El aislamiento físico en que ha permanecido un importante porcentaje de la población mundial como resultado del Covid-19, podría ayudar a revalorizar un elemento esencial de la vida en las ciudades que con frecuencia tiende a darse por hecho o pasarse por alto: el espacio público en que las personas realizamos gran parte de nuestra vida diaria, incluyendo no sólo plazas o parques, sino también las calles de una ciudad, sus banquetas, esquinas, andadores, etcétera. En ese sentido, estos últimos meses de confinamiento han mostrado que las personas buscan estar al exterior; ya sea para realizar actividades laborales, distraerse o divertirse, o simplemente para desplazarse de un destino a otro, las personas constantemente buscamos o necesitamos utilizar el espacio público de las ciudades. Lo anterior ha quedado en evidencia incluso en esta contingencia, durante la cual el espacio público ha sido altamente valorado por quienes permanecen en confinamiento, pues quienes tienen la oportunidad de vivir cerca de un parque o una plaza o algún espacio público similar, pueden salir al exterior, así sea por un momento, para ejercitarse, caminar, jugar, respirar, o cualquier otra actividad de recreación, deporte o esparcimiento.
El espacio público, en contraste con otros espacios privados de las ciudades, permite realizar actividades al aire libre garantizando una distancia adecuada entre las personas para evitar futuros contagios. Por ello, muchas ciudades en el mundo que han iniciado la reactivación gradual de distintas actividades, por lo general han comenzado por permitir a las personas hacer uso de algunos espacios públicos con fines de esparcimiento, movilidad, etcétera; al mismo tiempo, muchos gobiernos locales han anunciado planes ambiciosos, por ejemplo, para peatonalizar algunas calles o ampliar aceras o banquetas para garantizar una sana distancia entre las personas. Similarmente, ciudades como Milán, París, entre muchas otras, han anunciado inversiones importantes para la construcción de nuevas ciclovías que permitan a las personas realizar traslados cortos en bicicleta, y con ello, evitar algunos viajes en transporte público. En otros casos, algunos planes de reactivación económica están considerando al espacio público como herramienta fundamental para mejorar las condiciones de salud en establecimientos comerciales, como en el caso de cafeterías y restaurantes que temporalmente podrían extender sus áreas de servicio hacia terrazas, plazas o banquetas –en caso de existir espacio suficiente para evitar la privatización del espacio público o la obstrucción de los peatones.
En ese contexto, es importante recordar que desde hace tiempo, en ciudades como Aguascalientes, el espacio público ha tendido a disminuir tanto en cantidad como en calidad, en parte porque la creciente infraestructura vehicular, como los pasos a desnivel, han eliminado o reducido el espacio disponible para peatones, ciclistas o cualquier otro usuario de la vía pública; pero también porque las normas mínimas de civilidad en el espacio público tienden a respetarse cada vez menos, por lo cual es cada vez más común observar automóviles obstruir cruces peatonales e invadir las banquetas, o motociclistas transitar por ciclovías, o ciclistas circular por las banquetas. El confinamiento motivado por el Covid-19 podría contribuir a la revalorización del espacio público, pues quizás ahora más que nunca las personas buscan hacer uso de las plazas, parques, banquetas y calles de sus ciudades.
La contingencia sanitaria, por tanto, podría o debería motivar a los gobiernos locales a tomar con mayor seriedad al espacio público, no sólo por su estrecha relación con las condiciones de salud pública en las ciudades, sino también porque su naturaleza democrática facilita la convivencia e interacción entre la población, y con ello, promueve la cohesión e integración social. Igualmente, esperemos que la misma población, a partir del confinamiento en que ha permanecido por meses, se sume a un nueva cultura de respeto del espacio público que permita generar mayor empatía con todos aquellos que hacen uso de estos espacios y coexisten en las ciudades. En resumen, esperemos que la contingencia sanitaria actual nos recuerde el valor social, económico, cultural y ambiental del espacio público para las ciudades, y que ello motive acciones más ambiciosas, decididas e integrales para reposicionar estos espacios como elementos esenciales para una mejor calidad de vida urbana.
fernando.granados@alumni.harvard.edu / @fgranadosfranco