“Estoy orgulloso de las protestas, pero no de la destrucción”, aseguró Terrence Floyd, “Hagamos las cosas de otra manera, dejemos de pensar que nuestra voz no importa y votemos, no solamente para presidente, para todos. Somos muchos y así lograremos el cambio”, agregó el hermano de George Floyd, en un evento en Nueva York en memoria de quien fue asesinado al estar bajo custodia policial.
En Minneapolis, donde murió Floyd, cientos de personas se congregaron para despedirlo en su funeral, serán seis días en los que se realicen estos memoriales en distintas ciudades de los Estados Unidos. Al mismo tiempo, varios ayuntamientos anunciaron el fin del toque de queda en Washington, D.C., Los Angeles, San Francisco, Seattle, Salt Lake City, entre otras, al considerar “el patrón reciente de las acciones pacíficas de los manifestantes”.
La cancelación del toque de queda es una decisión de los gobiernos locales y es una salida al discurso incendiario del presidente Donald Trump, a quien Twitter ya está considerando la posibilidad de cancelar su cuenta, si continúa publicando mensajes en que se glorificara la violencia contra las protestas por el asesinato de George Floyd. Nick Pickles, director de estrategia sobre políticas públicas, dijo que Twitter en había tomado la decisión de someter los tuits de Trump al mismo procedimiento de comprobación que aplica a todas las figuras públicas.
Diferenciar la protesta del vandalismo y la violencia resulta esencial cuando, cada vez con mayor frecuencia, durante las manifestaciones aparecen grupos que se dedican a la destrucción. Nada justifica el odio y la agresión, nada.
En México, en Guadalajara, ayer se realizó una protesta contra el gobernador de Jalisco por el asesinato de Giovanni López, un hombre de 30 años que fue víctima de la policía municipal de Ixtlahuacán de Membrillos. En la capital de Jalisco se enfrentaron policías estatales con manifestantes, hubo una veintena de detenidos, patrullas quemadas y un hecho brutal: quemaron a un policía. El agresor se acercó por la espalda, le vertió algún líquido inflamable y le prendió fuego.
Fuck tha Police, I’m tired of the motherfuckin’ jackin’, Sweatin’ my gang, while I’m chillin’ in the shack, and Shinin’ the light in my face, and for what?, pero no, los motivos de la protesta en México y Estados Unidos no tienen el mismo motivo, no se puede confundir el racismo que mueve a los cuerpos policiacos estadounidenses con la ignorancia que genera la brutalidad que distingue a los policías mexicanos.
Si no logramos separar la violencia de la protesta estaremos cayendo en el juego de quienes los confunden a propósito para deslegitimizar los motivos de la protesta, de quienes resaltan los actos vandálicos durante las protestas feministas de marzo para invalidar que no hay estrategia para erradicar la violencia de género.
Justificar cualquier expresión violenta (Fuck tha Police) reivindicándola como una respuesta natural por la represión sufrida, produce que se invalide el sentido de la protesta, se cae en el juego de los grupos de poder que se aprovechan del descontento para atacar a sus adversarios, permite que la legítima expresión pública de inconformidad sea utilizada para el golpeteo político.
Justicia para Giovanni, es el grito en México. No justice, no peace, en los Estados Unidos, la demanda es similar. Prenderle fuego a un policía o robarse un iPhone, vandalizar un edificio público o saquear una tienda de abarrotes, no auxilian en nada a conseguir derecho, razón, equidad.
“Estoy orgulloso de las protestas, pero no de la destrucción”, reitero la cita de Terrence Floyd porque distingue claramente entre el derecho que todos tenemos a diferir y manifestar nuestro descontento de la expresión brutal de la violencia, porque en un lado de esa línea está una forma válida de participación pública y en el otro, el riesgo de que nuestra manifestación sea utilizada por la clase política para justificar sus vilezas.
Coda. Dos estrofas de la Declaración de odio de Efraín Huerta:
Ciudad negra o colérica o mansa o cruel,
o fastidiosa nada más: sencillamente tibia.
Pero valiente y vigorosa porque en sus calles viven los días rojos y azules
de cuando el pueblo se organiza en columnas,
los días y las noches de los militantes comunistas,
los días y las noches de las huelgas victoriosas,
los crudos días en que los desocupados adiestran su rencor
agazapados en los jardines o en los quicios dolientes.
¡Los días en la ciudad! Los días pesadísimos
como una cabeza cercenada con los ojos abiertos.
Estos días como frutas podridas.
Días enturbiados por salvajes mentiras.
Días incendiarios en que padecen las curiosas estatuas
y los monumentos son más estériles que nunca.
@aldan