Everybody knows that the dice are loaded
Everybody rolls with their fingers crossed
Everybody knows the war is over
Everybody knows the good guys lost
Everybody knows the fight was fixed
The poor stay poor, the rich get rich
That’s how it goes. Everybody knows…
Everybody knows – Leonard Cohen
A riesgo de la reiteración, resumo el contenido de esta columna con el mero título: Andrés Manuel López Obrador NO es comunista; es más, ni es de izquierda, ni del ala socialista, ni menos de la socialdemocracia. En todo caso, ha sido un político que ha tenido la habilidad de leer las necesidades de un segmento históricamente vulnerado y harto de la clase política tradicional. El mito de que AMLO es comunista ha sido útil para el discurso de una derecha política sin brújula y sin mayor proyecto que la preservación de sus propios privilegios de clase; pero poseedora de mucha ignorancia acerca de qué es la izquierda ideológica. Ese mito ha servido, también, para que los tontos útiles (hartos de los políticos tradicionales) asuman como de izquierda a una impostura ideológica más cercana al populismo. Es decir, en la afirmación de que AMLO es comunista, socialista, o de izquierda, existe mucho desconocimiento del mapa de la geografía ideológica, de la práctica política, y de la historia.
Para comenzar, se entiende al comunismo como un modo de producción evolucionado del socialismo que busca la autarquía económica y la abolición total de las clases sociales, históricamente divididas entre poseedores y desposeídos de los medios de producción; lo que se traduce en consecuencia como la perpetuación de dos grupos: uno que posee la riqueza material y el poder político, y otro no sólo posee su fuerza de trabajo para subsistir. Visto así, tanto el comunismo como el socialismo apuntan a borrar la división de clases; mientras que AMLO remarca esa división con una narrativa útil a su discurso maniqueo del pueblo contra los fifís. En su narrativa no existen los ciudadanos, sino quienes le apoyan y quienes le critican; en su narrativa coinciden las virtudes en el primer grupo y los vicios en el segundo; en su narrativa es indispensable que exista una división de clases, que dé sustento a la mitología del enemigo a vencer.
El modelo económico de la izquierda ideológica ha convergido históricamente en una premisa fundacional: la regulación del mercado a la vez del fortalecimiento del estado. la izquierda no concibe al gobierno civil como rehén de los poderes fácticos de la economía; por eso les regula y les limita. A cambio, el engrosamiento del poder del estado se yergue como garante de la justicia y la equidad social. Esto tiene como consecuencia que la riqueza de unos no se traduzca en el despojo contra otros. Así, en la izquierda económica, se tiende al estado de bienestar mediante las altas cargas impositivas a la riqueza, a la herencia, y a la utilidad; mientras que, paralelamente, los grupos más vulnerados tienen garantizados sus derechos fundamentales a la salud, la vivienda, la educación, el trabajo, la cultura, y el ingreso mínimo. En este tema, AMLO, lejos de frenar la voracidad del neoliberalismo, la alimenta con sus alianzas con empresarios específicos a quienes les deja operar con holgura. A cambio, comete la impostura de un “estado de bienestar” nominal mediante apoyos clientelares a adultos mayores o a jóvenes en condición de desempleo o de empleo inicial. Finalmente, el liberalismo pugna por adelgazar al estado para que el mercado resuelva las tensiones sociales; mientras que la izquierda considera inmoral dejar esa tarea al mercado, y opera mediante la administración del estado, para distender el conflicto social a través de instituciones fuertes. AMLO ha adelgazado al estado y ha aumentado el conflicto social.
Pero vamos a más. De lado del aspecto económico, tampoco en el aspecto político existe un proyecto de izquierda en las acciones de López Obrador. La izquierda política pugna por la equidad y la universalidad de derechos. No abundaremos en las amplias muestras de incomprensión y de distancia que AMLO ha exhibido sobre, digamos, los movimientos feministas o de la diversidad sexual. Igualmente, la izquierda política es decididamente laica; tampoco en este punto abundaremos en todas las muestras en las que AMLO ha sido más similar a un pastor de feligreses que a un jefe de estado. por último, la izquierda política se caracteriza por su férrea defensa de los derechos humanos y la democracia. Cualquier búsqueda en la prensa dará indicios sobre la postura de AMLO ante las organizaciones, tanto del propio gobierno como de la sociedad civil, que se encargan de denunciar violaciones a los derechos humanos, que señalan los actos de discriminación, o que se ocupan de proteger a las víctimas. Del mismo modo, es clara la postura de López Obrador ante las instituciones electorales o los organismos de difusión de la democracia. No sólo eso; su postura, traducida en acciones, ha menoscabado de manera sensible estos aspectos de lo político, de forma tal que lo alejan de cualquier aspiración de una izquierda socialdemócrata moderna.
Luego de esto ¿cómo cabe afirmar que AMLO es, ya no digamos comunista o socialista, sino simplemente de izquierda? Con la rampante desvergüenza que da el no saber, tanto de quienes lo critican como de una de los que lo apoyan en la legítima esperanza de mejorar las condiciones de vida en un país vulnerado por décadas de políticos corruptos y ladrones. AMLO podrá acertar o errar. Y lo ha hecho (y no) en unos y otros aspectos. Lo que es difícil de rebatir es que su modelo es más cercano al populismo autocrático; y ese modelo no obedece ni a derechas ni a izquierdas, porque tanto lo vemos con Trump como con Bolsonaro, con Maduro, o con Castro. Si la oposición a AMLO quiere combatirlo con eficacia, debe propagar la democracia civil, el acceso a derechos culturales amplios, los derechos humanos en general, la equidad de género, la laicidad del estado, el modelo de bienestar, y el apego a la legalidad. Es decir, todo lo que sistemáticamente se ha erosionado durante años, y que ahora se acentúa con la tetramorfosis; no con la rabieta pueril de ser una clase social que ve amenazados sus privilegios.
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