México 2020: el año del coronavirus o los jinetes de la 4t. I/ Bravuconadas  - LJA Aguascalientes
22/11/2024

En julio de 2018, tras el arrollador triunfo de la coalición “Juntos haremos historia”, que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de México, con más de 30.1 millones de votos, vamos, con un enorme bono democrático, inédito en la historia contemporánea de la incipiente democracia mexicana de los últimos 20 años; mayorías en las cámaras de Diputados y de Senadores y en 19 congresos locales, gubernaturas, entre ellas el de la Ciudad de México, en fin, una estructura de gobernabilidad envidiable para cualquier líder político del mundo. El proyecto de lo que el propio López Obrador y su movimiento llamaron la “Cuarta Transformación”, tenía el camino allanado políticamente. La oposición partidista tradicional (PRI, PAN, MC) apabullada, se veía obligada a replegarse, contar sus bajas, y, una vez que se recuperara del shock, pensarse de nuevo y calibrar sí podía rehacerse y regresar.

Desde la instalación de la 54 Legislatura federal, la Cuarta Transformación o 4T, empezó a tomar las riendas de los quehaceres políticos del país, y el 1 de diciembre de ese histórico 2018, López Obrador asume el Poder Ejecutivo y todas las responsabilidades que el cargo lleva, y, pomposamente juró cumplir y hacer cumplir la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y todas las leyes que de ella emanan, y sí así no lo hiciere, que la nación se lo demandara. A partir de ese momento, la historia es de suyo conocida. Los 100 compromisos de su campaña relacionados en su discurso de la Plaza de la Constitución de ese mismo día, rigieron las primeras decisiones del nuevo gobierno: acabar con la corrupción, pacificar el país de la ola de inseguridad, cancelación del aeropuerto de Texcoco, la venta del avión, el Tren Maya, la Refinería de Dos Bocas, el corredor transístmico, retirar las pensiones a los expresidentes, desaparecer el Estado Mayor Presidencial, la creación de la Guardia Nacional, las becas para los jóvenes, los adultos mayores, las personas con discapacidad; así hasta rondar los 100 compromisos.

Cumplir con todas y cada una de esas promesas, debió haber exigido un profundo conocimiento de las tripas del país, en materias económica, social, energética, educativa, de seguridad, de infraestructura, de medio ambiente, de leyes. Después de 18 años de campaña, de ir y venir a lo largo y ancho del país, de hablar con la gente, con expertos, de escribir tantos libros llenos de proyectos “viables” y necesarios para el país, era indudable la certeza de los caminos, decisiones y acciones que había que emprender, para transformar a México a la voz de ya. Se empezó a “reestructurar” el aparato institucional de la nación; toda aquella Comisión, Instituto, Agencia o Programa que representara un obstáculo para alcanzar el éxito o propósitos de la 4T, debían ser eliminados, reformados o controlados por el nuevo gobierno, específicamente con personas afines y dóciles al presidente López, sí tenían experiencia o la preparación necesaria, era asunto secundario, lo fundamental era que fueran leales al líder.

“Gobernar no tiene la mayor ciencia” afirmó en algún momento AMLO, y así transitó el 2019. Llenó el espacio político nacional con sus “mañaneras”, desde esa tribuna mediática, dirigió la agenda de su gobierno y de la República. Qué era importante y qué no, cuándo se debía hacer y porqué. Sí las cosas salían bien era por su exacto diagnóstico de las necesidades nacionales, sí no salían, era por causas oscuras provocadas por sus agonizantes enemigos, moralmente derrotados, que, en sus postreros estertores, boicoteaban la sana marcha de la Cuarta Transformación. Dividió al país en dos partes, los que estaban con él y los que estaban contra él. Todo giraba en torno suyo.

El país con el presidente López “dirigiéndolo”, caminó a tumbos ese 2019. Se perdieron casi 350 mil empleos, el crecimiento de la economía se fue achicando hasta prácticamente desaparecer; la delincuencia organizada se fue empoderando cada vez más, muertes violentas llenaron las cabezas de los diarios. Arrancaron los proyectos del aeropuerto de Santa Lucía, la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya. Se apoyó presupuestalmente a PEMEX, ícono de la “fortaleza y soberanía” de México y la 4T, aunque perdió hasta la camisa esa empresa energética, la más grande del país. Se atrapó y liberó a Ovidio Guzmán en el ya famoso “culiacanazo”; le renunciaron el Director General del IMSS, Germán Martínez y el Secretario de Hacienda, Carlos Urzúa. Desaparecieron programas sociales y de salud en nombre de la lucha contra la corrupción, hizo su aparición la “austeridad republicana”. Apareció la Guardia Nacional, los aranceles de Trump, los migrantes centroamericanos y el TMEC. Así el 2019.

En ese optimismo que no pierde el líder de la 4T, pensó que el 2020 sería una nueva oportunidad para avanzar en la ruta de su proyecto político. Siguió arremetiendo contra la oposición a él, se inventó la no rifa del no avión presidencial. Pensó que nadie, fuera de él, podía ir en contra de los altos propósitos de su ideologizado gobierno, aunque esa realidad le plantara cara una y otra vez. Así, a pesar de que, desde la lejana China, se estuviera anunciando la simiente de una amenaza desconocida y se encendieran los focos rojos de alerta en decenas de países del orbe, López, como su odiado antecesor, “ni los veía ni los oía”.

Fiel a su estilo, quiso alinear a los empresarios, todos, los aliados y los cuestionadores, los comprometió (obligó) a sumarse a su caprichosa rifa. Desdeñó el reclamo del movimiento feminista nacional, que reclamaba el incremento desmedido de los feminicidios en el país y las nulas acciones de su gobierno. La desaparición del Seguro Popular y la crisis del sector salud, la escandalosa falta de medicamentos para niños y mujeres con cáncer. Atacó a la prensa crítica. Ignoró la rebelión de los gobernadores al Insabi. Y en el horizonte, creciendo como una maligna sombra, que poco a poco oscurecía el cielo de México, se asomaba la llegada de un visitante no esperado, el coronavirus.

 

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