Entre las muchas cuestiones que causan gran polémica y desencuentro con los conservadores en nuestro proceso de la Cuarta Transformación es que decidimos anteponer el bienestar y desarrollo social más igualitario para todo el pueblo a la prioridad de medición de crecimiento económico representado en el Producto Interno Bruto localizada dentro de los criterios del fallido modelo neoliberal.
El modelo económico de la Cuarta Transformación, como lo ha explicado el Presidente Andrés Manuel López Obrador, basado en los principios siempre relacionados entre sí de democracia, justicia, honestidad, austeridad y bienestar nos dan una base moral de profundo sentido humanista y me atrevo a añadir que ideológico al retomar las virtudes más nobles que se aspiran en lo colectivo y en lo individual de la mujer y el hombre de izquierda.
Con base a esta reflexión inicial es que deseo comentar respecto a esa íntima relación que existe entre la economía y el bienestar en nuestro modelo económico nacido con la determinación de terminar con el periodo neoliberal que tanto dolor y desigualdad causó a los mexicanos.
Sin duda, López Obrador sintetiza en su reciente ensayo “La nueva política económica en los tiempos del coronavirus” el resultado de unir la economía y al principio de bienestar al definir que “queremos construir la modernidad desde abajo, entre todos y sin excluir a nadie. La referencia a ese “abajo” social implica el protagonismo histórico que se han ganado los siempre desposeídos, oprimidos, despojados y discriminados, aquellos que han sido tradicionalmente atropellados por los grandes intereses económicos, ignorados por los medios de información convencionales y privados del ejercicio de sus derechos por el poder político”.
Es un acto de mínimo de justicia histórica de esa enorme y silenciosa colectividad que ha construido nuestra historia con el silencio del agraviado. Esa enorme mayoría que ha colocado las piedras en la edificación de palacios que nunca ha habitado. Es el momento de lograr ahora un desarrollo de abajo, hacia arriba.
Los conservadores guardan silencio y no son capaces de ofrecer disculpas ante el desastre de desigualdad y de pobreza, de cómo desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari el gobierno federal se convirtió en una fábrica de ricos conformada por amigos cercanos al régimen y se inauguró como una lamentable industria de pobres bajo la fórmula de que el apoyo a las empresas le llamaban “fomento” y a las migajas que daban a los más desfavorecidos le decían despectivamente “populismo”. Recordemos que en los gobiernos neoliberales nos repetían la mentira de que habiendo riqueza arriba, el dinero llegaría a los de abajo.
En la Cuarta Transformación el Estado ya no es un “gestor de oportunidades” que era la manera de denominar la política social en el neoliberalismo. Como lo ha expresado el Presidente ahora el Estado es garante de derechos y explica que “las oportunidades son circunstancias azarosas y temporales o concesiones discrecionales sujetas a término que se le presentan a un afortunado entre muchos y pueden ser aprovechadas o no; los derechos, en cambio, son inmanentes a la persona y al colectivo, irrenunciables, universales y de cumplimiento obligatorio”.
Añado que en ese camino la justa retribución del Estado al pueblo no es clientelar, sino una acción que da inicio a la justa distribución de la riqueza y el ingreso ya que hablamos de un derecho y no de un regalo o de una limosna.
Es por esta razón que este gobierno federal impulsó y logró que por mandato legal, con base a la reforma constitucional al artículo cuarto que se entreguen las pensiones a los adultos mayores, las becas educativas, a discapacitados pobres y a madres solteras, así como plasmar el derecho a la salud con atención médica y medicamentos gratuitos para todos. Reitero, no se trata ya de un mezquino regalo clientelar, sino un derecho reflejado en nuestra Carta Magna.
Este es un cambio verdadero, porque al modificar el significado e intención de esa política social, también se comienza a construir una nueva forma de pensar en nuestro pueblo, pues al ser un derecho estas acciones de justa distribución nuestra colectividad se dignifica, gana poder al reconocerse no como un receptor de migajas electoreras y de temporalidad sexenal y comprende su importancia como motor social en la construcción de nuestra Historia.
De ahí la importancia de los programas sociales que en esta difícil momento de crisis temporal por la epidemia de coronavirus se convierten en un respiro para nuestras grandes mayorías.
Recordemos cómo en Aguascalientes a través de nuestro Operativo Bienestar fueron beneficiados casi 148 mil personas, de las cuales más de 58 mil son estudiantes, 71 mil son adultos mayores, seis mil son discapacitados, más de cinco mil son jóvenes que trabajan en empresas como aprendices, más de tres mil son niños y niñas que lo requieren para su sustento, cerca de 500 es para jefas de familia y 3 mil son de emprendedores en proyectos impulsados con “tandas de bienestar”. A todas estas mujeres y hombres se les entregó el recurso de dos bimestres por adelantado.
Todas estas personas, desde su espacio productivo, en escuelas y centros de trabajo comprenden que ha llegado el momento de que nuestro desarrollo tiene por prioridad a los más necesitados y que en correspondencia nuestro avance social vendrá precisamente de abajo hacia arriba.
Este proceso de Cambio Verdadero ha comenzado y al paso que avancemos en nuestra transformación con acciones concretas, también se consolidará ese necesario cambio de conciencias que será en gran medida lo que fortalecerá y dará fortaleza a este México diferente que todos deseamos.