- El expresidente benefició a los dueños de las playas más exclusivas de la Riviera Nayarit. Punta Mita, de Fernando Senderos, obtuvo una concesión ambiental y se favoreció con la construcción de carreteras que facilitan el acceso a la zona
EMEEQUIS/Esteban David Rodríguez / Primera parte
Punta Mita, Litibú y Costa Canuva conforman el territorio VIP de la Riviera Nayarit. Son los paraísos privados de empresarios con los que Enrique Peña Nieto cultivó cercanía social y política. Suman 23 kilómetros de playas para desarrollos turístico-inmobiliarios, dirigidos expresamente al turismo extranjero de altos ingresos: villas, campos de golf, plazuelas comerciales con tiendas selectas, restaurantes, hoteles y fincas, donde el hospedaje cuesta hasta medio millón de pesos por noche.
Sus límites son tan precisos como los muros, rejas, mallas y garitas que resguardan del mundo a sus visitantes. Y al otro extremo, el mar y su horizonte.
Santuarios de glamur por donde han desfilado Bill Gates, Paris Hilton, Robert de Niro, Carlos Santana, Lady Gaga, Gwyneth Paltrow, las hermanas Kardashian, Justin Bieber, Al-Saadi el Gadafi, hijo del fallecido dictador libio Muamar el Gadafi; y ejecutivos exitosos de Silicon Valley.
Los tres desarrollos se establecieron en tierras que pertenecían al Fideicomiso Bahía de Banderas (FIBBA), formado con ejidos expropiados en los 70s y 80s del siglo pasado.
Los gobiernos priístas y panistas, desde tiempos de Carlos Salinas de Gortari y hasta el cierre de la gestión de Enrique Peña Nieto, dotaron de infraestructura carretera, urbana, eléctrica e hidráulica a la región, y después transfirieron tres reservas territoriales a inversionistas privados: Punta Mita por venta directa, Litibú mediante lotificación y venta controlada por el Gobierno Federal, y Costa Canuva bajo el esquema de fideicomiso irrevocable.
Una investigación desarrollada por EMEEQUIS revela que el gobierno de Peña Nieto prodigó recursos económicos y legales para preservar y ampliar estos cotos turísticos, operó políticamente para obtener las aprobaciones legislativas de donación de tierras, controló resistencias comunales y orientó la derrama de beneficios hacia los amigos que cultivó a lo largo de su carrera política, algunos de los cuales fueron su compañeros de juego en esos campos de golf.
Operación Punta Mita: la concesión, las carreteras…
En algunos casos los beneficios fueron quirúrgicos. Por ejemplo, Peña Nieto extendió hasta 2030 la concesión ambiental de un estero que sirve de coartada para impedir el acceso público a las playas de la península de Punta Mita, propiedad de Fernando Senderos, presidente de Grupo Desc, quien formó parte del Consejo Mexiquense de Infraestructura creado por Peña Nieto durante su gobierno en el Estado de México.
A partir de la consulta de más de un centenar de documentos notariales, decenas de informes de gestión corporativa, reportes bursátiles, manifestaciones de impacto ambiental, contratos públicos y otros documentos gubernamentales, EMEEQUIS reconstruye las ramificaciones empresariales de uno de los ejes turísticos más exclusivos del mundo.
Este enclave fue residencia alterna y terruño adoptivo del expresidente Peña, al menos durante su gestión, justo donde se sentía entre amigos, y del que dijo, aquel 25 de julio de 2016: “Soy orgullosamente mexiquense, pero esta es mi segunda casa”.
Sobre la costa nayarita, los tres paraísos privados están separados entre sí, pero por tierra los enlazan dos vialidades, una construida con financiamiento federal y otra con recursos estatales:
Al norte, la nueva carretera Compostela – Las Varas, cuya construcción fue asignada en 2016 por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) a Mota-Engil México, empresa que a su vez es principal beneficiaria de la vialidad, pues esta conecta con el acceso a Costa Canuva (también de su propiedad).
Y al sur, la supercarretera libre Cruz de Huanacaxtle – Punta Mita, que costó 300 millones de pesos, provenientes de un crédito bancario obtenido por el gobierno de Nayarit, todavía durante la gestión de Ney Sánchez.
Fue terminada por el gobierno de Roberto Sandoval, uno de los gobernadores consentidos del peñismo. La obra enfrentó protestas por indemnizaciones incumplidas, así como juicios de amparo y por despojo de inmuebles y aguas, promovidos por aparceros de los ejidos de Higuera Blanca, en Bahía de Banderas, y de El Monteón, en Compostela. Incluso el propietario de C & C Ingeniería y Proyectos, una las empresas que ejecutaban inicialmente la construcción, Héctor Cárdenas Curiel, fue encarcelado por esos y otros delitos.
Pero unos días antes de la Semana Santa de 2016, la vialidad estaba lista. “Es de una calidad que ya quisiera cualquier carretera de cuota”, dijo Roberto Sandoval al inaugurarla.
Lo cierto es que esos caminos beneficiaron a los dueños de los paraísos privados de la Riviera Nayarit. La autopista Compostela – Las Varas entronca con la carretera federal 200, procedente de Tepic. Siguiendo hacia el sur, esta pasa frente al acceso a Costa Canuva, de José Miguel Bejos. Después llega hasta la entrada de Litibú, donde los socios inmobiliarios de la familia Ancira Elizondo poseen un complejo hotelero. Y finalmente, la 200 converge con la supercarretera libre Cruz de Huanacaxtle – Punta Mita, que llega a las puertas del destino turístico de Fernando Senderos.
Un sendero excluyente y redituable
Punta Mita es una península tendida sobre las aguas translúcidas del Pacífico, propiedad de la familia Senderos. Las autoridades nayaritas y el Fideicomiso Bahía de Banderas (FIBBA) les vendieron los derechos sobre tierras expropiadas en la región en 1970. Fue así como se hicieron del 3% del territorio nayarita: 700 hectáreas rodeadas por 14 kilómetros de litoral.
A esta comarca privada sólo pueden entrar quienes estén hospedados o aquellos que posean fincas o lotes. Al norte está resguardada por el Cerro Careyeros, que impide el paso a las playas de Punta Mita.
Por el sur no hay una contención natural, pero ha contado con una compuerta aún más robusta: una concesión de “protección ambiental” sobre el estero de Playa la Lancha que les dio el gobierno de Vicente Fox.
Y aunque dicho instrumento jurídico vencía en 2015, Peña Nieto renovó la vigencia por 15 años más. Gracias a ello, los propietarios de Punta Mita pudieron cerrar el paso a su península, un negocio que en la última década ha reportado ventas netas por casi 300 millones de dólares, de acuerdo con los reportes corporativos anuales (2009-2019) que fueron revisados por EMEEQUIS.
Cosecha de lealtad
En diciembre de 2012, al tercer día de haberse instalado en Los Pinos como presidente de México, Peña Nieto recibió un excéntrico regalo: una caja de madera rebosante de tomates orgánicos. El remitente era Fernando Senderos Mestre, cabeza de Grupo Desc, una de cuyas marcas es Productos Del Fuerte. El obsequio parecía, simultáneamente, el símbolo y el presagio de una buena cosecha.
Fernando Senderos se hizo cargo de Grupo Desc en 1987. El consorcio fue fundado por su padre, Manuel Senderos Irigoyen, en los 70s, a lado de Gastón Azcárraga y Alberto Bailleres. Este último sigue siendo miembro del consejo.
Una de las firmas más conocidas de Desc fue Industrias Resistol, la cual fue vendida en 2003. Desc está conformado actualmente por dos mastodontes corporativos: KUO y DINE. El primero cuenta con ramas industriales con presencia global en el área química como Resirene (poliestireno), asociada con Repsol; o Dynasol (hule sintético); en el mercado de consumo, tiene a Herdez-Del Fuerte y Megamex Foods, entre otros; en el automotriz está Tremec y Dacomasa, por mencionar algunas de sus marcas más emblemáticas.
DINE es el corporativo inmobiliario del grupo, el tipo de negocio preferido por Senderos, quien desarrolló Bosques de las Lomas, en Ciudad de México, uno de sus primeros proyectos sin la tutela de su padre.
Pero Fernando Senderos no sólo ha sido un exitoso empresario. También fue un leal aliado del poder político priísta. Aficionado a la equitación desde su juventud, Senderos fue compañero de Raúl y Carlos Salinas de Gortari en el equipo ecuestre mexicano que participó en los Juegos Panamericanos de Cali en 1971.
Y desde el “pase de charola” de Carlos Salinas en 1988, ha contribuido al financiamiento de distintas campañas presidenciales del PRI.
Con Peña Nieto, Senderos tuvo un contacto más concreto a partir de 2007, cuando el entonces gobernador del Estado de México creó su famoso Consejo Mexiquense de Infraestructura, un invento de su secretario de Finanzas, Luis Videgaray, para sentar a grandes inversionistas en la mesa de su jefe, que ya entonces sonaba como presidenciable.
El consejo sesionaba al menos cuatro veces al año, varias de ellas con la presencia del gobernador Peña Nieto.
Encargado de proponer las obras y de difundir los programas de infraestructura del gobierno del estado, el órgano colegiado estaba integrado por los consejeros Roberto Alcántara (IAMSA, Grupo Prisa, Ominitren, Viva Aerobús), Carlos Peralta (Grupo IUSA), Valentín Díez Morodo (AV InBev, Club de Fútbol Toluca, OHL) y Fernando Senderos, propietario de Desc, y de Punta Mita.
La limpieza étnica
Todo empezó durante el gobierno de su excompañero del equipo ecuestre mexicano, Carlos Salinas de Gortari. Senderos llegó a la costa nayarita en 1991 y se asoció casi de inmediato con una empresa de inversionistas jaliscienses que habían puesto el ojo en aquella zona desde los 80s: Cantiles de Mita.
Los inversionistas de Cantiles llegaron a Nayarit por invitación. El gobernador Celso Humberto Delgado emprendió en 1991 el Desarrollo Costa Banderas, un proyecto turístico de 500 millones de dólares, que iba de la zona conocida como Destilerías, desde el sur, hasta Punta Mita en el norte.
Encargó el proyecto urbano a la firma tapatía Bufete de Ejecución de Desarrollos Integrales, dirigida por Guillermo Gómez Vázquez-Aldana, que resultó ser el secretario del consejo de administración de Cantiles de Mita.
Gómez Vázquez-Aldana se convertiría poco después en representante legal del proyecto Costa Banderas. Cinco compañías estaban involucradas: Punta Faro Viejo, Puerto Mita, Punta Mita, Costa Banderas y Cantiles de Mita.
Pero había una mosca en la leche: en la joya del proyecto, que era la península de Punta Mita, había un pueblo de 500 habitantes, llamado Corral del Risco. Eran familias de pescadores renuentes a ser reubicados que, sin embargo, fueron despojadas de sus tierras ejidales, sus líderes amenazados de muerte, y al cabo encarcelados. La legislación estaba de su lado, pero no los tribunales, que ignoraron hasta los amparos.
A cambio de su libertad, los rebeldes firmaron su consentimiento para ser reubicados en un fraccionamiento en playa El Anclote, llamado “Nuevo Corral del Risco”, un sitio encapsulado entre las mallas y muros de los desarrollos de DINE. Una especie de gueto, sin salida al mar, sólo hacia la carretera federal, en el lado opuesto a la playa. Encima, los mismos desarrolladores que los expulsaron, les vendieron las nuevas viviendas.
Las “negociaciones” con los pescadores habían sido conducidas por personeros de Grupo DINE y Costa Banderas S.A., como lo reseña la prensa local de la época. Entre 1993 y 1994 la península Punta Mita quedó limpia de sus pobladores originarios, después de la operación de desplazamiento dirigida por los inversionistas y el gobierno del estado.
El holding
En 2003, DINE fusionó su empresa Club Ecuestre Chiluca S. de R.L. de C.V, una fraccionadora con desarrollos en el Estado de México, con Cantiles de Mita. Así, esta firma se convirtió en el cerebro financiero de DINE.
Con los años, Senderos transfirió casi toda la estructura financiera de DINE a Cantiles de Mita: Inmobiliaria Bosques de Chiluca, Corporativo DINE (Cañadas de Santa Fe, Inmobiliaria Alaxia y el fideicomiso 3293), Promociones Bosques, Resort Club Punta Mita, Turística Akko, Club de Golf Punta Mita y Operadora de Nayarit.
Como lo estableció el Plan Parcial de Desarrollo Urbano Turístico Punta Mita, elaborado por el ayuntamiento de Bahía de Banderas (2002), “el polígono pertenece a la empresa Cantiles de Mita (…), cubriendo la 688.5 hectáreas que representan las propiedades del desarrollo turístico y que abarca toda la península de Punta Mita”.
El documento precisa los confines de la propiedad de Senderos: partiendo del norte, “abarca toda la península de Punta Mita, rodeando los asentamientos humanos de Emiliano Zapata y Nuevo Corral del Risco, continuando por la franja costera delimitada por la carretera La Cruz – Punta Mita y la ZFMT de la Bahía de Banderas, hasta poco después del estero La Lancha, colindando en su límite sureste con el desarrollo turístico de Costa Banderas”.
Una noche cuesta medio millón de pesos
Con la península despejada de población nativa –salvo el poblado de Emiliano Zapata y el gueto de Nuevo Corral del Risco– y con Cantiles de Mita como cerebro del tinglado financiero, Senderos emprendió en 1993 el proyecto turístico residencial: villas, fincas, condominios, hoteles, torres de departamentos, lotes residenciales y hoteleros para venta o renta por tiempo fraccional.
Uno de los proyectos estrella del consorcio fue la construcción, en sociedad con la cadena Four Seasons, de un hotel y del campo de golf de 18 hoyos, diseñado por el exgolfista Jack Nicklaus, con su emblemático hoyo opcional creado sobre un islote.
Además, DINE-Cantiles desarrolló proyectos relacionados, como la Casa Club del Golf, Villas Four Seasons y Four Season Resort Club. El conjunto se inauguró en 1999. En 2001 DINE y Four Seasons vendieron el hotel a Strategic Hotel and Resorts (que sería comprado en 2014 por BMGI, de Bill Gates).
En 2009, DINE-Cantiles terminó un segundo campo de golf de 18 hoyos, también diseñado por Nicklaus, y compró por completo el primero, donde Four Seasons había tenido la mayor participación.
Como lo reiteran los informes anuales de DINE, “el producto está dirigido principalmente al público estadounidense de altos ingresos”. Una de las modalidades de comercialización es la venta de predios, lo cual se contrapone al Artículo 27 de la Constitución, que prohíbe a extranjeros la posesión de tierra y explotación de acuíferos en una franja de 50 kilómetros a partir de la costa. El ordenamiento establece que “por ningún motivo podrán los extranjeros adquirir el dominio directo sobre tierras y aguas”. Como sea, es un gran negocio.
El precio de los condominios, casas y terrenos va de los 700 mil dólares a los 16 millones de dólares (puntamita.com). Su comercialización ha sido exitosa. La comarca privada tiene cerca de mil unidades residenciales.
Además, la venta de predios a desarrolladores externos ha sido igualmente redituable. En uno de ellos está el hotel St. Regis Punta Mita, donde el hospedaje puede alcanzar los 2,500 dólares por noche, unos 56 mil pesos.
Pero el lujo no tiene límites. La renta de una finca cuesta hasta 25,000 dólares por noche (más de medio millón de pesos). Ese es el precio en la temporada alta del verano en “Casa Luz”, de Ranchos Estates, una de las villas de Punta Mita. Hay quienes aprovechan la temporada baja y la consiguen por 250 mil pesos la noche.
El rango de precios es amplio. En 2016, la actriz Gwyneth Paltrow, intérprete de Pepper Potts, pareja de Tony Stark (Robert Downey Jr.) en la saga de Avengers, rentó por una semana una de esas casas de descanso en aproximadamente medio millón de pesos. Pero también hay condominios de 15 mil pesos por noche.
Tan sólo entre 2010 y 2019, el desarrollo turístico efectuó ventas netas de 285 millones de dólares, según se desprende de la revisión de los informes de operación anual de DINE. Eso ha significado, promediado el periodo, el 50% de las ventas del consorcio, que tiene otros desarrollos en Ciudad de México, Estado de México, Baja California Sur y Guerrero.
La privacidad es el negocio
Punta Mita ofrece bellezas naturales acentuadas por el carácter escénico de su equipamiento urbano, el lujo de las instalaciones residenciales y hoteleras; una amplia oferta gastronómica, glamur, esparcimiento, golf, tenis, arenas blancas en las que nacen tortugas marinas, veleros sobre aguas translúcidas en las que asoman ballenas migrantes procedentes de Canadá y de Hawái.
Pero el éxito del negocio no es solamente esa atmósfera placentera, donde hasta la vegetación parece dosificada en su justa medida.
Detrás de las grandes ventas inmobiliarias y la afluencia sostenida de turistas de altos ingresos, están la exclusividad y privacidad totales. Aislamiento en condiciones de confort, lejos del público, del pueblo, de periodistas o de paparazis. Un producto codiciado por un segmento reducido y poderoso de consumidores.
Es lo que compran en la costosa península de Senderos las estrellas de Hollywood, políticos estadounidenses, petroleros texanos y de medio oriente, exmandatarios sudamericanos o exitosos inversionistas.
Enrique Peña Nieto, durante su presidencia, acudía a ese paraíso de privacidad, casi siempre acompañado por su familia. Ahí se hallaba cuando en Ciudad de México ocurrió la explosión en la Torre de Pemex, en enero de 2013. En 2014 también visitaba esa península cuando ocurrió la desaparición de normalistas en Iguala, el 26 de septiembre.
El St. Regis Punta Mita era de los alojamientos preferidos de Peña Nieto. En el contexto de la tragedia señalada, el diario Reforma reportó que el presidente Peña tenía reservaciones en ese hotel, según confirmación de los empleados de ese establecimiento.
Años después, en el verano de 2016, el Diario de Vallarta difundió: “El presidente de México, Enrique Peña Nieto, su esposa Angélica Rivera y sus hijos visitaron Punta Mita durante el fin de semana (…). Se hospedaron en el Hotel St. Regis Punta Mita desde el viernes pasado y hasta el domingo siete de agosto”.
Quizá esa predilección derivaba de la espléndida vista hacia el archipiélago de Las Marietas, cuyas islas lucen al alcance de la mano desde el St. Regis. Aunque es más probable que dicha preferencia tuviera origen en la proximidad del hotel a la Academia de Golf del desarrollo, y al campo diseñado por Agustín Pizá, por el que sienten gran inclinación muchos de los visitantes. Han llegado a jugar en ese césped personajes como Bill Gates y Robert de Niro.
Pero, a mediados del sexenio de Peña Nieto, el tesoro más preciado de la península de Senderos, la privacidad, comenzaba a verse amenazado.
2015: intrusiones conjuradas
A la reserva turística de Punta Mita sólo puede ingresarse por las garitas de cada desarrollo o por la entrada general, destino final y convergente de las carreteras procedentes de Las Varas, por el norte, y de Cruz de Huanacaxtle, por el sur. Fuera de esos filtros, todo el cuello de la península y la franja costera adicional están amurallados o enmallados, y con vigilancia privada.
Mas no podría amurallarse el acceso lateral al frente de playa. Por eso, una de las claves para la viabilidad del desarrollo fue desde sus inicios el Cerro Careyeros, un centinela anclado al Océano Pacífico que resguarda el extremo norte de la península con una franja de un kilómetro de acantilados, que se extienden desde la Bahía de Litibú hasta la batería de riscos en que se yerguen las Villas Four Seasons, ya al interior de Punta Mita.
Al extremo norte de los acantilados, el desarrollo tiene el club de playa de Villa Kupuri, su única unidad abierta por un extremo. Dicha abertura conecta hacia Bahía de Litibú. Pero colinda con un pequeño conjunto de fincas protegidas por los peñascos de Punta Negra, tras el cual, unos pasos más al norte, se encuentra otro paraíso privado, el desarrollo Fonatur – Litibú. De modo que no hay riesgo mayor de filtraciones indeseables por ese flanco.
Es más vulnerable el límite sur de la propiedad, que se ubica al término de Villa Ranchos Estates. Este conjunto residencial se asienta después del estero y la playa La Lancha, sobre la franja costera –de casi tres kilómetros de largo por unos 600 metros de ancho–, en que se prolonga el desarrollo de Punta Mita.
La franja está flanqueada de un costado por Bahía de Banderas, y del otro, por la carretera federal Punta Mita – Cruz de Huanacaxtle. Este flanco se halla totalmente enmallado. De hecho, el enrejado se prolonga sobre al costado de la carretera por 14 kilómetros, y realmente no hay acceso libre al mar sino hasta Cruz de Huanacaxtle.
El único acceso abierto era hasta hace poco hacia Playa la Lancha, por un costado del estero, ya que se trata de una Zona Federal Marítimo Terrestre imposible de alienar. Para que el Desarrollo Punta Mita tuviera el control, y fuera viable, el primero de marzo de 2001 el gobierno de Vicente Fox extendió una concesión sobre casi tres hectáreas que ocupa el estero, “para uso exclusivo de protección con una vigencia de 15 años”, a nombre de Fernando Senderos.
No obstante, en los últimos años hubo un paso libre para surfistas y visitantes que penetraban hasta Playa la lancha. Se cerró en 2016 con el aval del Gobierno Federal, lo que desató protestas y negociaciones con vecinos y ONGs.
En julio de 2018 el desarrollo decidió cerrarlo terminantemente, con ayuda de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), que “clausuró” el acceso bajo el argumento de que el camino a la playa se estaba contaminando “con desechos urbanos” y autorizó el cierre, lo que reavivó las protestas.
El 30 de agosto de ese año, Profepa emitió un comunicado donde justificaba la clausura del acceso como una sanción “impuesta a la empresa” Ranchos La Lancha Punta Mita, para controlar el estero. La empresa es representada por Luis Fernando Mayer Romero, que ha sido delegado del Consejo de Kuo Automotriz Servicios y estrecho colaborador de Senderos.
De hecho, el 13 de diciembre de 2013 Fernando Senderos “cedió” los derechos de la “concesión de protección al estero” a Ranchos La Lancha Punta Mita. Y el 26 de noviembre de 2015, el gobierno de Enrique Peña Nieto prorrogó la vigencia del título de concesión para el control del estero, hasta 2030. Fue así como el mexiquense correspondió a la hospitalidad de que ha sido objeto por parte de Senderos en Punta Mita, y al bonito detalle de los tomates orgánicos.
Aquel privilegio sería cancelado con la entrada del nuevo gobierno. El 8 de noviembre de 2019, la Semarnat anunció la revocación de la concesión “a Cantiles de Mita”, con lo que se abrió de nuevo el acceso a la playa, como estaba antes de 2016.
La polémica sobre los privilegios de las playas privadas ha ocupado espacios destacados en los medios de comunicación. Hace unos días, el secretario de Turismo del Gobierno de México, Miguel Torruco Marqués, aseguró que “por mandato constitucional en México no existen playas privadas, por lo que estos espacios públicos son para el disfrute de todos los mexicanos. La ley es muy clara al respecto, y hay que cumplirla sin excepciones”.
@estedavid