Incitación al odio/ Favela chic  - LJA Aguascalientes
24/11/2024

Desde que se inició la cuarentena por Covid-19, los reflectores de todo el país han apuntado hacia una región que, prácticamente desde sus orígenes, sobrevive en las más oscuras tinieblas: la Zona Metropolitana del Valle de México. Sus municipios más poblados, Nezahualcóyotl, Chimalhuacán, Ecatepec y Chalco, son vistos hoy más que nunca con el rabillo del ojo. En tiempos de pandemia, los han definido como “ollas de presión” y “caldos de cultivo”. En efecto, tienen el potencial de convertirse pronto en un campo minado debido al hacinamiento y a la pobreza extrema, así como a la ignorancia o el simple y llano valemadrismo de sus habitantes. En varios medios de comunicación se les ha reprochado su descuido e incredulidad: “No aceptan la existencia del virus ni siguen las medidas de limpieza más elementales”, denuncia El Financiero

El desprecio clasista que desde hace décadas han inspirado, entre los capitalinos principalmente, se recrudeció la semana pasada cuando un grupo de civiles irrumpieron en el Hospital de las Américas de Ecatepec, exasperados por la falta de información sobre los enfermos de Covid. Con gritos, insultos, amenazas y porrazos, se abrieron paso en busca de sus familiares, evidenciando las limitaciones operativas del sanatorio, como puede observarse en un video grabado por la madre de un paciente. En la escena, francamente dantesca, vocifera al encontrar los cadáveres: “¡Ayer estaban bien! ¡El virus no existe! ¡Ellos los están matando!”. Aunque dichas al calor del enojo, sus acusaciones de asesinato son muy graves porque incitan al odio contra el personal médico, el cual no sólo está expuesto de tiempo completo al Covid, sino también a la cólera de las masas. Por citar un caso, en Guadalajara un desconocido orinó y golpeó brutalmente a una mujer por llevar uniforme de enfermera en la vía pública.

Particularmente en épocas de crisis, el odio es tan contagioso y letal como los virus más feroces. Con el mejor de los pretextos, los usuarios de las redes sociales se apresuraron a linchar con burlas hirientes y comentarios discriminatorios a los intrusos del hospital, como si desearan reforzar el estigma que ya de por sí sufre el municipio más violento del Estado de México: “Nacos asquerosos”, dice uno. “Tenían que ser de Ecatepec, pinches simios”, afirma otro. “Puro come-cuando-hay”, espeta un tercero. Si bien su ingreso al nosocomio por la fuerza es un acto reprobable, que incluso amerita sanciones penales, desde que yo tengo memoria la gente con aires de superioridad se complace en humillar a este sector por su carácter marginal, como si ellos fueran responsables de las políticas que deliberadamente los han mantenido en el rezago educativo y económico. Si en tiempos de paz no les brindan oportunidades para salir del subdesarrollo, ¿con qué cara les reprochan ahora su ignorancia y falta de civismo ante una situación límite?

El otro día una vecina de Cuernavaca me advirtió sobre el serio peligro que nos acecha, pues vivimos junto a la colonia Barona, una de las más pobladas de Morelos: “Gente de esa clase ni siquiera se cuida”, se expresó con desdén sin advertir, por su estrechez de miras, que el valemadrismo no es un defecto privativo de los pobres e iletrados. Hace poco los residentes de Delicias, una colonia fifí de los alrededores, rompieron los cordones de seguridad con que las autoridades habían bloqueado el Paseo de La Luz, un paraje angosto donde familias enteras caminan y se ejercitan durante la cuarentena pese a la consigna de #QuédateEnCasa. Según reportan los tubers, incluso los habitantes de las ciudades más avanzadas han salido del confinamiento para solazarse en los parques y disfrutar del clima primaveral arriesgando el pellejo, como sucede en Berlín. Asimismo, en un fin de semana crítico para la propagación del Covid, cientos de personas se aglomeraron en Tokio para celebrar el festival del hanami, pese al estereotipo de que los japoneses siempre respetan las normas de convivencia. 

Mientras los científicos no descubran una vacuna efectiva contra el Covid, seguirá habiendo saldos rojos en esta y otras naciones al margen de nuestra voluntad. Pero muchos buscan con afán un chivo expiatorio al que imputar la culpa de la pandemia. En México han puesto bajo la mira al personal de salud, que gana bajos salarios por laborar, sin contratos fijos ni prestaciones de ley, en instituciones precarias e insalubres. También las urbes más pobres e inseguras del país, donde literalmente llueve sobre mojado, una vez más han sido objeto de imprecaciones por aquello de lo que en realidad son víctimas: el abandono de las autoridades, las corruptelas y el desvío de fondos. En vez de incitar al odio contra los eslabones más débiles de la cadena, en nombre de la amenaza potencial que representan, el trago amargo del Covid nos debería enseñar que dejarlos en el olvido es un acto suicida.


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