I was standing
You were there
Two worlds collided
And they could never tear us apart…
Never tear us apart – INXS
Diversas voces del ámbito de la epidemiología han advertido que las acciones preventivas para la contingencia sanitaria podrían alargarse hasta 2021, o incluso hasta 2022. Esto implica mantener conductas que ahora son novedosas y que –poco a poco- hemos ido integrando a nuestro cotidiano; tales como el uso de caretas o cubrebocas, la distancia física, el evitar sitios con aglomeraciones, el aseo compulsivo, saludarse sólo con la voz y la expresión facial, o –de plano- ya no abrazar más. En este sentido, el epidemiólogo Eduardo Franco, de la Universidad McGill en Montreal, declaró al New York Times (disponible en https://cutt.ly/UuwaRLN) que “la peor víctima de la epidemia es la pérdida de contacto humano”.
Otra nota sobre el tema, también del New York Times, habla específicamente sobre cómo es recomendable abrazar durante el riesgo de contagio (disponible en https://cutt.ly/MuwaIfk). En esa nota se recoge la declaración de Johannes Eichstaedt, científico y profesor de psicología en la Universidad de Stanford, quien afirma que “los seres humanos tienen vías cerebrales que se dedican específicamente a detectar el tacto cariñoso. El toque cariñoso es cómo nuestros sistemas biológicos se comunican entre sí que estamos seguros, que somos amados y que no estamos solos”.
Y es que la ausencia del contacto físico (y de sus efectos positivos en el cuerpo, en las emociones, y en la mente) no es para menos. El estudio “Echar una mano: regulación social de la respuesta neuronal a la amenaza” publicado en la Biblioteca Nacional de Medicina de EEUU (disponible en https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/17201784/) sugiere que el contacto físico promueve una mejor salud y bienestar, como una respuesta emocional frente a varios factores estresantes de la vida. En el estudio, mediante resonancias magnéticas, se comprobó que las personas a las que se amenazaba con una descarga eléctrica, atenuaban el estrés de los sistemas neuronales que responden a amenazas emocionales, cuando sostenían la mano de sus parejas o de alguna otra persona. Como es sabido, los efectos prolongados del estrés son negativos para la concentración, el ciclo de sueño, el sistema inmunológico, entre otros rubros.
Específicamente, el contacto físico puede activar mecanismos fisiológicos que disminuyen la producción de cortisol (hormona relacionada con el estrés), al tiempo que aumenta la producción de oxitocina (hormona asociada con procesos de bienestar y empatía), incrementa la producción de serotonina (lo que produce efectos relajantes), además de regular la presión sanguínea y el ritmo cardíaco, así como de fortalecer el sistema inmune; al tiempo que estimula la producción de endorfinas (las sustancias químicas que actúan en el cerebro para minimizar el dolor). Igualmente, el diario ABC de España entrevista a la psicóloga Ciara Molina, quien afirma algo que parece ser evidente: las personas no podrían desarrollarse positivamente sin el contacto físico de la gente que le es importante.
A la par, un estudio publicado en la revista Neurobiology of Learning and Memory, luego de experimentos realizados con roedores, afirma que el aislamiento social provocó en éstos una reducción del volumen del hipocampo, una región del cerebro fundamental para el aprendizaje y la memoria, luego de comprobar una disminución la molécula PSA-NCAM, la cual “facilita la formación y estabilidad de los contactos entre neuronas -sinapsis- y, por tanto, modula la actividad neuronal”. Aunque el resultado del estudio no se puede extrapolar en los humanos, los investigadores sugieren algunos paralelismos: “Esta investigación podría indicar que las relaciones sociales de las personas, sobre todo mayores, posiblemente representan un factor importante a tener en cuenta para que nuestro cerebro se mantenga sano y que la función cognitiva no se deteriore o lo haga más despacio cuando envejecemos”.
En el mismo sentido, la BBC publica una nota (disponible en https://cutt.ly/SuwaHnY) en la que Robin Dunbar, profesor de Psicología evolutiva de la Universidad de Oxford en Reino Unido, afirma que “el tacto es algo verdaderamente fundamental para los humanos, y vivir sin él debilita nuestras relaciones más cercanas”. El investigador manifiesta que los humanos necesitamos contacto físico debido a nuestro pasado evolutivo como primates: “Todos los primates son intensamente sociales y, probablemente los más intensamente sociales de todos los animales del planeta… Ellos construyen este tipo de relaciones y amistades entre sí a través del tacto social”.
A pesar de que no todas las personas puedan sentirse igualmente cómodas o propensas a experimentar bienestar mediante el contacto físico; socialmente sí parece que esta restricción táctil nos significa una pérdida cuyo saldo todavía no podemos contabilizar. Sin embargo, de acuerdo a lo anterior, ese saldo redundará en el manejo de las emociones, del estrés, y de los lazos colectivos; justamente, durante una coyuntura que nos demanda alerta y acción colaborativa.
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