Hace cosa de once años, cuando comenzaba la aventura editorial de este diario LJA y yo mi participación en él, el panorama mundial presagiaba negros nubarrones sobre todo en lo financiero y, por ende, en las economías nacionales del mundo entero. Ya era un hecho histórico la globalización de la economía. Remember la caída del muro de Berlín, la noche del 9 al 10 de noviembre de 1989, y el desfonde de la Unión Soviética – entre el 11 de marzo de 1990 y el 25 de diciembre de 1991- factores que dejaban atrás décadas de países pretendidamente aislacionistas, o de Economía Planificada/Central, que ensayaron infructuosamente de permanecer cerrados a un tipo de economía mundial que les imponía necesariamente reglas de intercambio normadas por la apertura al intercambio con países desde luego más poderosos y avanzados económicamente.
A partir de esa coyuntura histórica, se impone con dimensión mundializada la integración total irremisible al mercado capitalista, bajo la égida de los poderosos países centrales (así llamados por contraposición al resto del mundo lógicamente etiquetados como “periféricos”), los que capitaneaban el resto del planeta y que por ello se colocaban la tiara pontificia de “países dirigentes”, a saber: Unión Europea más Reino Unido, Japón, y el bloque Estados Unidos de Norteamérica con Canadá, por ello también llamados la Trilateral/ o pacto trilateral. El Capitalismo Monopólico estaba de plácemes en pleno apogeo, bajo la lógica económica ya no de países nacionales independientes, sino de las poderosas empresas trasnacionales. Así fue emergente la era de hierro, Thatcher (1979-1990) y Reagan (1981-1989). Acabó el mundo bi-polar Occidente Capitalista – Unión Soviética Comunista del siglo XX, e inició el esquema unipolar, siglo XXI, Capitalismo Dirigente-Central, que aún impera, aun con China y Rusia empoderados y metidos al eje dominante, desde su respectivo hemisferio. Lo que deja al mundo en un esquema diseccionado como Norte-Sur.
Ante esta soberbia hegemonía mundializada, la primera tormenta perfecta, ya se avizoraba. Pasado apenas aquel septiembre negro de 2008, por el desplome de Wall Street con sus icónicas empresas financieras de poderío mundial, organizaciones europeas dedicadas al análisis de prospectiva económica, emitieron a tiempo el alerta sobre la gran depresión que se acercaba, fue a mediados de 2007 que el Laboratorio Europeo de Anticipación Política, LEAP/E2020, mediante su Global Europe Anticipation Bulletin (GEAB), comenzó a descifrar los signos ominosos de un desplome económico general; a partir de ahí se aventuró a bordear el inhóspito terreno que yacía a los pies de soberbios corporativos bancarios que, con su “codicia e irresponsabilidad” –en palabras del Presidente Obama-, amasaban el fermento de un agente infeccioso de incalculables proporciones. Su equipo de investigadores pudo rastrear hasta en un par de años antes, el 15 de febrero de 2006, mediante su boletín GEAB No. 2, que se avecinaba una crisis política, económica y monetaria internacional, la cual arrancaría a partir de la última semana de marzo de ese mismo año.
El signo ominoso de esta tormenta, consistió en el anuncio de la Reserva Federal americana de cesar de hacer público, a partir de esa precisa fecha, un indicador macro-económico esencial para la estimación de la salud del dólar y de la economía internacional, se trataba del Indicador M3. El equipo de LEAP interpretó esta opción por el silencio, como una decisión de monetarizar la deuda de los Estados Unidos, y con ello camuflajear el inicio de un proceso de desfonde del Dólar. Y con él el comienzo de esta crisis sistémica global. Llamada así porque rebasó un estado transitorio o coyuntural, para anclarse como elemento endémico al sistema económico mundial.
Este catastrófico escenario fue descrito casi a la perfección, por el mismo laboratorio europeo, y con un lujo anticipativo digno del mejor templo de Delfos. Articularon su análisis pre-dictivo como sigue: – Diseño de una línea temporal de sucesos, en siete fases sucesivas:
1ª secuencia- Las deudas norteamericanas infectan el planeta financiero (Infection financière global), 4º trimestre/2007 a 3er T/2008;
2ª secuencia- Colapso del mercado de valores (Effondrement bousier), principalmente en Asia y EUA, entre un 60% y 30%, en dos años de acuerdo con las regiones, del 4º trimestre/2007 al 1er T/2009;
3ª secuencia- Explosión de las burbujas hipotecarias globales (Eclatement bulles immobilières mondials), en Inglaterra, España, Francia y países emergentes, del 2º T/2007 al 3er T/2008;
4ª secuencia- Tormenta monetaria (Tempéte monétaire), del 3er T/2007 al 4º T/2008, la más alta volatilidad y el nivel más bajo del Dólar; 5ª secuencia- Estanflación de la economía global (Stagflation de l’economie globale), del 3er T/2007 al 2º T/2009, verdadera recesión con inflación en EUA, un débil crecimiento en Europa, y recesión;
6ª secuencia- Gran Depresión en EUA (“Très Grand Dépression” US), del 2º T/2007 al 4º T/2009, implicando inestabilidad social y creciente influencia de los militares en los asuntos públicos;
7ª secuencia- Mayor Aceleración en la reconstrucción estratégica mundial (Boulversement strategique global), del 4º T/2007 al 4º T/2008. De este último punto, parte la decisión gubernamental de Barak Obama, a una semana de iniciar su mandato, de enviar una iniciativa de decreto (Bill) para ejecutar un plan de estímulos económicos por $825,000 Millones de Dólares; respecto de la cual en primera instancia, la oposición republicana en el Congreso y en el Senado se dice desencantada, pues en el fondo consideran que es un gasto con un dispendioso desperdicio, porque suponen que debería cargarse más hacia el recorte de impuestos (hasta en un 40%, tax relief).
Ante tal reacción de los Estados Unidos, los expertos europeos se sorprenden al constatar que los gerentes de acá, las Américas, todavía creen que se trata de una crisis “normal” pero más grande; lo que denota –para ellos- no solamente un enfoque perezoso, sino moralmente culpable porque deberían estar previniendo, el ciudadano común, los inversionistas privados o públicos o a los gerentes de organizaciones, sobre los shocks que están por llegar. Les queda claro que ni a Asia ni a la Eurozona les tocará sufrir lo más duro del embate, sino a los Estados Unidos y a los países cuyas economías están fuertemente ligadas con él; economías nacionales que ellos dan por llamar “el riesgo Americano”.
Obviamente, México en primerísimo término era de estas economías ligadas adhesivamente a la economía norteamericana, teníamos 15 años de vigencia del orgulloso TLCAN/NAFTA, el gran trofeo del salinismo y la manzana de la discordia para el EZLN, que nació al mismo tiempo, junto con otras fuerzas opositoras de sedicentes izquierdas. El caso era que para nuestro país resultaba impensable lo que para aquellos analistas del Think-Tank europeo era su principal receta: – Como medida de salvamento, el gran resto del mundo está decididamente impulsando su des-acoplamiento (“decoupling”) de los Estados Unidos. Lo que no implica una independencia total y súbita, porque también habrán de sufrir la crisis, pero sí significaba que Asia y la Eurozona se zafarán de su sincronía con ellos. En tanto que las “economías no desacopladas” serán arrastradas hacia abajo en la espiral negativa de los Estados Unidos. Estos puntos de análisis así los expresé en mi colaboración para LJA, ¿Desacoplarnos de Estados Unidos? De fecha, sábado 31, Enero de 2009.
Negro sino para la gloria económica nacional. Situación que mutatis mutandis, transcurridos otros 11 años de vigencia del controvertido tratado original, el pasado día miércoles 8 los presidentes signantes Andrés Manuel López Obrador y Dondald Trump celebraron en la propia Casa Blanca de Washington, la entrada en vigor este 1º de julio, del nuevo tratado revisado y re-editado bajo el nombre de T-MEC. Pero, ahora, bajo auspicioso omen (evento visto como un portentoso bien) para los tres países intervinientes, aunque el primer ministro de Canadá, Pierre Trudeau, haya estado ausente, en que intercambiaron palabras y discursos de una idílica unión y armonía. Y en ello se exalta la prosperidad y bienaventuranza que tal acuerdo habrá de traer para esta joint-venture de América del Norte. Orgulloso hemisferio que proclama urbi et orbi su predictiva esperanza hacia el futuro próximo.
Lo anterior, a pesar de las dos pandemias que aquejan nuestros respectivos países: la del Sars-CoV-2 y, para México la pandemia de la pobreza que acecha la perpleja economía mexicana que también comparte con su vecino del norte, de insospechadas dimensiones por el desempleo y cierre de empresas, factoría e industrias de pequeña o mediana magnitud.
De manera que, al día de hoy, nos topamos de nueva cuenta con el dato duro de nuestra frágil “civilidad”. Con toda la efervescencia política causada por la transición al nuevo gobierno, de la cuarta transformación nacional, pareciera que sería lógico esperar una franca y contundente reivindicación de “lo social” y, con ello, de la gran reconfiguración de la estructura y dinámica de la sociedad civil. Ese, al menos desde su pretendida revolución democrática, sería el objetivo esperado del multivoceado “cambio de régimen”. Entonces, en qué estamos: ¿acoplados o des-acoplados del centro de poder?
De modo que el canto de las loas al nuevo pacto trilateral, nos sigue dejando en una relativa indefensión hacia lo que aún está por venir, porque el desmantelamiento sistemático de las principales iniciativas de la sociedad civil y la desvinculación gubernamental intencionada con el aparato empresarial, hacen un equilibrio inestable de la misma Cosa Pública, de nuestra querida Re-Pública, por más que las palabras sean melifluas y promisorias.