A partir de la década de 1970 la economía global ha tenido cambios fundamentales en su composición y orientación. Uno de esos cambios es la importancia que han adquirido las industrias culturales, creativas y relacionadas con el ocio. La importancia de estas industrias, también llamadas la “economía cultural”, se ve reflejada en la constante incorporación de elementos simbólicos (marcas, diseños, logotipos, experiencias) como parte esencial en la producción y el consumo de bienes y servicios. Además, se trata de una fuente importante de riqueza, ya que hoy en día se estima que estas actividades aportan 3% del PIB mundial y emplean al 1% de la población activa del mundo. El conjunto de estas industrias está conformado por actividades relacionadas con la producción de arte, espectáculos, teatro, danza, cine, museos, diseño (gráfico, industrial, textil, arquitectónico), circo y publicidad.
La economía cultural tiene una estrecha asociación con el ámbito urbano. Hay ciudades en el mundo cuya economía tienen un importante componente de este tipo de actividades. El caso emblemático es Londres, donde esa actividad representan 11.1% de su economía local. Pero existen otras ciudades donde dichas actividades han adquirido un papel central en sus economías urbanas; por ejemplo, Bilbao, Barcelona, Sudáfrica, Glasgow, Los Angeles, Nueva York y Buenos Aires. En México, la economía cultural no es una actividad menor y encontramos ciudades que dependen de un importante componente cultural o simbólico. Tal es el caso de las ciudades de Guanajuato, Morelia, Zacatecas, Xalapa y, por supuesto, la Ciudad de México, las cuales pueden definirse como las capitales culturales del país.
La importancia de las anteriores ciudades se debe a que en ellas los individuos que laboran en la economía cultural (artistas, creadores, productores y promotores) encuentran el “ambiente creativo” para intercambiar ideas, enterarse de nuevas tendencias, experimentar con nuevas técnicas, relacionarse con otros creativos y promover sus productos. Dicho “ambiente” es resultado de la combinación de una serie de ingredientes, entre ellos: una importante dotación de capital arquitectónico y espacios públicos, la presencia de universidades, una amplia oferta de cafés, bares y restaurantes, sumado al frecuente desarrollo de festivales nacionales e internacionales (por ejemplo, el Festival Internacional Cervantino de Guanajuato y el Festival Internacional de Cine de Morelia). La combinación de estos elementos tiene como resultado un “ambiente” que no solo atrae turistas sino también creadores y artistas que deriva en una importante derrama económica y se ha convertido en la marca y sello simbólico de cada ciudad.
El reciente estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), “Observatorio de la OIT: el COVID-19 y el mundo del trabajo. Segunda edición Estimaciones actualizadas y análisis”, señala que la economía cultural será una de las industrias más afectadas como resultado de las medidas sanitarias derivadas del combate a la propagación del Covid-19 (Coronavirus). El estudio señala que existirá una significativa reducción en el consumo de sus servicios y productos culturales. Además, sus trabajadores vivirán un incremento en el número de despidos, la disminución de sus salarios y la reducción en sus horas de trabajo. Dicho estudio estima que la economía cultural será uno de los últimos sectores que regresarán a la “nueva normalidad”. Sin embargo, el efecto puede ir más allá al considerar que una vez que comience la reactivación económica las nuevas medidas sanitarias podrían transformar radicalmente las características de los “ambientes creativos” que hacían atractivas a ciertas ciudades. Las restricciones en los niveles de concentración en espacios públicos, la necesidad de establecer una constante distancia física entre individuos, los límites a la presencia de comensales en cafés, bares y restaurantes, la suspensión de actividades universitarias y la incertidumbre sobre el desarrollo de festivales y espectáculos multitudinarios muy posiblemente diluyan el ambiente vibrante e inspirador que caracterizaba a las ciudades globales y mexicanas señaladas previamente.
Sin duda las medidas adoptadas para atender la actual pandemia global apenas comienzan a mostrar sus efectos sobre la economía de nuestras ciudades. Un ejemplo de ello es lo que está ocurriendo con la economía cultural. La situación nos coloca frente a un panorama de incertidumbre sobre el futuro de las industrias culturales que obliga a pensar en medidas innovadoras que permitan sostener los “ambientes” urbanos que propiciaban el desarrollo de productos creativos. Para ello será necesario imaginar nuevas formas de socialización e interacción social, como ya lo están intentando algunos cafés y restaurantes en Ámsterdam al instalar “invernaderos” de cristal para que sus comensales se sientan más seguros y disminuyan el riesgo de contagio al asistir a ellos (https://cutt.ly/oyZkapS). Lo anterior representa un importante desafío, pero también abre una ventana de oportunidad que nos puede conducir a una nueva ola de innovaciones y creaciones orientadas a posicionar a las ciudades mexicanas como lugares sanitariamente seguros y atractivos para el desarrollo de la economía cultural. La moneda está en el aire, quien la atrape podrá ser un protagonista de la “nueva realidad” que ya está a la vuelta de la esquina.