El carácter de una persona lo determinan los problemas que no puede eludir y el remordimiento que le provocan los que ha eludido
Arthur Miller
El municipio de San Pedro Tlaquepaque se encuentra en el Estado de Jalisco, con una población de más de 600,000 habitantes, que ya forma parte de la zona metropolitana de Guadalajara en México. Es una ciudad hermosa y con mucha historia; llena de atractivos turísticos y cuyas artesanías son tan bonitas y llenas de color que es imposible irse sin comprar algo. No obstante, cuentan que hace mucho tiempo los jarritos de barro, que se fabricaban en dicho municipio, se rompían con facilidad y de ahí surgió la expresión, “Pareces jarrito de Tlaquepaque” al referirse a las personas que tienen una personalidad excesivamente sensible y se sienten heridas con facilidad.
El término de “Personas Altamente Sensibles” (PAS) fue acuñado por la Doctora Elaine Aron quien, junto con su esposo, estudió el rasgo de “temperamento innato de alta sensibilidad”. Según su investigación, este rasgo caracteriza a dos de cada diez personas. Ella destaca cuatro características que distinguen a las personas altamente sensibles: les gusta reflexionar y analizar mucho las cosas. Se agobian con demasiada frecuencia. Tienen una emotividad desbordada, son muy empáticos y detectan con mucha facilidad las sutilezas.
Son esas personas que adivinan el estado de animadversión o simpatía de la otra persona, con una mirada o un simple gesto. Perciben lo que otros no pueden y saben perfectamente lo que está sintiendo la otra persona. Su capacidad de empatía es tan grande que con frecuencia sufren por el dolor ajeno sin poder evitarlo. Además de lo anterior, son altruistas y les gusta el servicio a los demás. Eso sí, carecen de inteligencia emocional y les cuesta gestionar sus sentimientos desbordados. La preocupación de estas personas es aprender a manejar su alta sensibilidad y dejar de sufrir tanto por ellos y por los demás.
Esta condición, que afecta a dos de cada diez personas y parece ser innata, no puede ser confundida con los rasgos que caracterizan a la “Generación Z”, también llamada “Generación de cristal” por la fragilidad del carácter que los distingue, aunque compartan algunos de esos rasgos. La debilidad de esta generación no es innata, es producto de unos padres sobreprotectores y un entorno tan favorable que se quiebran emocionalmente, con mucha facilidad, además de tener cierta tendencia a la ansiedad y la depresión. “El carácter no puede ser desarrollado en la tranquilidad y quietud. Sólo a través de la experiencia en el sufrimiento, puede ser el alma fortalecida, la ambición inspirada y el éxito alcanzado” dijo Helen Keller y cuánta razón tenía.
La llamada, “Generación Z” la forman los jóvenes que nacieron entre 1990 y 2000, más o menos. Crecieron con unos padres mucho más benévolos que los de los millennials, padres que han ido eliminándoles los obstáculos del camino, evitándoles responsabilidades, frustraciones y sufrimiento.
El sistema educativo también ha colaborado en su “formación”. Facilitó con decretos el tránsito de un grado a otro sin que el alumno tuviera que estudiar o asistir a clases; tampoco sufrieron las consecuencias de ninguno de sus actos, enseñándoles la impunidad en su más pura expresión. Han recibido la instrucción de unos maestros asustados, con las manos atadas y sin margen de maniobra para poder decirles “no” o para ejercer su autoridad, a riesgo de ser considerados antipedagógicos. Tuvieron que decirles “sí” a todo, considerar como válido cualquier producto y aprobarlos a pesar de no merecerlo. Se les ha tratado como niños durante toda su trayectoria educativa y las condiciones no fueron demasiado propicias para enseñarles el valor del estudio, la constancia o el esfuerzo. Es la filosofía educativa de la condescendencia, la mediocridad y el poco rigor.
Realmente no tienen la culpa, son producto de unos padres que querían lo mejor para ellos; producto de una educación light, permisiva y superficial, y producto de unos medios de comunicación que exaltan el “tener” por encima del “ser”, bombardeando a nuestros jóvenes con el éxito y dinero sin dificultad. El mensaje es claro, no se necesita estudiar si pueden triunfar como youtuber, gamer o similares. Son la generación más frágil de la historia, muy vulnerables emocionalmente y demasiado inmaduros.
No obstante, tienen cualidades muy atractivas. Son muy hábiles con la tecnología, están preocupados por el medio ambiente, les gusta comer sanamente y al ser tan sensibles tienen un gran espíritu de solidaridad. Aun con todo y su fragilidad de carácter vienen empujando fuerte, haciéndose notar y queriendo cambiar el mundo. Serán ellos los que se encarguen de que éste siga rodando; serán ellos los que deberán construir una mejor sociedad y que sea un lugar más bueno que el que hoy tenemos. Seguramente lo lograrán a pesar de que no se les proveyó de las herramientas necesarias.
Esperemos que por esos mundos del Dios se encuentren con las dificultades necesarias y justas, para que acaben de forjar su carácter. Esperemos que, así como en Tlaquepaque ya fabrican jarritos mejor hechos y más fuertes, también la sociedad se esmere en la formación de las nuevas generaciones. Creo firmemente que no hay educación más completa que la que armoniza la exigencia con el amor y el manejo adecuado de sus emociones. Decía Kalil Gibran: “Del sufrimiento han emergido las almas más fuertes. Los caracteres más sólidos están fortalecido por cicatrices”.