuales pueden potenciar aún más el rico sabor de los platillos aquí descritos.