Los nombres de Néstora Pedroza y Martina Arteaga son prácticamente desconocidos en la historia, ambas mujeres ilustradas, viudas por la Guerra de Intervención (1861-1867), pueden considerarse las primeras impresoras y a su vez, podrían ser de las primeras empresarias en el Aguascalientes del siglo XIX.
Antes de la introducción de los procesos mecánicos de impresión, la historia de la gráfica no puede explicarse sin comprender que su origen está en el oficio, el trabajo artesanal y las familias.
Llamamos al periodo de la imprenta manual aquel que va de la imprenta de Gutenberg en el siglo XV a mediados de siglo XIX con la invención de los procesos mecanizados de impresión tipográfica; estamos hablando de más de cuatrocientos años de tradición heredada, transportada, importada, aprendida, enseñada y reproducida. Esta historia no puede ser pensada sin las mujeres, quienes a lo largo de más de cuatro siglos jugaron un papel fundamental en la transmisión y consolidación del oficio desde el lugar que históricamente les fue impuesto: la potestad y el tutelaje, sometida a una condición jurídica de inferioridad y por lo tanto de desigualdad.
Estos dos elementos –el trabajo y sistema artesanal de la imprenta, así como la condición jurídica de la mujer–, nos permiten explicar con mayor facilidad el papel que desempeñaron a lo largo de esta larga historia las mujeres en el mundo occidental, en México y en Aguascalientes en particular.
No es fácil identificar a mujeres impresoras a lo largo de la historia debido a que los contratos, compraventas, acuerdos comerciales y pies de imprenta casi siempre estaban a nombre de los sujetos que sí gozaban de las facultades legales que les permitían realizar estas actividades. Por el contrario, la mujer estaba condicionada al tutelaje masculino, fuera padre, hermano o marido, esto significa que detrás de cada actividad legal o económica que quisiera realizar la mujer debía tener el respaldo masculino.
Sin embargo, en el ámbito de lo privado las mujeres trabajaron al lado de sus padres, hermanos y maridos aprendiendo y ejerciendo algunos de los oficios propios de un taller de imprenta. Dentro de todo el universo que era un taller, las mujeres ejercían como apoyo en composición, traducción, revisión, redacción, pero también como administradoras del capital de taller. Eran mujeres que conocían a fondo el trabajo y el negocio.
Las mujeres no gozaban del privilegio de formar una empresa por sí mismas, pero su condición de viudas y herederas fue la manera que les permitió ejercer como empresarias, es ahí donde podemos identificar a muchas mujeres que utilizaron los medios posibles a su alcance para solventar la economía familiar y, en el caso de las impresoras, reconocer a mujeres ilustradas que sabían y realizaban un oficio.
En México son conocidas muchas mujeres que durante el periodo colonial ejercieron como titulares de talleres de imprenta heredados por los maridos. Durante este periodo, las mujeres impresoras pudieron poner su nombre como pie de imprenta, no es extraño ver libros con el “Vda. De”. Por el contrario, en el siglo XIX y con la independencia, la posibilidad de asumir el nombre de la mujer en el taller parece impensable, así desaparecen los nombres de las mujeres impresoras y resulta más complejo identificarlas. Es entonces que las viudas y herederas buscaron los medios que les eran posibles para sostener las empresas siempre bajo el tutelaje masculino, fue el caso de las aguascalentenses Néstora y Martina.
Néstora Pedroza y Martina Arteaga fueron miembros de la primera familia de impresores de Aguascalientes, los Chávez. Como hemos dicho, ambas mujeres ilustradas, participaron a lo largo de su vida en los Talleres de sus maridos, sin embargo la suerte de ambas fue completamente distinta.
Néstora Pedroza era una mujer letrada, fue segunda esposa de José María Chávez. Con tan sólo 33 años se quedó viuda en 1864 cuando su marido fue fusilado por los franceses..
Desde que Néstora se casó con Chávez se involucró en sus negocios, se quedaba como responsable del Taller mientras José María se ausentaba por trabajo o por guerra, junto con su suegra, asumían la responsabilidad entera de los negocios, coordinaban las entradas y salidas de material, de dinero y el trabajo al interior del taller.
En la imprenta realizaba labores administrativas pero también de corrección, acompañaba los textos y las composiciones que realizaba su esposo. Era una suerte de correctora y guía, en una carta enviada por José María le dice: “Amada esposa: tú has sido siempre bálsamo y el consuelo en todos mis trabajos, sé ahora más que nunca, la mujer fuerte de la Escritura […]”.
Viuda, Néstora se hizo cargo de la imprenta a lo largo de seis años junto con su hermano Trinidad y su hijastro Sóstenes tras un acuerdo que hizo con los hijos mayores de José María, quienes se hicieron responsables del resto de los negocios. Pero esos años fueron difíciles, al no tener el capital del resto de los negocios y con la repartición de bienes, se quedó prácticamente desamparada, lo que la orilló a vender todo el ramo de imprenta al gobierno del estado. Al venderla, Néstora escribió un sentido testimonio en el que dejó claro el dolor que le provocaba deshacerse de la imprenta y las dificultades que había pasado al intentar sostenerla. Durante esos años los pies de imprenta variaron, sin embargo en ninguna ocasión se menciona el nombre de Néstora.
Martina Arteaga, mujer ilustrada y muy conocedora de los negocios, fue esposa de Martín W. Chávez, quien tuvo una imprenta con Esteban Ávila. Martín, al igual que su hermano José María, fue muerto en la Guerra de Intervención y Martina quedó viuda con apenas 19 años, dos hijas pequeñas y una herencia considerable.
Con esta edad se hace responsable de la parte que le correspondía del Hotel de Diligencias pero es vendido rápidamente y ella acumula un capital considerable, es entonces que decide emprender sus propios negocios. El primero fue un taller de imprenta, heredado de su marido un pequeño ramo se decide a hacerlo más grande y equiparlo, así establece contratos de compra venta con protestantes estadounidenses de tipos móviles y material diverso hasta tener un taller digno de relevar al viejo taller de Néstora.
Con la imposibilidad de darle nombre a su propio taller, decidió establecer una sociedad y contrato con Trinidad Pedroza en el que ella ponía el capital y las herramientas, él el conocimiento. Este taller imprimía bajo el nombre de Tipografía a cargo de Trinidad Pedroza y estaba ubicado en la Plaza Principal. Con el tiempo este taller se le denominó “Imprenta Económica” y estuvo a cargo de distintos impresores, como Macedonio Palomino, pero la dueña era Martina.
Además de la imprenta, Martina se dedicó a la compra de bienes inmuebles y obtuvo, al igual que Néstora, una pensión vitalicia que el gobierno de Juárez les otorgó por los servicios que sus maridos dieron a la patria.
Muy longevas, ambas murieron ya entrado el siglo XX, Néstora en la Ciudad de México y Martina en Aguascalientes. Su labor fue continuar una tradición familiar con incidencia clara en la vida misma de la gráfica en Aguascalientes, recordarlas es reconocer su labor en la historia local.