Parece mentira que administración tras administración, y los responsables de éstas años tras año, sigan empecinados en hacer “reforestaciones” por aquí y por allá sin ton ni son, como se dice coloquialmente, con la intención de demostrar una preocupación por el cuidado del medio ambiente, una “ciudad más verde”; no obstante, esa es una visión anacrónica, miope e inmoral.
Se dice que una práctica es anacrónica cuando ésta se sigue realizando, e incluso promoviendo, muy a pesar de que con el paso del tiempo haya dejado de hacerse, esto en razón de que se descubrieron fallas en el proceso y se modificó o descartó definitivamente por la ineficacia de la misma. Pues bien, eso es una “reforestación”: una práctica anacrónica. Para comenzar deberían dejar de usar esta palabra los encargados y funcionarios de todas las secretarías relacionadas con política ambiental de nuestra ciudad, a menos que hagan este tipo de acción en sitios que alguna vez fueron bosques (forest), pero como bien sabemos, y podemos darnos cuentas todos los que aquí vivimos, Aguascalientes nunca fue un bosque (forest) así que, a lo más que podemos llegar es a una arborización a pequeña escala. Esto no significa que se planten veinte árboles (por cierto exóticos) en dos metros cuadrados en los camellones centrales de los nuevos pasos a desnivel, que no está de más decirlo, es una burla para la ciudadanía que en su momento defendió el respeto a la vida de los árboles que estaban allí antes del brillante -y muy cuestionado- proyecto de “movilidad de nuestra ciudad”, debido a que es como si los ingenieros responsables de la obra les dijeran: “querían árboles, ¡ahí ‘tán!”. Eso no es “reforestar”, ni ayuda a tener un mejor ambiente y menos muestra respeto por la vida; por el contrario, eso que hacen pone de manifiesto su visión anacrónica, psicópata y miope.
Se dice en tono irónico que una persona es miope no porque le falle la vista, sino porque ve borrosa la realidad, como las personas que creen que pueden prosperar veinte árboles en dos metros cuadrados sin las condiciones ecológicas adecuadas, o que árboles adultos se pueden trasplantar sin ser afectados, o que la contaminación atmosférica puede resolverse con más obra pública, para lo cual hay que derribar más y más árboles, al cabo que se ponen otros y vuelven a crecer; pero eso es una retórica miope, veamos por qué: una barda de 3×3 se construye en dos días, en tanto que a un mezquite le lleva crecer tres metros no menos de 15 años. La construcción de un paso a desnivel, la ampliación de una avenida o la remodelación de un edificio no debería sacrificar la vida de árboles, en especial nativos y con varias décadas de vida, ya que éstos prestan un gran servicio ambiental (mayor que el de árboles bebés -que quien sabe si prosperen) a nuestra polvorienta y cada vez más contaminada ciudad. Esos árboles, que algunos miran con desprecio, son importantes baluartes para la salud del medio ambiente y la nuestra; además, están allí purificando el aire que respiramos, atenúan el calor cada vez más sofocante que padecemos debido al cambio climático, son recinto de pequeños roedores controladores de plagas y de insectos promotores de la polinización. Insisto, quien promueve, autoriza y paga por el derribo de árboles, especialmente nativos, padece una seria miopía y psicopatía ambiental, y estos son actos inmorales.
Se aproximan dos fechas importantes en las que se puede incurrir en prácticas anacrónicas, miopes e inmorales: el día mundial del medio ambiente, el 6 de junio, y el día del árbol, el 9 de julio. Si alguna secretaría ambiental invita a participar en una reforestación en esos días, y usted lector o lectora, quiere participar, le pido que antes se pregunte: ¿cuál es el promedio de supervivencia de los árboles que se plantan en una “reforestación”?, ¿cuántos arboles conoce que hayan prosperado en la ciudad como resultado de esas acciones?, si ya ha participado en una de estas prácticas ¿ha cuidado del árbol que plantó?
Con la intención de cambiar ese paradigma anacrónico, hace algunos años en Movimiento Ambiental de Aguascalientes nos dimos a la tarea de solicitar a la Secretaría del Medio Ambiente del Estado que, en vez de promover arborizaciones, se impulsara la rehabilitación y restauración de suelos, y eso se puso en práctica. Esto ocurrió a unas pocas semanas de que se incendiara el Cerro del Muerto en abril del 2017. Una solución rápida para recuperar los árboles perdidos en la conflagración era rearborizar la zona, pero se optó por hacer bombas de semillas de plantas y arbustos propios de la región lo que permitiría al sitio, a la vuelta de algunos años, contar con un suelo rehabilitado y fértil que proporcionara las condiciones ecológicas requeridas para que, en una segunda etapa, sí se pudieran plantar árboles. Estamos en espera de que esto ocurra. Ese trabajo resulta ser más acorde con los requerimientos y tiempos naturales y, por ende, más ecológico y moral. Si se hubiera hecho una rearborización, todos esos árboles hubieran muerto, como ocurre en las campañas de reforestación, y entonces se hubiera incurrido en un ecocidio, acción que sí misma es un acto inmoral.
Otra propuesta que estamos promoviendo en Movimiento Ambiental de Aguascalientes, e invitando a las secretarias correspondientes a difundir, es el rescate de árboles nativos (huizaches, mezquites, varaduz) que crecen de manera natural, con base en su propia resiliencia, en las banquetas, camellones, jardines, lotes abandonados, etc., pero que no prosperan debido a que son vistos como maleza y se cortan o arrancan, y se opta por poner en algunos de los sitios referidos árboles y plantas ornamentales exóticas, mismas que mueren debido a su falta de resiliencia dado que no están adaptadas a las condiciones climáticas de aquí y eso también es un acto ecocida. Les comparto que mi familia y un grupo de jóvenes del Centro de Enseñanza Media de la UAA, prestadores de servicio social en el proyecto “el futuro de los árboles en tus manos”, nos hemos dado a la tarea de realizar el entutoramiento (poner un palo guía o tutor que guíe las ramas principales), y con ello favorecer el crecimiento de los mezquites y huizaches que nacen de forma espontánea en la parte sur del Parque México y en la zona debajo de las líneas de alta tensión aledañas a éste. Estos árboles no crecen debido a que año con año son víctimas de conflagraciones provocadas por personas ignorantes que prenden este sitio. Al momento tenemos una aproximado de 80 árboles bajo nuestro cuidado y esperamos en unos meses más, en cuanto comience la época de lluvias, poder plantar 100 de estos árboles. Estos mezquites y huizaches permitirán que en el futuro se cuente, en esta parte de la ciudad, con una importante zona de recarga de agua, debido a las características de estos árboles -contrarias a las de los exóticos- además, aire fresco y más limpio, más aves, salvaguardar insectos polinizadores, en fin, contar con todos los beneficios que ofrecen al medio ambiente los árboles nativos.
Estas acciones de rehabilitación son las que hacen posible una restauración ética de nuestro ambiente; por el contrario, las anacrónicas y miopes “reforestaciones” son en sí mismas ecocidas e inmorales, así es que invitamos a las autoridades responsables del cuidado y protección del medio ambiente a que se actualicen y protejan lo que ya tenemos, en vez de malgastar recursos económicos en la promoción de prácticas infructíferas e inmorales.
Es muy importante que los indicadores de las políticas públicas ambientales, en todos los ámbitos de gobierno, cambien de “número de árboles plantados” a “superficie total recuperada”; es algo que escuché a la Dra. Enriqueta Medellín urgir hace años.
La evidencia muestra que, mientras las metas están en función de número de especímenes plantados, como bien dice el artículo, lo único que sucede es que hay una “jornada de reforestación” en donde la esfera política se toma la foto, presume un “amplio” programa al respecto, pero raramente hay una planeación sobre el mantenimiento y seguimiento. Combinado con el afán, que subraya el artículo, de utilizar especies exóticas, el resultado comúnmente es que la inversión pública termine desperdiciándose.
Como dice un compañero especialista en árboles nativos: “según los números de reforestación de cada año, Aguascalientes debería ser un bosque”. La realidad es que seguimos debajo del parámetro internacional de metros cuadrados de área verde por habitante.
Muy importante y oportuno artículo. Gracias.