Hay uno y mil detalles que surgen durante la cuarentena gracias al Covid-19, la negligencia es quizá lo más visible, falta de equipamientos en hospitales, protocolos de sanitización y manejo del paciente, pero, sobre todo, los ciudadanos quienes salen a la calle como patos en primavera sin conciencia social y personal de lo que es una pandemia.
Lo que pasa en los hospitales, el aumento de casos y la preocupación de cómo pagaremos la renta el mes de mayo, nos distraen de lo que pasa en el interior de los domicilios donde las familias conviven como nunca antes lo habían hecho.
En estas pocas semanas (que me reúso a contar), la violencia familiar, según datos de gobernación durante la videoconferencia de violencia familiar “Durmiendo con el enemigo”, aumentó de 30 a 100 por ciento y era de esperarse.
Las familias tienen una convivencia atípica si, así como lo leyó, nunca pasamos tanto tiempo juntos pues trabajamos cinco, seis o siete días a la semana en un horario variable de entre seis, ocho o doce horas lo que reduce la convivencia real en casa.
Muchos padres de familia salen temprano para ir a trabajar y regresan tarde solo para cenar y volver a lo mismo el día siguiente por lo que, en realidad, conviven poco.
De un día al otro las familias se quedaron en casa, algunas con goce de sueldo, otras no, en domicilios de todos los tamaños y tipos, pero sin saber cómo convivir.
Es importante para el hombre socializar y eso ayuda a que la convivencia en casa sea mejor pero cuando se está encerrado entre una puerta y otra la cosa es una locura.
Así que, si antes había mucha violencia familiar ahora es exponencial por el simple hecho de no poder salir.
Los perfiles de violencia se intensifican por la ansiedad de permanecer en un solo lugar, la cuestión económica y el no saber cómo invertir el tiempo en casa.
Para la mayor parte de las mujeres, el trabajo en casa se intensifica, se lava más loza, se cocina más, hay que limpiar más en todos los aspectos y además hay que variar los alimentos para que tampoco sea eso un tema de discusión.
Con los agresores, muchas veces todo es problema, aunque no lo sea. Es como si hubieran nacido con un gallito de pelea dentro que los hace estar discutiendo y agrediendo solo porque sí sin razón aparente, entonces aumenta la violencia psicológica, los insultos, la denigración de las personas, la pérdida de autoestima y las agresiones verbales y físicas.
Las familias tienen su propio distanciamiento interno “por llevar la fiesta en paz” pero en realidad no podemos calcular cuantas de esas mujeres jefas de familia son despojadas del único vínculo que tiene con el mundo exterior que es el teléfono y en cuántos casos es ya tan “normalizado” que los vecinos, los únicos testigos, no intervienen.
Lo que me parece sumamente patético es que a este fenómeno lo nombren “durmiendo con el enemigo” cuando podrían elegir mil y un nombres pacíficos. El asunto es que ellos saben que muchos hogares, son un peligro para la familia mientras que continúan sin establecer protocolos para atender y dar seguimiento a las víctimas.
Sabemos que las autoridades están ocupadas tratando de salvar el pago de impuestos y los enfermos en este momento por lo que la violencia quizá no sea algo preponderante en esta contingencia.
Para muchas familias su hogar es una casa del terror donde las 24 horas son acechados por existir pues ante los agresores no hay distinción entre una acción buena y una mala.
Imagino que muchas familias esperan con desesperación que termine la contingencia para respirar, para tener espacios de calma pues pueden encontrarse en la escuela, el trabajo, con amigos con quienes se sienten seguros.
Necesitamos no únicamente orar por lo enfermos sino también por quienes se encuentran en un infierno de 90 metros cuadrados del que no pueden decir nada y quienes lo saben no dicen nada, sin saber exactamente porqué.
Supongo que, al final de todo esto, el número de feminicidios quizá también aumente, va de la mano y el daño emocional provocado por la ausencia de los círculos sociales que fungen como apoyo y espacio para sobrevivir a la violencia tardara mucho en sanar.
¿Cuándo la violencia de género y familiar será una prioridad para las autoridades? ¿Cuándo veremos acciones que sean contundentes para erradicar ese tipo de violencia? ¿Cuándo somo sociedad dejaremos de normalizar la violencia y la frenaremos?
Para esta contingencia no solo necesitamos sana distancia si no también sana convivencia, si bien es cierto que para muchas familias es un infierno el pasar tanto tiempo juntos también existen otras que se unen gracias a lo mismo, mientras que las paternidades y maternidades ausentes no cambian ni para bien ni para mal su estado circunstancial.
La cuarentena terminará, en la fecha que sea, y el gobierno se centrará en lo que le interesa mientras que, lo vivido durante la misma muchos miembros de diferentes familias no podrán olvidar lo sucedido en esos días de confinamiento pues la adrenalina provocada por el miedo tardará mucho en bajar y el dolor de lo ocurrido mucho más.
Los agresores son violentadores pero no son tontos, si la ley fuera más estricta y su aplicación más oportuna ya hubiesen bajado los índices de violencia pues algunos si piensan dos veces antes de agredir a alguien por el miedo de ir a la cárcel.
Si conoce a alguna familia que vive violencia cerca de usted, aun con el distanciamiento social busque la manera de apoyar, pues seguramente necesitan saber que alguien se interesa en ellos y son importantes para usted.
Para las víctimas de violencia los grupos y círculos de apoyo son lo más importante para salir de su situación, es tiempo reinventar la solidaridad.
Laus Deo
@paulanajber