¡Un Señor! Así con mayúscula y en toda la extensión de la palabra es quien esto me escribió: Querida compañera y amiga, a quien respeto y aprecio; este hombre ha vivido muchas tempestades, y sé que en los charcos se engendran muchas especies, como lombrices y sanguijuelas. El inmovilismo priista de las décadas que Usted y yo padecimos, me costó calumnias, expulsión del país y una reintegración coyuntural, que la hice para borrar el lodo que me salpicó.
Continúa el Señor: mi retorno al país (México), ocurrió en la coyuntura del viraje histórico del PRI. Fui parte fundadora de la Corriente Democrática con Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, pero no acepté formar parte de la demolición del partido que fundó también mi padre. Viví en Italia los cambios del mundo por la post-guerra y la guerra fría; de la guerra de Nicaragua: última revolución del S.XX en Centroamérica. Viví cambios profundos en la globalización y la apertura comercial; la economía transnacional y las crisis petroleras, así como la deuda externa de México. Fui testigo de la coyuntura que subordinó al estado mexicano a los tratados regionales de cooperación y libre comercio. A Aguascalientes, ante las crisis de las comunicaciones, industria ferrocarrilera, sólo le quedaron entonces las maquiladoras como opción a la desocupación; desde entonces nos abrimos a la oferta de garantías a las transnacionales.
Agrega el Señor: Usted Socorro y yo, formamos parte de la corriente nacionalista en el PRI; por eso ya no tuvimos cabida y sin embargo no lo abandonamos como tantos cuadros que conformaron los nuevos partidos: micro partidos que se volvieron mercenarios de la política. Militantes y dirigentes de ocasión sin ideología, buscaron el poder por el poder: esos que ahora nos llaman dinosaurios.
Y señala el Señor: el reto es cómo mantener la congruencia, ante el pluralismo y la alternancia; mantener la identidad ideológica ante culmen de lo histórico que Francis Fukuyama llama el fin de la historia. El tsunami que nos arroyó a los priistas auténticos nos puso en riesgo de ahogarnos y desaparecernos, luego entonces estimada paisana ¿Qué hacer? ¿Cuál es la estrategia? Como propuso Vladimir I. Lenin ¿Negociar para sobrevivir? O comportarnos como náufragos en un mar que suma pandemia con crisis económica. Es hora de dar el siguiente paso en la reordenación partidista, de transformarnos en un eje de consenso lejos de la confrontación de familias. Optar por la identidad de valores, antecedentes, honestidad y capacidad. Desde la distancia, no ignoro las especies del zoológico político; imberbes o vetustos simuladores; rostros ocultos del oportunismo. A usted la respeto y admiro ¡Sea una conciencia crítica! Sólo le pido no caer en el juego de quienes pretenden ser nuestros sepultureros. ¡Ya pronto asomarán su rostro! Mientras tanto, acá estoy y, gracias por sus comentarios hacia mi persona.
El señoritingo. En marzo de este año 2020, el señoritingo tuvo que disculparse públicamente: primero por utilizar el prestigioso nombre del Consejo Coordinador Empresarial en un intento por confundir a la opinión pública ya que la agrupación que el señoritingo pastorea, no tiene relación con la cámara central.
En segundo lugar, se disculpó el señoritingo por sus dichos misóginos, pues ante el dolor y el justo reclamo de las mujeres por la tortura, violación y cruel asesinato de una niña de nueve años y, el asesinato de una joven en manos de su concubino que la desolló y arrojó sus entrañas a la taza del sanitario, tuvo la desafortunada ocurrencia de exigir que “le bajaran a su relajito”. Así de sensible es él ante el dolor ajeno.
El lunes pasado, el señoritingo se vio envuelto en un nuevo escándalo por misoginia: una exempleada de él fue escuchada en “A Opinión” del periodista especializado en derechos humanos Aníbal Salazar; que no dudó en decir ¡Yo sí te creo! a la trabajadora violentada y darle tribuna para externar su queja al margen de lo que la interesada ya presentó legalmente. En protección a la privacidad de la denunciante del señoritingo omito su nombre.
El día de ayer martes, otra voz se escucha contundente en redes sociales para señalar la conducta misógina del señoritingo. Esta vez es la voz de un hombre: el abogado y opinòlogo Sergio Peregrina, quien en una puntillosa narración de hechos, le recuerda al señoritingo el mal trato a que sometió a una viuda ante el justo reclamo de sus derechos, toda vez que su esposo entonces trabajador del señoritingo perdió la vida en un accidente de trabajo que nunca fue reconocido como tal. ¡Así se las gasta el señoritingo!
El Señor es Augusto Gómez Villanueva, hombre cabal. Quedan pocos como él con su visión; pasión por la humanidad y lo humano; y su formación y vocación por la buena política. Con su cariño por las buenas amistades y su memoria radicada en el corazón.
Nada hay que agregar al nombre del señoritingo: Pedro Gutiérrez Romo; excepto que su nombre aquí mancha este espacio.