Los festejos de las juventudes hitlerianas por el Jahr Null se desbordan, cientos de jóvenes recorren las calles de Nueva York y su manifestación se torna violenta, los jóvenes nazis destruyen lo que encuentran a su paso, voltean autos, rompen vitrinas, golpean a los viejos. Es el capítulo final de la tercera temporada de The man in the high castle, serie de televisión que adapta El hombre en el castillo, novela de Philip K. Dick.
En esta distopía, Alemania ganó la Segunda Guerra Mundial y se ha dividido el mundo con Japón, en 1962, a la muerte de Hitler, Heinrich Himmler asume el poder del Gran Reich Nazi, en una visita a los Estados Unidos, el Reichführer impone el Jahr Null (Año Cero) que consiste en borrar la historia antigua para dar paso al pensamiento puro de los jóvenes que nacieron después de la guerra, el acto principal es la destrucción de la Estatua de la Libertad, Himmler se emociona mientras se derrumba el monumento, por fin, después de tantos años, dejará de brillar, comenta gozoso; frente a la violencia brutal de las juventudes nazis, Himmler impide que intervengan las autoridades, déjenlos manifestarse, a veces una purga es esencial, justifica, al tiempo que suspira al recordar la Kristallnacht, la noche de los cristales rotos, que ocurrió en noviembre de 1938, cuando una horda de Sturmabteilung atacaba a ciudadanos judíos, mientras las autoridades alemanas se abstenían de intervenir.
Por muchas razones considero The man in the high castle una gran serie, me conmueve por su trama, me incentiva con sus referencias históricas, frente a Jahr Null no pude evitar cierto estremecimiento por la algarabía con que Himmler disfruta la destrucción, cuando alienta la expresión física del odio de las juventudes nazis, cómo justifica la violencia y la eliminación de la memoria si tiene como propósito crear algo nuevo.
Hace unos días, más de 70 legisladores de Morena y el Partido del Trabajo exigieron que se repusiera el proceso del Comité Técnico de Evaluación con que se definió a los aspirantes a cuatro puestos de consejeros del INE. El diputado Porfirio Muñoz Ledo calificó esa intención como de “talante golpista”, señaló que no sólo era mal intencionado, sino también ilegal, en un tuit escribió “No quieren consejeros aptos sino adeptos, o a modo. Revelan un talante GOLPISTA y olvidan que la autonomía del INE es construcción de la izquierda. Nosotros buscamos la democracia y ellos la autocracia ¡qué lástima! No pasará”.
Al final, el puñado de morenitas y petistas bajó las manos, aceptaron votar por los candidatos propuestos. Eso sí, sin dejar de mostrar su inconformidad y cebarse en la figura de Porfirio Muñoz Ledo, a quien acusaron de pasarse a la derecha, de ser un francotirador verbal y criticar todo lo que hace Morena y el gobierno. En evidente referencia a su edad, el deleznable Fernández Noroña dijo: “Ya lo perdimos, es una lástima que al final de su trayectoria se dedique a tomar posiciones que desde la derecha le aplauden”.
En el amplio rango de la izquierda mexicana, no tengo dudas de que cabe Porfirio Muñoz Ledo, que desde 1988, tras la fundación de la Corriente democrática, ha intentado ganarse un lugar en ese lado de la geometría política y estar junto con Cuauhtémoc Cárdenas, Rodolfo González Guevara e Ifigenia Martínez, cerca de lo que representaron Heberto Castillo Martínez o Gilberto Rincón Gallardo.
Recordé el capítulo Jahr Null por la virulencia con que se ataca a Porfirio Muñoz Ledo, cuando el hoy diputado se manifiesta en contra de alguna decisión de gobierno o del legislativo, invariablemente se hace referencia a su edad, se le califica de senil, no sólo por sus compañeros de partido, siempre aparece una horda de jóvenes intelectuales, esos sí orgánicos, los mismos que han tomado los espacios de opinión en distintos medios, para increpar a Muñoz Ledo, sin rebatir lo que exponga, sin atender a su razonamiento jurídico o experiencia, lo desacreditan, le restan autoridad, para abatirlo a esos mismos opinadores que se quejan por ser “juveneados” les basta señalar que forma parte del viejo aparato, que proviene del antiguo régimen y lo representa. Con furia imponen su opinión los jóvenes opinadores de la Cuarta Transformación, los gibránes, hernánes y estefanías festejan estruendosos su Año Cero, se abrogan el derecho a opinar.
Coda. La obra poética, en español, de Bertold Brecht está dispersa en varios libros, el que dejo aquí, lo tomé de Más de cien poemas, poesía Hiperión, traducción de Jenaro Talens, Vicente Forés y Jesús Munárriz:
Epitafio
Escapé de los tigres
alimenté a las chinches
comido vivo fui
por las mediocridades.
@aldan