Soy Mahleriano, luego existo/ El banquete de los pordioseros  - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Fue una de las mejores noches del maestro Revueltas como director titular de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes y la recuerdo con mucha claridad. La verdad no recuerdo la fecha pero sí el programa a interpretarse, la Sinfonía No.9 de Gustav Mahler, sí, solo una obra, pero la sinfonía en cuestión ronda los 90 minutos en un tiempo estándar de ejecución.

Se trata posiblemente de mi sinfonía favorita del atormentado Mahler. Para quien esto escribe, la novena es un compendio del universo, es la totalidad, es el punto de convergencia de todo lo existente, es la obra con la que Mahler cierra su impresionante y monumental corpus sinfónico de nueve obras en las que el compositor se presenta desde su más elocuente intimidad y se va revelando así mismo a lo largo de esta compleja y profunda novela de nueve capítulos, claro, sin contar la inconclusa décima de la que solo dejó terminado y perfectamente orquestado el primer movimiento, un estremecedor Adagio en donde es evidente la perfección alcanzada por el pensamiento creativo del más grande de los sinfonistas del siglo XX, y lo menciono con plena conciencia de lo que estoy diciendo, me queda claro que Mahler solo vivió once años del siglo XX y entiendo que cualquier melómano podría reprocharme el comentario diciéndome que quizás Shostakovich con sus irreprochables quince sinfonías deberá ser reconocido como el más grande sinfonista del siglo XX, consciente de todo ello, sigo considerando a Mahler como el gran gigante del lenguaje sinfónico del posromanticismo y de todo el siglo XX.

De hecho no solo en la novena, ni siquiera en sus nueve sinfonías, sino en toda la obra de Gustav Mahler, poemas sinfónicos, lieder, en toda su imponente producción musical encontramos esa alquimia que le es propia a su genio creativo, y me refiero al hecho de saber transformar el dolor en música, es una élite de artistas encuentran ese toque mágico de transformar en arte aquello que más intensamente duele, como dice Nietzsche en su obra El origen de la tragedia, el espíritu de la música: “¿Cuál fue la fuerza que liberó a Prometeo de su buitre y transformó el mito en heraldo de la sabiduría dionisíaca? La fuerza hercúlea de la música”, Mahler, y por supuesto otros grandes atormentados de la vida encuentran en el arte el medio de liberarse, de crecer, de transformar el dolor, el sufrimiento en una inconmensurablemente bella obra de arte, aquí contamos a esos espíritus indómitos como Van Gogh, Edgar Allan Poe, Arthur Rimbaud, Alexander Pushkin, por supuesto Ludwig van Beethoven, y muchos más que se suman a esta lista de quienes lejos de consumirse por el dolor, se han sublimado, se han redimido en los purificadores senderos del arte. En ellos se cumple puntualmente esta sentencia de Nietzsche, él mismo, en toda su complejidad, es un redimido del arte.

Pero te hablaba de aquella noche mágica en donde el maestro Revueltas dirigió la novena de Mahler al frente de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, era noche mágica y llena de encanto, sobre todo porque lo que estaba en el atril no era un caramelito de fácil digestión, ni para el director, ni para la orquesta, ni para el público, para nadie, no se trata solo de asistir a una sesión en donde escucharemos bellos sonidos formando melodías agradables al oído, más que eso, que pudiera parecer simple, se trataba de enfrentarse al compendio en el que el compositor reúne todo lo que le quedaba en su debilitado cuerpo, y este tipo de confesiones suelen ser las más difíciles de externar por toda la nitidez del lenguaje y por toda la sobrecarga de intimidad y honestidad que transportan en su interior, lógicamente los intérpretes corren el riesgo de que la menor distracción eche todo por la borda.

La parte final de la novena de Mahler es algo de lo más angustiante que yo he escuchado en vivo, es decir, la música, per se, no es angustiante, es profunda, íntima, confesional, es el compositor desnudando su espíritu, revelando finalmente todo, entre esas revelaciones está la muerte del Titán que el compositor nos presenta en su Sinfonía No.1. Pero a mí me pareció sumamente angustiante porque la belleza de la música me desgarraba, me conmovía, la OSA, sublime bajo la dirección del maestro Revueltas. Yo estaba en mi asiento en el Teatro Aguascalientes sudando frió, retorciéndome los dedos entre mis manos inquietas, dejándome envolver por aquella inmensa belleza, los delicados pianissimos daban forma al silencio de la sala, y mientras yo pensaba qué sucedería si en ese momento alguien tosía, si alguien se movía en su butaca y rechinaba, algún murmullo entre el público, peor todavía, un celular sonando, yo estaba envuelto en la más grande de las angustias. Cuando terminó la sinfonía el maestro Revueltas, lo recuerdo bien, dejó caer sus brazos a los costados consciente de que había hecho un excelente trabajo, yo finalmente pude respirar tranquilo, nada opacó la belleza del momento, por eso digo que fue una noche mágica con todo lo que esta expresión representa. Recuerdo con claridad que suspiré profundamente y con gran satisfacción, mi esposa me volteó a ver y me dijo: “tú no disfrutas a Mahler, tú sufres a Mahler”, me quedé pensando en esto y creo que ella tenía razón, eso me pasa con Mahler, quiero que todo sea perfecto al interpretarse, pero también es evidente que no puedo ser indiferente a todo eso dolor transmutado en arte. 

Mahler, el tres veces apátrida murió el 18 de mayo de 1911, hoy quiero recordarlo y compartirlo contigo, gracias por permitirme hacerlo.


Show Full Content
Previous Volver al futuro/ De imágenes y textos
Next Con o sin Covid-19, la violencia de género es un tema de salud pública
Close

NEXT STORY

Close

Becas para estudiantes de posgrado en Aguascalientes

01/11/2023
Close