La invitación a la fiesta indicaba que el motivo era el “Segundo año del triunfo histórico democrático del pueblo de México”, con el tono grandilocuente de las fiestas infantiles, al inicio de su intervención, con el acostumbrado plural mayestático el presidente Andrés Manuel López Obrador con el acostumbrado plural mayestático estableció que la convocatoria era para celebrarse a sí mismo: “Hoy se cumplen dos años de la memorable jornada cívica que nos permitió llegar, por mandato popular, a la Presidencia de la República”.
Como amante de la historia contrafactual, con una sola aseveración se colocó por encima de Francisco Madero al asegurar: “Nunca, en más de un siglo, se había insultado tanto a un presidente de la República” y tras la queja inició con el resumen de sus logros, los mismos que ha reiterado a lo largo de sus conferencias mañaneras (incluidas 15,000 afirmaciones falsas o no comprobables, tan sólo en el primer año de gobierno).
Como el hábil merolico que es, presentó la realidad que corresponde al país en el que López Obrador vive, el de los otros datos, donde priva su percepción y no la realidad: la caída estrepitosa de la actividad económica; la pérdida de millones de empleos; territorios violentos donde el crimen organizado no se cansa de desafiar al Estado; en el que prefiere ahogar con asistencialismo a los más pobres y marginados antes que disminuir la brecha de desigualdad entre todos los sectores de la sociedad; uno en el que la militarización de la seguridad pública está bien porque “ahora son más los heridos y detenidos que los muertos”; un país que agradece las remesas enviadas desde el exterior por mexicanos que no encuentran oportunidades en su tierra. Un país donde “lo más importante de todo es desterrar por completo la corrupción que imperaba en los gobiernos neoliberales”, por lo que está bien hacerse de la vista gorda ante las corruptelas de sus empleados.
Antes de terminar, López Obrador dirigió unas palabras para que los defensores del país de los otros datos tuvieran qué comentar en las benditas redes sociales, dijo que el 1 de julio para muchos es sinónimo de democracia. Listo, además de la frase hueca de oposición moralmente derrotada, a los tetratransformistas se les regaló la ilusión de que defender al presidente, es defender a la democracia; y la carambola: justificó por anticipado su intervención en las elecciones del próximo año.
La concepción de la democracia de López Obrador es pobre y triste, se reduce a su victoria personal, a la posesión del cargo, no a la decisión de la sociedad, no a la participación ciudadana, hace a un lado a las instituciones y se concentra en que se le permitió llegar a la presidencia. En su fiesta, López Obrador festejó su triunfo, no hay más que celebrar.
Coda. “Prever la victoria cuando cualquiera la puede conocer no constituye verdadera destreza. Todo el mundo elogia la victoria ganada en batalla, pero esa victoria no es realmente tan buena” escribió Sun Tzu en El arte de la guerra, en la versión de Thomas Cleary esas líneas se comentan así: “Todo el mundo elogia la victoria en la batalla, pero lo verdaderamente deseable es poder ver el mundo de lo sutil y darte cuenta que el mundo de lo oculto, hasta el punto de ser capaz de alcanzar la victoria donde no existe forma”. A dos años del triunfo de López Obrador, lo único que tengo claro es que es un pésimo ganador.
@aldan