El mundo es nuestra aldea; si una casa se incendia, los techos sobre todas nuestras cabezas corren un peligro inminente. Si alguno de nosotros intenta reedificar solo, sus esfuerzos serán puramente simbólicos. La solidaridad debe ser nuestra consigna: cada uno debe asumir la parte de responsabilidad colectiva que le corresponde.
Jacques Delors
Es palpable la crisis económica en la que nos encontramos a nivel planetario a causa de la pandemia Covid-19 y las vicisitudes que habremos de superar, por lo que se avizoran caminos que invitan a la creatividad y a reinventarnos a nivel personal y social, considerando para ello, la empatía y el trabajo en común mediante un proceso creativo que ha de desarrollarse en comunidad con miras a aumentar el bienestar de las personas, para adaptarnos a los cambios mediante la resiliencia colectiva e individual a esta nueva realidad que ha producido estrés, tensión, ansiedad y angustia.
Para transitar ese camino es vital compartir a través de la ayuda mutua, la propia experiencia y los saberes, ante la imposición del pensamiento avasallante neoliberal que se fundamenta en la idealización de la libertad individual, como única vía para existir, en el marco de la economía de mercado, el consumo, la especulación financiera y la depredación de la naturaleza a nivel global, que se caracteriza por no sostenerse en la acción comunitaria ni en los vínculos sociales, en cuyo centro se encuentra esencialmente, la solidaridad que mantiene a los grupos humanos cohesionados en comunidad, tendiendo redes de trabajo y colaboración, por lo que Nadie se salva solo, nadie salva a nadie, todos nos salvamos en comunidad, como lo sostiene el pedagogo Paulo Freire.
Esto invita a recuperar la geografía, los paisajes, los lugares y los espacios para echar mano y recurrir a la reserva espiritual y material que poseemos, que conserva el potencial para resignificar nuestros entornos que fortalecen el sentido de pertenencia y de unidad y cuya comunidad, ha de apropiarse del territorio y de los recursos que le son fundamentales para la vida, tomando conciencia de ser legatarios, depositarios en colectivo de esos bienes culturales que convocan a su salvaguarda y protección para conservarlos y ponerlos en valor.
Por lo que puede decirse que estamos ante una interpretación moderna del patrimonio como construcción social que se extiende hacia la noción y el proceso de patrimonialización que valora simultáneamente la memoria, el acontecer y los testimonios presentes, que precisa como propiedad colectiva, el cual pertenece a un grupo social determinado que ha definido y seleccionado los elementos que valorará y les simbolizarán, en una idea de colectividad, del nosotros que les permitirá regenerarse y dar continuidad a su existencia mediante la organización y la autogestión para consolidarse en su proceso histórico, redireccionando la concepción tradicional de patrimonio afiliada a la concepción histórica-artística, que deviene elitista, reduccionista y monumentalista.
Travesía que conducirá a los grupos humanos al redescubrimiento de las huellas de una historia, de un pasado que les invita en el presente a reinventarse y que requiere del estímulo, el acompañamiento y la formulación o la puesta en marcha de políticas transversales apoyadas en indicadores de bienestar, mediante los programas de desarrollo económico, social y cultural que operan las instancias públicas gubernamentales de los distintos niveles, teniendo para ello también cabida, la iniciativa privada y la sociedad civil organizada.
Instancias que habrán de valorar los procesos de autogestión y autonomía de las comunidades, que se armoniza y fortalece con base a una política de ensanchamiento y acercamiento a la promoción, creación, difusión y consumos culturales, de otras formas de expresión que ya se realizan.
Acceso que confirma dos fundamentos del patrimonio, por un lado el de ser apropiable como objeto de consumo, y por otro, el de ser materia de investigación, que contribuyen a la democratización y al derecho a conocer y disfrutar, e igualmente, de otras manifestaciones de la creación humana, en pleno ejercicio de los derechos culturales, para el logro de un objetivo social, que abonaría a las acciones de cobertura territorial y demográfica de proponer opciones de consumo cultural con una visión de inclusión hacia los conglomerados sociales menos favorecidos, que se apoya en la tesis dialéctica del control cultural propuesta por el antropólogo Guillermo Bonfil Batalla, “… en términos de relación entre grupos sociales que no se establece entre lo mío y lo tuyo, sino entre lo nuestro y de los otros”, que sostiene los elementos culturales que definen el perfil de los pueblos, en las dimensiones de cultura autónoma, impuesta, apropiada y enajenada.
Al mismo tiempo, el patrimonio cultural es un recurso que se manifiesta como la muestra más viva de la creatividad de la humanidad y puede ser un medio para el desarrollo. La creatividad es una forma de expresión cultural, además de representar un recurso, un motor y una fuerza social, que ocupa un espacio preponderante en el debate, en los foros de cultura como objetivo a considerar en el marco de las políticas públicas.
Se debe agregar que la creatividad posibilita la solución a problemas en distintos terrenos de la vida como se señala en el Informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo de la Unesco, por lo que “… es más necesario que nunca cultivar la creatividad humana, dado que las personas, las comunidades y las sociedades únicamente se pueden adaptar a lo nuevo y trasformar su realidad mediante una imaginación e iniciativas creadoras. […]. Lejos de estar emparentada únicamente con las artes, la creatividad es vital para la industria y el mundo de los negocios, para la educación y el desarrollo social y de la comunidad”.
Es claro que la cultura juega un papel en el desarrollo local, pues contribuye al robustecimiento de la identidad, y en general, participa en el reforzamiento de la cohesión social, estando presente en el discurso político o empresarial.
Igualmente es innegable su papel en la integración desde el punto de vista de la inclusión de los colectivos menos favorecidos socialmente, lo que le otorga por otro lado, el atributo de la multiculturalidad, y que en conjunto, participan del mejoramiento en la calidad de vida a la par que generan empleos, incidiendo en los procesos de activación patrimonial por lo que hay que poner atención mediante el apoyo y la gestión del emprendimiento en la creación de industrias creativas y culturales con base en la patrimonialización, como se dijo arriba, de los bienes culturales que potencialmente posee una población como capital, rentabilizar el patrimonio cultural, ya que son un activo frente a la urgente realidad actual que se vive a distintos niveles y magnitudes.
De donde resulta que los objetivos han de formularse en términos económicos y sociales, pues es posible llegar a mercados no explorados. Plantear ofertas imaginativas de servicios o de producción que abran la demanda por su innovación, de los cuales se puedan obtener beneficios al tiempo que se crea un valor en el entorno y que permitan un equilibrio financiero en armonía con los recursos patrimoniales, con una clara directriz que indique hacia dónde se quiere llegar y cuáles son nuestros valores, siendo la guía, la atracción hacia el polo magnético que conduce a la democratización que facilita el acceso a los bienes y servicios culturales como un componente que favorece el bienestar social, mientras tanto esté en nuestro horizonte el ejercicio de la libertad y de la igualdad.
Julio de 2020
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