Encuentros históricos entre presidentes de México y los EUA/ Taktika  - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Palacio Nacional, Ciudad de México. 6 de julio de 2020. Con su característico acento sureño, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, responde un cuestionamiento de la prensa sobre dónde pernoctará en la capital estadounidense: “Como lo hemos hecho siempre, con toda transparencia, puedo decir que nos ofrecen un hotel con habitaciones, desde luego la seguridad”. El mandatario continúa: “Decidí quedarme a descansar en la residencia oficial, en la embajada, o sea que voy a estar en territorio mexicano en Washington”.

El político tabasqueño añade: “Nosotros tenemos que cuidar que no se viole nuestra soberanía, que no se vulnere nuestra soberanía eso ha quedado a salvo siempre, porque es una cuestión de principios. Entonces por eso voy con la frente en alto a representar a un gran pueblo. Entonces vamos a estar allá”. 

La escena arriba descrita sirve como prólogo al presente artículo, el cual hace una reseña de los encuentros más significativos entre los presidentes de los Estados Unidos y México y que sirve para contextualizar la reunión que tendrá Andrés Manuel López Obrador con Donald Trump. 

En marzo de 1909, William Howard Taft fue juramentado como presidente de la Unión Americana. Taft y su secretario de Estado, Philander C. Knox, establecieron una política pública denominada la “diplomacia del dólar”, la cual consistía en apoyar financieramente a América Latina y Asia, siempre y cuando los países beneficiados otorgaran prioridad al gran capital estadounidense en la construcción de proyectos de infraestructura logística. 

Para tal efecto, Taft promovió una reunión con su homólogo mexicano, Porfirio Díaz, la cual se celebró el 16 de octubre de 1909 en El Paso, Texas. Esta sería la primera ocasión en que los jefes de Estado de ambos países se encontrarían. Sin embargo, debido a amenazas de muerte en contra de Taft, se desplegó un enorme aparato de seguridad: 4 mil Rangers de Texas, agentes del Servicio Secreto y del FBI, así como soldados mexicanos custodiarían a los presidentes.

Antes de que los mandatarios se reunieran en la Cámara de Comercio de El Paso, el aparato de seguridad de Taft descubrió a un individuo que, con pistola en mano, pretendía llevar a cabo un magnicidio y lo desarmaron. Luego Taft recibió a Díaz y ordenó algo insólito: el retiro de los intérpretes oficiales. Por lo tanto, el gobernador de Chihuahua y antiguo embajador de México en Washington, Enrique C. Creel, fungió como traductor. Este detalle siempre ha alimentado las teorías conspiratorias sobre el evento.

Tras el hundimiento por submarinos alemanes de los buques petroleros mexicanos, Potrero de Llano y Faja de Oro, México declaró, en mayo de 1942, la guerra las potencias del Eje y se unió formalmente a la causa aliada. Por ello, el 20 de abril de 1943 el tren acorazado del presidente Franklin D. Roosevelt arribó a la Ciudad Militar de Monterrey, Nuevo León, en donde el líder estadounidense se entrevistaría con su homólogo mexicano, Manuel Ávila Camacho.

De esta manera, Roosevelt se convirtió en el primer presidente estadounidense en visitar una ciudad del interior de México y lo hizo por dos razones: la adhesión de México al andamiaje de seguridad hemisférica que los Estados Unidos habían construido para enfrentar a la Alemania nazi; y la contribución de miles de trabajadores agrícolas mexicanos a la producción primaria. Por su parte, Ávila Camacho agradeció que México fuera beneficiario de la Ley de Préstamo y Arriendo, lo cual permitía el equipamiento de nuestras fuerzas armadas y los programas de capacitación y entrenamiento para los efectivos del Ejército Mexicano.

En marzo de 1947, al cumplirse el centenario de la ocupación de la Ciudad de México por los soldados estadounidenses, Harry Truman se convirtió en el primer presidente estadounidense en visitar la capital del país. El mandatario depositó una ofrenda floral en el monumento a los Niños Héroes, los seis cadetes que murieron defendiendo su escuela del invasor yanqui.


Meses después, Miguel Alemán Valdés viajó a Washington, en donde fue recibido como Míster Amigo, pues se le concedió el honor de dirigirse al Congreso estadounidense. Después de este periplo, la penetración económica y cultural estadounidense cobró auge en México. Si el amable lector tiene duda de esta aseveración, le recomiendo leer Las Batallas en el Desierto, obra del gran José Emilio Pacheco.

En enero de 1962, México se había opuesto a la expulsión de la Cuba castrista de la Organización de los Estados Americanos (OEA). La digna actitud del gobierno de Adolfo López Mateos motivó que el presidente John F. Kennedy aplazara su visita, la cual se llevó a cabo en junio de ese año. 

La recepción ofrecida al mandatario estadounidense fue apoteósica: Kennedy y López Mateos recorrieron, en un automóvil descubierto, las principales avenidas de la capital del país, las cuales estaban cubiertas de confeti. Posteriormente, el primer y único presidente católico del vecino país y su agradable esposa, Jacqueline, asistieron a la Basílica de Guadalupe para visitar a la Morena del Tepeyac. Luego, inauguró una unidad habitacional que lleva su nombre. Por último, hubo una comida en el Hotel María Isabel, en donde López Mateos coqueteó con la esposa de su invitado. 

Qué ganaron ambos mandatarios de esta visita: Kennedy logró que México “cuidaría la espalda de los Estados Unidos” en caso de un conflicto armado: López Mateos obtuvo una línea de crédito para apoyar al agro mexicano y una salida diplomática al conflicto sobre el territorio de El Chamizal.

En noviembre de 1988, los mandatarios electos Carlos Salinas de Gortari y George H.W. Bush se reunieron en la ciudad texana de Houston. Bush propuso a Salinas firmar un acuerdo de libre comercio, pero el político mexicano lo rechazó pues implicaba que México tendría que negociar la apertura comercial y la reestructura de la deuda. Sin embargo, este encuentro germinó el “Espíritu de Houston”, un pacto no firmado que resaltaba lo positivo en la relación bilateral.

El escribano, después de hacer este recuento histórico, concluye: cuando Andrés Manuel López Obrador se encuentre frente a frente con Donald Trump, un individuo que pavimentó su camino a la Casa Blanca sobre la denostación de México y los mexicanos, debería recordar la recomendación de Adolfo Ruiz Cortines: “Al presidente de Estados Unidos hay que hablarle de pie. Nunca de rodillas, porque no alcanza a escuchar”1

Aide-Mémoire.- El primer ministro del Canadá, Justin Trudeau, no se lleva con Donald Trump 

1.- Romero Pérez, Humberto. Los dos Adolfos: los mejores presidentes de México del Siglo XX, México, D.F., Edamex, 2009, p. 29


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