Después de todo este tiempo de confinamiento, más el que nos espera y que a ciencia cierta desconocemos cuánto falta, comenzamos a perder la paciencia, los estragos de aislarnos de manera individual, en pareja, en familia o en un grupo más grande de personas que comparten el mismo techo, inevitablemente orilla a tener cambios de comportamiento generando una situación tan peligrosa como el mismo riesgo de contagio.
Cada vez es más frecuente que los psicólogos levanten la mano para advertir que el confinamiento puede incrementar esa sensación de angustia, depresión e incertidumbre; todos los días tenemos un parte de guerra entre la humanidad y la humanidad misma, los medios de información nos muestran las cifras de infectados y muertos cada 24 horas durante los 7 días de la semana con el fin de hacer conciencia y mantenernos aislados, lo que me parece de algún modo atinado, sin embargo el bombardear de esa manera a la población ya en esta etapa de la crisis de salud se torna riesgoso, reitero, el parte de guerra entre la humanidad y la humanidad misma, si todos acatáramos las indicaciones del confinamiento en el hogar seguramente se aceleraría la capacidad de respuesta para contrarrestar los contagios y no escucharíamos día a día que los casos aumentan de manera exponencial.
Definitivamente esto afecta y merma la estabilidad mental de cada uno de nosotros, aunado a los conflictos domésticos que pueden generarse de manera individual, se ha reflexionado mucho al respecto, incluso mostrando imágenes de personas que viven en situaciones vulnerables, me refiero al espacio geográfico, físico, al número de personas que habitan en una vivienda sin servicios básicos, entiéndase agua, drenaje, luz y ni pensar en servicio de internet.
No es imposible estar desconectados de la realidad que las autoridades nos presentan, de hecho, en particular ese grupo vulnerable del que le hablo, los más olvidados por los gobiernos de sus países flotan entre la realidad, el riesgo, la desinformación y la ficción. Mientras vemos las muestras de apoyo para el personal que trabaja en el hospital 20 de noviembre de la Ciudad de México, lo cual me parece merecido, los medios lo convierten en un espectáculo, reitero, la acción es un acto conmovedor, el reconocerles su trabajo y hacerles saber que no están solos, pero es ahí cuando un gesto tan noble de la sociedad se explota de manera mediática y cumple con el fin de los medios de comunicación, nos informan, nos dan una repasada de clase de civismo pero sobre todo nos entretienen; ese entretenimiento que no nos deja hacer una verdadera reflexión de lo que estamos viviendo.
No sólo es la nota de los homenajes que se hacen a los médicos y personal de los hospitales, que insisto y reitero lo tienen más que merecido y ganado, pero y el resto del mapa, la radiografía de nuestro entorno, dónde está, cómo la debo analizar. En este momento de la crisis no puedo visualizar una cadena de medios de información o comunicación que realmente nos muestre el esquema completo de lo que pasa en nuestro país, nuestro entorno; le decía, es fácil desinformar a ciertos sectores de la sociedad, el ejemplo que le ponía hace un momento, los sectores más vulnerables, definitivamente no están del todo informados sin embargo ellos son la materia prima para los medios que voltean sus reflectores hacia las zonas marginadas y buscan la nota, el impacto en el resto de la población, mover sentimientos, generar confusión, detonar la incertidumbre, la angustia, el temor entre el público espectador.
Es un espiral donde todos estamos inmersos y que definitivamente afecta nuestra estabilidad mental, ahora más que nunca todos podemos ser noticia y sin duda hoy por hoy nadie quiere serlo más que los dirigentes políticos que no tienen claro cómo manejar en el ámbito mediático un fenómeno como este.
Nos convertimos en una sociedad vulnerable no sólo por el aislamiento, por el tiempo que pasamos en una vivienda con el número de personas que habitan en ella y que tal vez nos estamos dando cuenta que las dinámicas de convivencia que existían antes de la pandemia están lejos de llamarse así, dinámicas de convivencia. Somos vulnerables porque consumimos medios de información y comunicación sin mesura sin una conciencia de lo que realmente necesitamos de ellos, déjeme darle un ejemplo de consumo de información irresponsable; en días pasados mi mujer me comentó que le llegó vía Whatsapp una nota donde se alertaba a la sociedad de Aguascalientes pues al parecer las aguas con que se riega la “línea verde”, para los que no habitan esta ciudad, se refiere a un andador de varios kilómetros ubicado al oriente de la ciudad donde las personas se pueden ejercitar, bueno pues las aguas con las que riegan ese lugar están contaminadas con Covid-19, pero no solo eso, afirman categóricamente que circulan personas por las calles de la capital de esta entidad inyectando a los transeúntes el virus; ese mismo texto incita a que no dejaran sanitizar las calles porque los hombres con uniformes blancos están esparciendo la ponzoña; que no dejen que se instalen antenas 5G porque es el fin… El pasado martes la empresa que tiene el monopolio del suministro de telefonía e internet en nuestro país tuvo fallos en el servicio, ya quisiera tener 3G y que no me fallara, más ahora que se convirtió en artículo de canasta básica.
Somos vulnerables porque nos exponemos a muchos factores estresantes, pero sabe qué estimado lector, pareciera que nosotros mismos los buscamos, piense cómo erradicar todo lo que nos hace vulnerables en estos tiempos y verá que regresamos a los básicos, cuáles son: su música favorita, su lectura de cabecera, y si no tiene una o no le llama la lectura tal vez es un buen momento para encontrarse con ese gusto, su película predilecta, esa que le hace reír, o lo conmueve hasta las lágrimas, busque a Dios, a su dios, su deidad, a la luz que le da guía y paz, los básicos siempre sacan del apuro, garantizado.
El jueves le busco por estas líneas.
@ericazocar