En los últimos meses, los sistemas de transporte público de muchas ciudades del mundo han reportado descensos considerables en el número de usuarios como resultado de la contingencia del Covid-19, en especial por las medidas de distanciamiento físico, pues el transporte público por naturaleza supone una mayor proximidad entre los usuarios de un metro, metrobús, autobús, etcétera. En la actualidad, aunque un gran porcentaje de la población mundial ha tenido que seguir utilizando el transporte público durante la contingencia, muchos desplazamientos que normalmente se realizaban en ese modo ahora se realizan en otros como el automóvil o la bicicleta, e incluso a pie.
La aplicación de navegación Transit, estima que en Canadá, por ejemplo, la demanda de transporte público ha caído 81 por ciento en comparación con la demanda regular antes de la pandemia; y en Estados Unidos y Francia, la demanda se ha reducido en 72 y 57 por ciento, respectivamente. Igualmente, la compañía Apple estima que en México, en promedio, los viajes en transporte público han disminuido 79 por ciento, mientras los viajes en automóvil y a pie han caído 49 y 53 por ciento, respectivamente. Lo anterior sugiere, entonces, que la pandemia ha afectado en mayor medida la demanda de transporte público, en comparación con otros modos de transporte. ¿Cuáles son algunas implicaciones de esa tendencia?
La reducción en el número de usuarios del transporte público sugiere que, en el corto plazo, las personas que regularmente utilizaban, por ejemplo, un autobús, probablemente buscarán transitar al automóvil, porque éste facilita el distanciamiento físico entre las personas. Un probable aumento en el uso del automóvil, sin embargo, podría acentuar las externalidades negativas que han contribuido a reducir la calidad de vida en las ciudades, incluyendo el tráfico, contaminación, accidentes viales, entre otras; mismas que imponen costos importantes no solo en términos económicos, sino también en vidas humanas, tiempo perdido, estrés, etcétera. Además, un mayor uso del automóvil a costa de la reducción de la demanda de transporte público, podría repercutir negativamente en la operación de los propios sistemas de transporte público. Veamos.
En ciudades como Aguascalientes, donde el transporte público permanece en constante deterioro y sin mejoras notables más allá de la renovación de algunos autobuses, una eventual caída en el número de usuarios podría dificultar mejoras reales en el servicio o, peor aún, contribuir al círculo vicioso que suele reducir su calidad. ¿Por qué? En México, los sistemas de transporte público, como el autobús, suelen operar sin subsidios ni mecanismos alternativos de financiamiento, es decir, operan principalmente con los ingresos obtenidos mediante el cobro del pasaje; sin embargo, esos ingresos suelen ser insuficientes para invertir en mejoras sustanciales del servicio, porque las tarifas generalmente son bajas para garantizar el acceso equitativo de toda la población al transporte público, de lo contrario, tarifas demasiado altas tenderían a excluir a parte de la población. Al mismo tiempo, suelen no existir mecanismos alternativos de financiamiento que permitan compensar esas tarifas con ingresos adicionales para invertir en el sistema, por lo cual los concesionarios buscan obtener mayores ingresos aumentando el número de usuarios en cada unidad, razón por la cual los autobuses tienden a ir cada vez más hacinados.
La disminución de la demanda de transporte público asociada al Covid-19, aunado a la ausencia de mecanismos para compensar tarifas e ingresos, incluyendo subsidios, financiamiento, entre otros, podría acelerar el ciclo de deterioro del transporte público en Aguascalientes, que desde hace años ha contribuido a las altas tasas de motorización de la entidad, con resultados por todos conocidos: más tráfico, contaminación, etcétera. Es imperante, por lo tanto, que el Gobierno del Estado ponga en práctica medidas inmediatas para mejorar la calidad del servicio de transporte público, no solo para desacelerar la caída constante de este servicio, que podría acelerarse aún más después de la pandemia, sino también, y especialmente, para garantizar condiciones de seguridad e higiene para las miles de personas que utilizan este modo de transporte para realizar sus actividades y satisfacer sus necesidades diarias. ¿Tiene el gobierno estatal algún plan inmediato –y la capacidad de ejecución– para desacelerar la caída del transporte público, y aumentar su eficiencia, confiabilidad, seguridad e higiene? Veremos.
[email protected] / @fgranadosfranco