Higiene y ciudad: una relación construida sobre la enfermedad/ Rompecabezas urbano  - LJA Aguascalientes
11/04/2025

La pandemia provocada por el Covid-19, como otras enfermedades infecciosas en diferentes momentos de la historia de la humanidad, transformará nuestras vidas en razón de las medidas y decisiones que se tomen. Las más visibles han sido las de la estrategia de acción sanitaria global, que implica el lavado frecuente de manos e imperiosos llamados de confinamiento domiciliario y de distanciamiento social para ralentizar la expansión del contagio.

La historia nos ha mostrado que las acciones asumidas en los momentos de crisis no sólo afectan las interacciones sociales durante la situación de emergencia, sino que detonan procesos sociales amplios, diversos y complejos, que pueden ir desde el establecimiento de nuevas y sencillas prácticas de higiene, hasta la transformación de las ciudades. 

En este artículo se propone una breve revisión sobre cómo la preocupación por la salud ha influido en el diseño de nuestras viviendas y en la morfología urbana, para avizorar los posibles efectos que la pandemia causada por el nuevo coronavirus humano podrían imprimir en nuestro futuro inmediato. 

La arquitectura y la higiene

Los principios de la arquitectura moderna deben rastrearse hasta 1882, en un texto médico publicado por el microbiólogo alemán Robert Koch, quien descubrió el bacilo causante de la tuberculosis, donde señaló como causas de esa enfermedad al clima desfavorable, la vida sedentaria, la ventilación defectuosa y la iluminación deficiente y recomendaba a los pacientes cambiar de “aires”.

La definición de la tuberculosis como una enfermedad húmeda que proliferaba en las frías calles de las ciudades europeas (Colomina, 2008), no sólo dinamizó el campo médico sino que propició cambios en otros ámbitos, como el diseño habitacional y la planificación urbana, y estableció uno de los hitos fundantes de la relación entre la higiene y la ciudad.

Por ejemplo, aunque las ciudades europeas del siglo XVIII se consideraban como centros vibrantes de la vida social, económica y política, eran verdaderos reinos de los patógenos caracterizados por el hacinamiento, viviendas húmedas y poco ventiladas y sin suministro de agua ni un sistema de drenaje para la eliminación de los desechos. Una situación favorable para la propagación de los gérmenes. 

Con la intención de frenar la transmisión de las infecciones, los avances de la ingeniería y la planificación urbana, empujados por el descubrimiento de Koch, propiciaron una importante transformación en la vida urbana: la inclusión del baño en la casa y su conexión al alcantarillado público. 

Posteriormente, a principios del siglo XX, esta vez debido al incremento de los brotes de influenza, la búsqueda de la higiene condujo a nuevas transformaciones en la vivienda, como los segundos baños. Para evitar el contagio, se agregó un “tocador” cercano a la entrada para que los visitantes pudieran lavarse las manos fácilmente; se transformaron también sus accesorios y revestimientos de pisos y paredes; y en general se hizo del hogar un lugar más higiénico. 


En esta época el diseño habitacional retomó las características de los hospitales y los sanatorios (Giedion, 1929), con lo que la arquitectura moderna proyectó viviendas pensadas como estructuras para combatir la propagación de enfermedades infecciosas (Overy, 2008). Por lo que podría decirse que estas enfermedades han definido nuestros hogares y muchas prácticas sociales asociadas al uso de estos espacios.

 

La higiene y la ciudad

Por otro lado, las pandemias también han orillado a que en las ciudades se disponga una maquinaria administrativa para encarar la propagación de las mismas, para vigilar y supervisar la cuestión sanitaria en general, así como prevenir y proteger la salud de las personas. 

Las acciones emprendidas para frenar las repetidas epidemias de la peste en Europa, afianzadas en la representación de la salud como un componente del bienestar, dan cuenta de ello, porque en lugar de dejar este aspecto al arbitrio individual, se impulsaron medidas colectivas como las cuarentenas, reglamentos prohibitivos para regular la vida social y disminuir el riesgo de contagio y muerte (Vigarello, 1991); e incluso el aislamiento de los enfermos fuera de las ciudades.

La transformación más importante que causaron las pandemias en la vida urbana fue la transición de la higiene, entendida como una preocupación individual que precisa medidas de protección en el ámbito privado y cuya observancia se deja a criterio del individuo, hacia ésta entendida como una responsabilidad de la autoridad pública.

De tal suerte que las pandemias se convirtieron también en un problema de la planificación urbana y esta asumió entre sus responsabilidades, la garantía de la salud pública. Por lo que la regulación de las actividades productivas, sus desechos, su localización, el control de los espacios usados como cementerios y basureros, así como la gestión de los cuerpos de agua, no sólo dotaron de un perfil a la estructura urbana, sino que definieron a la planificación como un proceso técnico y político en la determinación del uso del suelo, el bienestar y la protección de las personas y el medio ambiente.

Esta breve revisión da cuenta que la higiene privada y pública, aunque tienen procesos institucionalizadores distintos, parecen converger en los momentos de crisis. Hoy el Covid-19 actualiza esta noción de la higiene en sus dos dimensiones.

Por una parte, las recomendaciones hechas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el lavado frecuente de manos, el confinamiento domiciliario, y en caso de contagio no grave, el aislamiento en casa, en una habitación privada, bien ventilada, y preferentemente con baño de uso exclusivo, colocan a la salud como un problema del hogar y su diseño. 

Por otra parte, el Covid-19 plantea interrogantes sobre nuestras ciudades: su compactación y densificación; el tipo de convivencia que impone su morfología, por la degradación de los espacios públicos y la falta de equilibrio entre el espacio construido y el medio natural; la disfuncionalidad de los servicios públicos o la fragmentación para realizar las actividades más básicas como el aprovisionamiento de alimentos.

En suma, la crisis por el coronavirus es un proceso que coloca a la higiene en el centro de grandes transformaciones sociales pero que tropieza con las tensiones urbanas preexistentes, como la planteada entre la higiene y la ciudad.

Es urgente resolverla no sólo porque nos expone a un peligro colectivo sino porque en ella se juega: (1) la garantía de los derechos humanos, como el de la salud y la vivienda digna; (2) el acceso a la justicia para quienes padecen las agudas desigualdades sociales, económicas y ambientales de las ciudades actuales; y (3) un modelo de estado de bienestar que queremos sea el reflejo de nuestro modelo de sociedad. 

Recordar que las epidemias han sido procesos transformadores es útil para definir qué tipo de hábitat estamos dispuestos a construir de cara a la pandemia que nos toca enfrentar. 

 

njimenez@crim.unam.mx

 

Referencias

Colomina, B. (2008) “X-ray Architecture: Illness as Metaphor”, en Positions, No. 0, Positioning Positions (Fall 2008), pp. 30-35

Giedion, S. (1929) Manifiesto en Befreites Wohnen, Zúrich: Orell Füssli. (Traducido como Liberated living). 

Overy,P. (2008). Light, Air and Openness: Modern Architecture Between the Wars, Londres; Thames y Hudson.

Vigarello G. (1991) Lo limpio y lo sucio. La higiene del cuerpo desde la Edad Media. Madrid: Alianza Editorial.


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